Tato Pavlovsky vuelve al ring
El actor y dramaturgo argentino es un experto a la hora de moverte el suelo bajo los pies. Practica un teatro visceral, realista
Eduardo Tato Pavlovsky, uno de los grandes del teatro argentino, tiene 80 a?os y una reciente operaci¨®n card¨ªaca, pero este verano ha vuelto a subirse al escenario, como un viejo boxeador que se resiste a abandonar el cuadril¨¢tero. Dramaturgo, psicoterapeuta, ensayista, novelista, se convirti¨® en actor ¡°no para transformarme en otros sino para ser m¨¢s y mejor yo mismo¡±. Hace poco le dec¨ªa a Jorge Dubatti: ¡°Escribir y publicar mis obras es importante, pero solo siento que realmente hago teatro cuando estoy en escena. Antes de cada funci¨®n me pregunto ¡®?Qu¨¦ carajo estoy haciendo ac¨¢?¡¯, y al acabar le encuentro sentido. El teatro para m¨ª es la vida¡±.
Har¨¢ diez a?os descubr¨ª a Eduardo Pavlovsky interpretando La muerte de Marguerite Duras, uno de sus mejores textos, dirigido por Veronese. Un latigazo de vitalidad, de fuerza, de entrega teatral y humana. Entusiasmado, vi la funci¨®n dos veces, primero en Ensayo 100, en Madrid, y luego en el Espai Lliure de Barcelona. Al a?o siguiente lleg¨® un nuevo deslumbramiento: Potestad, en Temporada Alta, un mon¨®logo que Trintignant pase¨® por medio mundo.
Su protagonista se presentaba como un hombre com¨²n, de simpat¨ªa contagiosa, que seduc¨ªa a los oyentes con los relatos de su vida cotidiana y consegu¨ªa nuestra inmediata solidaridad: alguien se hab¨ªa llevado a su hija y todo apuntaba hacia los sicarios de la dictadura argentina. Descubr¨ªamos luego la verdad: el hombre hab¨ªa sido un m¨¦dico de los torturadores y certific¨® el asesinato de los padres de la ni?a, que acababa de ser devuelta a sus abuelos. Hab¨ªamos conocido a un padre y a un monstruo, indisociables.
Eduardo Pavlovsky es un experto a la hora de moverte el suelo bajo los pies. Practica un teatro visceral, furiosamente realista, que de repente vira hacia territorios on¨ªricos. Su voz es tan pr¨®xima y comunicativa que siempre hace pensar en lo autobiogr¨¢fico, pero est¨¢ poblada por muchos personajes o, como ¨¦l dice, muchos ¡°devenires¡± posibles. Sartre patent¨® el t¨¦rmino ¡°teatro de situaciones¡±, y Pavlovsky postula un ¡°teatro de estados¡±, donde ¡°no importan tanto los hechos como las intensidades¡±. En una entrevista con Mercedes M¨¦ndez se define como ¡°baconiano¡±: ¡°Francis Bacon dejaba que el pincel guiara su mano, y esperaba un momento al que llamaba ¡®el accidente¡¯. Yo escribo esperando el accidente, como si la mano buscara la forma¡±.
Compuso Asuntos pendientes, su nueva obra, mientras estaba enfermo, y la estren¨® el pasado 12 de julio. Cada viernes, de ocho a diez, sube al escenario del Centro Cultural de la Cooperaci¨®n, en la calle Corrientes de Buenos Aires, junto a Susy Evans, Eduardo Misch y Paula Marr¨®n, c¨®mplices habituales, a las ¨®rdenes de Elvira Onetto, actriz tambi¨¦n en muchas de sus piezas, como Poroto, Rojos globos rojos o Solo brumas.
Asuntos pendientes, cuenta Pavlovsky, es un texto sobre ¡°la monstruosidad generada por la violencia social, lo ominoso bajo la capa de civilizaci¨®n: todo lo que se ha instalado entre nosotros¡±. Dieciocho escenas, con ecos de Albee y Pasolini. Una familia presuntamente ¡°normal¡± pero que vive sin leyes. Aurelio, el padre (Pavlovsky); su esposa (Susy Evans, que ya le secund¨® en Potestad) y un hijo comprado, el Pibe (Eduardo Misch), que acabar¨¢ gan¨¢ndose muy bien la vida en el mundo del porno. El padre habla, acosado por sus pesadillas. Un mon¨®logo alucinado, fascista y racista, de un salvajismo extremo, que poco a poco va formando una imagen digna de Ballard: una caravana de ni?os, clasificados por enfermedades, a los que llevan en camiones hasta la Costanera para arrojarlos al agua.
?Sucedi¨® realmente o lo imagina? En una escena, Aurelio parece haber asesinado a los ni?os; en otra, denuncia su abandono. M¨¢s tarde, la mujer inicia en el sexo a su hijo adoptivo, mientras una imp¨¢vida voz en off relata el procedimiento. Los personajes se desdoblan, reaparecen con diferentes nombres, en una danza feroz y fantasmal, atravesada por r¨¦plicas de humor negr¨ªsimo. La cr¨ªtica bonaerense parece de acuerdo en una cosa: Asuntos pendientes es su obra m¨¢s radical. ?La veremos aqu¨ª?
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