Vel¨¢zquez en el Prado, el aliento de un genio
Una treintena de obras que conforman la exposici¨®n ¡®Vel¨¢zquez y la familia de Felipe IV¡¯ Recorre la historia del retrato cortesano espa?ol entre 1650 y 1680 Analiza La labor del artista como pintor del rey tras su decisivo viaje a Italia
La explosi¨®n del barroco, que casi de un d¨ªa para otro liquida la cultura cl¨¢sica renacentista, y las directrices del Concilio de Trento, que opta por la creaci¨®n y difusi¨®n de im¨¢genes para contrarrestar el peligro luterano, convierten a Roma en la metr¨®poli del mundo del arte. Y a los pintores italianos en la vanguardia de finales del siglo XVI. Desplazada la rigidez del academicismo, las cortes europeas quieren pintores que, fundamentalmente, retraten, de modo amable y festivo, a todos sus miembros. La demanda es tan decidida que se institucionaliza el honroso cargo de ¡°pintor italiano de la corte¡±. El retrato, que hasta ese momento era un g¨¦nero pict¨®rico menor, toma un fuerte protagonismo, pasa a ser una especialidad muy apreciada. Vel¨¢zquez, cuyo genio tard¨ªo es objeto de una hist¨®rica exposici¨®n en El Prado (hasta el 9 de febrero), fue nombrado pintor del rey a los 24 a?os y sabe que ese ser¨¢ su cometido principal.
Aconsejado por Rubens, que durante un tiempo est¨¢ en la corte de Madrid, prepara con minuciosidad su primer viaje a Italia, ¡°solo habiendo vivido en Roma un pintor puede doctorarse¡±. A su regreso a Madrid, es ya un artista maduro pese a sus 31 a?os. Caravaggio hab¨ªa muerto recientemente, pero el descubrimiento de su obra es para Vel¨¢zquez un rel¨¢mpago iluminador. Eso, y la efervescente vida art¨ªstica romana, tan lejos de las rigideces de la corte espa?ola, como de la creciente melancol¨ªa de su monarca, Felipe IV, le tendr¨¢ a?orando un nuevo viaje a Italia que tardar¨¢ casi 20 a?os en poder cumplir.
Resulta incre¨ªble la gama crom¨¢tica que despliegan las pinturas del maestro
Caravaggio ha reforzado su convicci¨®n en las ventajas de pintar directamente sobre el lienzo en vivo, con el motivo siempre delante, con rapidez y desenfado, alla prima, como se dice acad¨¦micamente. Si no tenemos un dibujo ni un boceto de Vel¨¢zquez es porque nunca los hizo. Su modo de trabajo no vari¨® a lo largo de su carrera. Preparar el lienzo con blanco de plomo y peque?as cantidades de carb¨®n y ocre rojo. Partiendo de este fondo, como una tierra suave, y con una paleta de colores sorprendentemente reducida, con productos baratos, ¨®xido de hierro, amarillo de esta?o, laca bermell¨®n, el blanco de plomo, resulta incre¨ªble la gama crom¨¢tica que despliegan sus pinturas. Pinceladas sin apenas huellas, tan ligeras que a veces parecen colores de acuarela, acordes de tonos tan armoniosos como exquisitos, sin el menor empaste, sin superponer colores.
El misterioso efecto et¨¦reo que consigue hace que, por buena que sea la reproducci¨®n, nunca lograr¨¢ dar sino un ligera idea de c¨®mo son los originales. A Vel¨¢zquez solo se le puede admirar con el lienzo ante nuestros ojos. Esa es la raz¨®n por la que esta maravillosa exposici¨®n no puede perd¨¦rsela ning¨²n amante de la pintura. Una ocasi¨®n ¨²nica para sumergirnos, literalmente, con paciencia, lentamente, en el m¨¢s extraordinario conjunto de retratos del pintor de pintores, en el misterio del genio. Una treintena de obras maestras, en un magn¨ªfico montaje, es justo la escala que no permite la fatiga, sino el tempo de la contemplaci¨®n activa.
Todos estos retratos est¨¢n realizados cuando Vel¨¢zquez regresa, muy a su pesar, amenazado por el rey, de su segundo viaje a Roma. All¨ª pinta al papa Inocencio X, una de las cumbres de la historia del arte, y Roma le reconoce como el m¨¢s grande de los artistas. Tras la algarab¨ªa italiana, su car¨¢cter, tan discreto como lac¨®nico, le ayuda a encajar de nuevo en el ambiente casi depresivo de la corte. Que para nada traslada a sus lienzos. El encanto sereno del pr¨ªncipe Felipe Pr¨®spero a los dos a?os de edad es un buen ejemplo. Las tonalidades de rojo de la alfombra, del terciopelo de la silla, la cortina, las mangas y la rosada mejilla del ni?o crean una armon¨ªa ¨²nica con los tonos fr¨ªos y plateados de blanco y gris del delantal y los abalorios. No hay nada sorprendente a primera vista, pero todo es de una maestr¨ªa casi milagrosa.
Vel¨¢zquez ha conseguido riqueza y llegar a la cima de su carrera cortesana. Haciendo una excepci¨®n, puesto que no es de familia noble, el rey le hace caballero de la Orden de Santiago. Ha conseguido todos sus prop¨®sitos y va delegando en su taller la terminaci¨®n y a veces toda la realizaci¨®n de los retratos de la familia real, de los que existe una gran demanda. Las cortes europeas intercambian retratos como un ejercicio diplom¨¢tico.
Es un acierto que la muestra termine con unas pinturas de su sucesor, Juan Bautista Mart¨ªnez del Mazo, su yerno, y de Juan Carre?o, ambos excelentes pintores que han absorbido la esencia del retrato velazque?o. Una interesante propuesta del comisario de la muestra y una buena ocasi¨®n para hacernos la pregunta: ?hay alguna diferencia entre el retrato de la infanta Margarita pintado por Vel¨¢zquez y el retrato de la infanta que sale de su taller? Claro que la hay, pero imposible describirla. El aliento del genio.
Alberto Coraz¨®n es dise?ador, pintor y acad¨¦mico de Bellas Artes.
Babelia
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