La gran novela del ego
En medio de la crisis editorial, los diarios atraviesan d¨ªas de gloria El g¨¦nero atrae por una curiosa mezcla de literatura, documento y chismorreo
Un diario es una suerte de todo a cien donde vas a por una cosa y sales con veinte. En ellos cabe todo. Chismes: Jean Cocteau cuenta que una noche en Jap¨®n se preocup¨® al ver a Chaplin cansado. ¡°Le pregunt¨¦ por la causa y me respondi¨®: ¡®Piense en el n¨²mero de salas en las que act¨²o esta noche¡±. Confesiones: Marie Curie se quiebra al recordar la ¨²ltima vez que vio a su marido antes de que le atropellase un carruaje. ¡°Sal¨ªas, ten¨ªas prisa, yo me estaba ocupando de las ni?as, y te marchabas pregunt¨¢ndome en voz baja si ir¨ªa al laboratorio. Te contest¨¦ que no lo sab¨ªa y te ped¨ª que no me presionaras. Y justo entonces te fuiste; la ¨²ltima frase que te dirig¨ª no fue una frase de amor y de ternura¡±. Morbo: Clara Petacci registr¨® en cuadernos cada acometida sexual y verbal de Mussolini durante seis a?os. ¡°Si hubiese podido, hoy te habr¨ªa penetrado con el caballo¡±. Historia: los apuntes de Ernst J¨¹nger sobre la Gran Guerra. ¡°Knigge me ha preparado hoy un caf¨¦ con agua sacada de los cr¨¢teres de granadas. Hay tanto barro en ¨¦l que parece caf¨¦ con leche. Yo llamo a ese refrigerio ¡®caldo de cad¨¢ver¡±.
Woolf, Gil de Biedma, Pla, Chacel, Bioy Casares o Morat¨ªn, entre otros, escribieron dietarios. Son tan antiguos que acaso el primer diario de la historia fuese labrado sobre una tablilla por un escriba sumerio. Tal vez porque los tiempos de incertidumbre se aferran al realismo, el g¨¦nero atraviesa una eclosi¨®n a la que en pocos meses se suman Xavier Rubert de Vent¨®s, Ignacio G¨®mez de Lia?o, Alejandra Pizarnik, Ignacio Vidal-Folch o Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. ¡°Hay un auge por agotamiento de otros g¨¦neros. Ciertos te¨®ricos dicen que la novela est¨¢ llegando a su fin y los diarios est¨¢n por explotar. Pr¨¢cticamente todos los grandes escritores que tienen novelas maravillosas, ten¨ªan tambi¨¦n sus diarios¡±, esgrime Carlos Pranger, editor de Confluencias, que ha publicado El cord¨®n umbilical, el diario que Jean Cocteau escribi¨® en la Costa del Sol, y Diarios sobre Dora Carrington y otros escritos (1925-1932), de Gerald Brenan.
Antes de la epidemia ya hab¨ªa enfermos. En 1990 Andr¨¦s Trapiello (Manzaneda de Tor¨ªo, 1953) public¨® la primera entrega de su proyecto, Sal¨®n de pasos perdidos, que re¨²ne a sus cuadernos anuales. En la calle hay 18. ¡°Se escriben como diarios y se publican como novela. Esto desconcert¨® al principio, incluso irrit¨® a algunos cr¨ªticos, que lo cre¨ªan un abuso. Y ten¨ªan raz¨®n. La literatura es siempre un abuso, explora los l¨ªmites y los traspasa¡±, se?ala.
Trapiello dice que los escribe como diarios y los publica como novelas
Entre los dietaristas, circulan dos corrientes. Los puristas que se aferran a la literalidad de lo escrito como una bandera de honestidad y los literarios que retocan el material original para mejorarlo. Trapiello pertenece a los segundos: ¡°Escribo y a?os despu¨¦s los corrijo y publico. Ni yo ni mi vida dar¨ªamos para un diario. Como novela, qui¨¦n sabe. Como diarista, soy un diarista de viejo, reiterativo y lleno de man¨ªas. Como novelista hago lo que puedo¡±.
G¨®mez de Lia?o pertenece al grupo de dietaristas puristas, que no reescriben
Las vocaciones de los dietaristas son caminos inescrutables. ¡°No dispongo de una teor¨ªa del diario. Hay tantas como autores¡±, sostiene el escritor Juan Gracia Armend¨¢riz, que recurri¨® al g¨¦nero mientras se dializaba a la espera de un trasplante de ri?¨®n. En Diario del hombre p¨¢lido (Demipage), donde se entremezclan el olor de las unidades de di¨¢lisis, los cigarrillos clandestinos, la esperanza aplastada y la pulsi¨®n literaria, se confiesa: ¡°Desconf¨ªo de los diarios escritos con la finalidad de ajustar cuentas. El rencor y el resentimiento no forman parte de mi dieta. Este diario pretende ser verdadero, acaso s¨ª un poco indiscreto, donde en ocasiones ¡ªpocas¡ª fabular¨¦, pero entonces el lector sabr¨¢ que estoy imaginando. Lo otro ser¨ªa una estafa¡±.
Hace unos a?os Enrique Vila-Matas, gran amante del g¨¦nero, censuraba al diarista espa?ol. "Casi todos los que han elegido frecuentar este g¨¦nero literario en la Espa?a de hoy, tienen vidas grises y aburridas", opinaba en una cr¨ªtica de Letras libres. Su impresi¨®n ha mejorado. "?ltimamente llevo una buena racha: los diarios de I?aki Uriarte, Valent¨ª Puig y Vidal-Folch", proclam¨® recientemente desde este mismo peri¨®dico.
Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1952) abri¨® su primer cuaderno para levantar acta de su vida y, de paso, de la nuestra tras un enfado consigo mismo por un olvido. Su cotidianeidad y la que observa a su alrededor van de la mano. Lo que cuenta es la ilusi¨®n arranca en 2007, con el autor impactado al descubrir gente rebuscando en la basura para comer. La crisis hab¨ªa llegado.
Gerald Brenan detall¨® su atormentada pasi¨®n por la pintora Dora Carrington
En Diarios sobre Dora Carrington y otros escritos Gerald Brenan vuelca su tormento por el desamor de la pintora del grupo de Bloomsbury (¡°en el amor la crueldad es como la morfina: te estimula y luego te mata¡±). Desvela intimidades, momentos escabrosos: ¡°Dieron las once. Medianoche. Ni un ruido. No iba a venir. Exhausto, debido a una semana de violentas emociones, llor¨¦ hasta que mis ojos se quedaron sin l¨¢grimas (¡) Vino a las doce y media. Mis l¨¢grimas, que no pod¨ªa disimular, la volvieron a¨²n m¨¢s g¨¦lida. Se ech¨® all¨ª sin mediar palabra, como la ofrenda maniatada de un sacrificio en un altar. Al principio no deseaba hacerle el amor¡ ella insisti¨® fr¨ªamente. Debe cumplir con su deber. Justo despu¨¦s, ¡®?Has terminado ya?¡¯, sali¨® corriendo de la habitaci¨®n¡±.
Ernst J¨¹nger retrat¨® la Gran Guerra y Marie Curie, el duelo por su marido
?Hay imposturas en diarios escritos para ser aireados? Trapiello dice abiertamente que escribi¨® su primer cuaderno pensando en publicarlo. Igual que Brenan. ¡°Hac¨ªa algo de trampa. Estaban hechas para que la gente leyese lo que dec¨ªa en sus memorias. Normalmente no se daban a leer a los amigos¡±, precisa Carlos Pranger, que fue el editor que arm¨® el diario sobre Carrington (in¨¦dito en ingl¨¦s) a partir del material de su archivo.
En la red del tiempo, el diario personal de Ignacio G¨®mez de Lia?o (Madrid, 1946), se combina la aventura de maduraci¨®n, el registro cotidiano y el testimonio de unos a?os (de 1972 a 1977) que son ¡°los grandes desconocidos¡±. Hab¨ªa convulsiones dentro y fuera de la vida de G¨®mez de Lia?o. ¡°Ten¨ªa cierta necesidad de objetivar aquel momento, tambi¨¦n de echar fuera ciertas cosas y al mismo tiempo de reordenarlas. No hab¨ªa ning¨²n prop¨®sito literario¡±. Comienza con su expulsi¨®n de la universidad y finaliza con su retorno a la misma. Por sus 1.700 p¨¢ginas circulan seres sin gran inter¨¦s (el doctor Muela, su dentista) y otros que hoy son referentes como Pedro Almod¨®var. El fil¨®sofo distingue entre memorias y diarios: ¡°La memoria es un g¨¦nero de ficci¨®n, que da espacio para la reinvenci¨®n del pasado. Hacer un h¨ªbrido no tiene mucho sentido¡±. No hay retoques: es un diarista al estilo cl¨¢sico. ¡°Francamente el inter¨¦s de mi diario es que me representa a m¨ª seg¨²n yo era en ese momento¡±.
No omite nombres, a diferencia de Trapiello, que suele identificar a sus personajes con una X. En algunos de sus cuadernos, en bibliotecas p¨²blicas, han sido arrancadas p¨¢ginas. ¡°Cuando escribo ¡®me he encontrado con X, una excelente persona¡¯, nadie me da las gracias. Si escribo ¡®me he encontrado con X, que es un idiota¡¯, se postulan veinte o treinta. Esto solo puede querer decir que, quien m¨¢s, quien menos, somos criaturas inseguras, algo infelices y dignas de l¨¢stima y que el n¨²mero de idiotas es por desgracia superior al de las buenas personas¡±.
Babelia
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