Una hermosa despedida
Su obra postrera tiene momentos est¨¦ticamente deslumbrantes, habla de las pasiones de un hombre singular con im¨¢genes hermosas, pero dilata innecesariamente el metraje
No recuerdo que el cine de dibujos animados estuviera entre mis g¨¦neros favoritos ni siquiera en la infancia, de lo cual deduzco que mi anormalidad es ancestral. Pero siempre he estado muy familiarizado con el agradable ritual de llevar a los ni?os de los amigos a ver pel¨ªculas de animaci¨®n. Juro haberme aburrido enormemente con la inmensa mayor¨ªa de ellas, algo compensado al ver el deleite de los cr¨ªos y con que al terminar me contaran con expresi¨®n fascinada una y otra vez lo que m¨¢s les hab¨ªa gustado en esas historias. Mi percepci¨®n hacia ese tipo de cine cambi¨® con la aparici¨®n de la admirable productora Pixar. Le debo gozo, sorpresas impagables y risas a una docena de obras que llevan su firma. La imaginaci¨®n, la narrativa y el humor que desprende esta marca provoca el disfrute en ni?os y en adultos. Ahora est¨¢n en baja forma, pero antes hab¨ªan realizado pel¨ªculas maravillosas como la serie de Toy story, Wall-E, Ratatouille, Los incre¨ªbles, Monstruos S.A., Up y el primer Cars.
Los festivales de cine no fueron ajenos a ese fen¨®meno e introdujeron hace a?os algunas muestras del cine de animaci¨®n en su programa. Fueron generalizadas las carcajadas en el festival de Cannes con la presentaci¨®n del vulnerable ogro Shrek. Y un exquisito director japon¨¦s llamado Hayao Miyazaki consigui¨® el Oso de Oro en el festival de Berl¨ªn con El viaje de Chihiro. Desde entonces todos los festivales buscan afanosamente alguna joya del cine de animaci¨®n para incluirla en las secciones competitivas. Los dibujos animados han dejado de ser algo ex¨®tico en estos pretendidos templos de la cultura cinematogr¨¢fica y van al lado de las trascendentes reflexiones sobre el ser y la nada.
Miyazaki ha exhibido en la Secci¨®n Oficial de la Mostra su pel¨ªcula The wind rises y tambi¨¦n acaba de anunciar que con ella se despide del cine. Este le echar¨¢ de menos. Su ¨²ltima obra tiene momentos est¨¦ticamente deslumbrantes como el retrato de un terremoto devastando Tokio. Y un tono tan rom¨¢ntico como veraz. Narra la historia de un ni?o de los a?os veinte obsesionado con volar. Su miop¨ªa le impondr¨¢ la amarga certidumbre de que jam¨¢s podr¨¢ pilotar aviones y entonces decidir¨¢ aprender a construirlos; se convertir¨¢ en uno de los principales ingenieros aeron¨¢uticos de Jap¨®n. Tambi¨¦n descubrir¨¢ que los aviones no solo servir¨¢n para transportar a la gente a trav¨¦s de los cielos, sino que ser¨¢n utilizados como m¨¢quinas de guerra y destrucci¨®n. Y vivir¨¢ una historia de amor marcada por la fatalidad con una mujer a la que conoci¨® brevemente y no pudo olvidar. Miyazaki habla de las pasiones de este hombre singular con im¨¢genes muy hermosas, pero dilata innecesariamente el metraje. En alg¨²n momento no he resistido la peligrosa sensaci¨®n de mirar el reloj. Su testamento no hubiera perdido belleza ni emotividad si le hubiera cortado media hora.
En su muy entretenida y colorista novela?22 / 11 / 63 Stephen King imagin¨® que un hombre actual pod¨ªa retrocer en el tiempo a trav¨¦s de un agujero m¨¢gico y colarse en el a?o 1963 para impedir el asesinato de John Kennedy. Peter Landesman, director de Parkland, no se propone algo tan ut¨®pico en su pel¨ªcula, pero s¨ª reconstruir lo que supuso aquel magnicidio para personas que lo vivieron muy de cerca y de las que sab¨ªamos poco. Landesman mezcla el documental con la ficci¨®n para hablarnos del desolado se?or que film¨® con su c¨¢mara de super-8 el asesinato, la enfermera y el m¨¦dico que intentaron desesperadamente mantener la vida a Kennedy, sus impotentes guardaespaldas y el responsable del servicio secreto en Dallas, el horrorizado hermano y la neur¨®tica madre de Lee Harvey Oswald. Estos lacerantes testimonios est¨¢n aceptablemente descritos. Y la gente con sentido com¨²n seguir¨¢ haci¨¦ndose la eterna pregunta: ?qui¨¦n mat¨® a Kennedy? Ning¨²n informe Warren podr¨¢ quitar de su mente la sospecha de que hubo una conspiraci¨®n.
En la primera secuencia de la griega Miss Violence una ni?a que est¨¢ celebrando su cumplea?os con la familia se lanza al vac¨ªo. El impacto para el espectador es fuerte. Hay pocas cosas m¨¢s terror¨ªficas que el suicidio de un cr¨ªo. El mosqueo surge desde el principio. Viven juntos los abuelos, la hija mayor con sus dos ni?os y dos hermanas peque?as. El abuelo parece autoritario y su mayor preocupaci¨®n es que la nevera est¨¢ siempre repleta, algo meritorio en una familia que sufre la brutal crisis de su pa¨ªs. A partir de ah¨ª el agobio del espectador aumenta. El abuelo no solo viola sistem¨¢ticamente a toda la familia, sino que tambi¨¦n les obliga a prostituirse para mantener la econom¨ªa de la casa. No tengo cuerpo ni el esp¨ªritu para ser testigo de sordidez tan excesiva. Lo que veo y escucho me repele. Y la forma de describir esta barbarie naturalista por parte del director Alexandros Avranas tampoco est¨¢ pose¨ªda por el arte. Es una pel¨ªcula tan descarnada como in¨²til.
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