Enemigos ¨ªntimos
Ron Howard narra la lucha de un hombre contra s¨ª y la doble cara del mito deportivo
¡°Los sabios aprovechan de sus enemigos lo que los necios sacan de sus amigos¡±, escribi¨® el pol¨ªtico estadounidense del siglo XVIII Benjamin Franklin. Impactante frase que, aun pronunciada en el fragor de las alturas del poder, ha hecho suya Peter Morgan para ponerla en boca de un hombre, en principio, muy alejado de esos c¨ªrculos pol¨ªticos: un piloto de f¨®rmula 1. Rush, nuevo trabajo como director de Ron Howard, escrito, como El desaf¨ªo: Frost contra Nixon (2008), por el dramaturgo Morgan, art¨ªfice de la mejor¨ªa parcial en la filmograf¨ªa reciente del realizador de obras tan discutibles como Una mente maravillosa y ?ngeles y demonios.El filme se articula as¨ª como una contienda en la cima, esta vez del deporte, cuando la extrema rivalidad entre dos contendientes puede llevar a ambos, seg¨²n se tomen tal lucha, al charco moral e incluso social, o a mejorar su rendimiento hasta superar los l¨ªmites del cuerpo.
Como en el documental Senna (Asif Kapadia, 2010), cuyo engranaje resid¨ªa en la lucha entre el brasile?o y el franc¨¦s Alain Prost, Rush recoge el hist¨®rico combate entre dos hombres radicalmente opuestos en f¨ªsico, actitud, moralidad y formaci¨®n intelectual y social: Niki Lauda y James Hunt. De modo que, siguiendo la senda narrativa abierta por la disputa entre el periodista Frost y el presidente Nixon, Morgan esboza una de esas rivalidades que, si no hubiesen sido ciertas, casi ser¨ªan tachadas de inveros¨ªmiles.
RUSH
Direcci¨®n: Ron Howard.
Int¨¦rpretes: Chris Hemsworth, Daniel Br¨¹hl, Olivia Wilde, Alexandra Maria Lara, Pierfrancesco Favino.
G¨¦nero: drama. EE UU, 2013.
Duraci¨®n: 123 minutos.
El ¨ªmpetu, la presi¨®n, no solo econ¨®mica sino tambi¨¦n vital, que se sufre en un circuito, y m¨¢s en aquellos primeros a?os setenta en los que casi cada temporada mor¨ªa un piloto, es captada por la c¨¢mara de Howard con cierto estilo. La hermosa fotograf¨ªa de Anthony Dod Mantle, de colores siempre agresivos y contrastados, y el magn¨ªfico montaje llevan a Howard a particulares despliegues de belleza formal a la hora de transmitir las sensaciones al volante, como ya hiciese John Frankenheimer en la hasta ahora mejor pel¨ªcula sobre el automovilismo: Grand Prix.
Morgan, adem¨¢s, saca tajada de los mitos de la Bella y la Bestia y del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde para narrar tanto la lucha de un hombre consigo mismo como la doble cara que a veces tiene el mito deportivo. Y el resultado es una pel¨ªcula que solo derrapa en un par de momentos: la pregunta en la rueda de prensa y la posterior paliza al periodista, y el facil¨®n simbolismo del fuego de la chimenea la noche de antes del accidente.
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