Imborrable
Desde que hay magnet¨®fono, radio y tele, borrar se puso cuesta arriba. Y de eso hace ya medio siglo, es historia. Ahora para borrar algo tiene que haber un terremoto
Antes se pod¨ªa borrar mejor lo que no quer¨ªas que se publicara. Me refiero a los tiempos en que solo hab¨ªa papel. Hab¨ªa m¨¢s tiempo. Desde que lo dec¨ªas hasta que se imprim¨ªa pasaban siglos; ahora solo hay microsegundos desde que alguien oye una cosa y el instante mismo en que ya es cosa sabida por toda la humanidad.
Desde que hay magnet¨®fono, radio y tele, borrar se puso cuesta arriba. Y de eso hace ya medio siglo, es historia. Ahora para borrar algo tiene que haber un terremoto. Vivimos en la ¨¦poca de la comunicaci¨®n total y desbaratada. Porque todo est¨¢ grabado, y si lo que has dicho no aparece en la radio aparecer¨¢ en la tele, y si la tele no lo saca, alguien se lo pasar¨¢ a Twitter, Facebook o YouTube. Y terminar¨¢ en el papel, por cierto, que es la madre de todas las batallas. No puedes tapar el sol. Tienes una alternativa vieja como el mundo: no digas sino aquello que puedas defender.
Se dec¨ªa que una noticia es algo que alguien en alg¨²n sitio no quiere que se publique. Ahora las noticias son sobre todo habladur¨ªas, o declaraciones, y todas se graban, de modo que aunque alguien no quiera en alg¨²n sitio que esas palabras se reproduzcan en alg¨²n sitio aparecer¨¢n.
Lo que ha querido el equipo de Rajoy, que Bloomberg borrara lo que dijo de B¨¢rcenas, es tan ut¨®pico como que Ana Botella hubiera conseguido que el cielo borrara aquello del ¡°cup of caf¨¦ con leche¡±. Por lo que se ve en el v¨ªdeo de la interesante entrevista del presidente del Gobierno con la periodista norteamericana que lo interrogaba, el entrevistado se limitaba a poner mala cara y a responder a todas las cosas que le preguntaron. Luego, alguien de su entorno, o ¨¦l mismo, pues para saberlo tampoco hay transparencia, decidi¨® que en algunos puntos Rajoy no dijo lo adecuado. Sin tener otros datos que la atrevida intuici¨®n del televidente, a m¨ª me parece que esa expresi¨®n ¡ª¡°hay cosas que no se pueden demostrar¡±¡ª debi¨® de atemorizar a los que vigilan sus palabras, pues los analistas acostumbrados a leer los labios podr¨ªan sacar petr¨®leo.
Y con la ingenuidad bajo el brazo se dirigieron a la cadena para que lo quitara. A mucho se atrevieron, porque borrar ya no se puede. Vivimos en el mundo imborrable, y eso afecta sobre todo a lo que se dice no queriendo decir nada.
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