Jitanj¨¢fora paname?a
El VI Congreso de la Lengua tiene como protagonista al libro en espa?ol y a todos los que lo hacen Es intolerable que el n¨²mero de acad¨¦micos hisp¨¢nicos centuplique el de sus colegas femeninas
Como se sabe, por razones de cadera y pr¨®tesis el Rey de Espa?a no acudir¨¢ a la Cumbre Iberoamericana de Panam¨¢ y, por los mismos motivos, tampoco a la inauguraci¨®n del VI Congreso Internacional de la Lengua Espa?ola, que tendr¨¢ lugar la pr¨®xima semana en la ciudad fundada por Pedrarias D¨¢vila, el m¨¢s maltratado de todos los conquistadores espa?oles. En cierto modo, la ausencia forzosa del Rey (a quien deseo un pronto restablecimiento, lo cort¨¦s no quita lo republicano) me tranquiliza: siempre me inquiet¨® que la presencia del ¨²nico monarca en ejercicio (por ahora) de la gran comunidad de la E?e pudiera ser interpretada como la de una especie de divinidad tutelar encargada de velar por el ¨¦xito de las sesiones. Adem¨¢s, les confieso que hace unas semanas, tras una copiosa cena a base de sancocho con unos colegas de por all¨¢, so?¨¦ que, durante la ceremonia inaugural del Congreso, el Rey (que en mi sue?o s¨ª hab¨ªa acudido) iniciaba su intervenci¨®n con una jitanj¨¢fora cortaziana dirigida al presidente de la Rep¨²blica de Panam¨¢: ¡°Apenas ¨¦l le amalaba el noema¡± ¡ªdec¨ªa don Juan Carlos¡ª ¡°a ella se le agolpaba el cl¨¦miso y ca¨ªan en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes¡±. A lo que don Ricardo Alberto Martinelli contestaba, sin inmutarse ni amilanarse, con un magn¨ªfico terceto del gran Quevedo: ¡°Tu forasteridad es tan eximia, / que te ha de retractar el que te rumia, / pues ructas viscerable cacoquimia¡±. En mi pesadilla el duelo jitanjaf¨®rico (aut¨¦ntico homenaje a la memoria de don Alfonso Reyes, que supo explorar los poderes l¨²dicos de nuestra lengua com¨²n) se prolongaba interminablemente, consiguiendo que el Congreso se divirtiera de lo lindo. Jitanj¨¢foras y chascarrillos aparte, el Congreso de este a?o tiene como aut¨¦ntico protagonista al libro en espa?ol y a todos los que lo hacen y difunden, desde el autor hasta los medios y los educadores. El asunto no es balad¨ª: el libro en todos sus soportes y avatares ¡ªde la prensa de Gutenberg a la tableta de Kindle o al ¨²ltimo modelo de androide¡ª sigue siendo un elemento esencial de cultura y comunicaci¨®n en una ¨¦poca en la que, como afirma el gran historiador Robert Darnton, la informaci¨®n ¡°ha estallado furiosamente¡± a nuestro alrededor. Los poetas, narradores, dramaturgos, pensadores, fil¨®logos, cr¨ªticos, bibliotecarios, cient¨ªficos, pol¨ªticos, empresarios, economistas y periodistas convocados que se reunir¨¢n en Panam¨¢ en esta nueva (y van seis) instancia de una lengua en que se comunican 450 millones de hispanohablantes y que forma parte fundamental de los planes de estudio de muchos pa¨ªses en los que se hablan otras, tienen la obligaci¨®n de testar c¨®mo se encuentra y de qu¨¦ modo progresa. Dese¨¦mosles suerte.
Publicaciones
Desde que Fernando L¨¢zaro Carreter (en 1992-1998) y V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha (de 1998 a 2010) presidieron su pol¨ªtica, la RAE ha ido abandonando cierto dontancredismo nacionalista y a?ejo que le imped¨ªa asumir el hecho indiscutible de que los habitantes de la ¨¢spera y adusta Piel de Toro (las ¡°hura?as tierras¡±, las llam¨® Neruda) ya no marcaban la pauta viva del idioma, nuestra lengua se ha hecho mucho m¨¢s universal. El castellano ya no tiene amo exclusivo, e Internet y el acuerdo de Microsoft con la RAE (todav¨ªa recuerdo la foto hist¨®rica de Garc¨ªa de la Concha con Bill Gates) han sido elementos importantes de ese proceso. Tambi¨¦n se ha hecho m¨¢s universal su literatura: leyendo a los autores del boom mi generaci¨®n descubri¨® que desde Am¨¦rica nos estaban ense?ando a utilizar mucho mejor las posibilidades expresivas de la lengua de Cervantes y Quevedo, que tambi¨¦n era la de sor Juana y Rub¨¦n. Y que en la poes¨ªa y la novela que nos llegaba de all¨ª se nos contaban de modo diferente sentimientos e historias de validez universal que han asombrado al mundo. Hoy ya nadie duda que la suerte del espa?ol se juega sobre todo en Am¨¦rica, un continente que habla mayoritariamente en nuestro idioma (y en el de nuestros vecinos portugueses) y cuyo nombre, sin embargo, se lo ha apropiado con exclusividad el gran inquilino angloparlante del norte. Una muestra nada desde?able de esa renovaci¨®n de la RAE, que este a?o celebra su tercer centenario, han sido las publicaciones que ha promovido desde entonces y que han venido a completar la de su diccionario normativo (en 2014 aparecer¨¢ su 23? edici¨®n): la Nueva Gram¨¢tica (Espasa), el Diccionario de Americanismos (Santillana) y el Diccionario Panhisp¨¢nico de dudas (Santillana), ampliamente consensuados por la Asociaci¨®n de Academias de la Lengua Espa?ola, han sido algunos de sus hitos. A ellos se a?ade la Ortograf¨ªa (Espasa), cuya edici¨®n escolar ¡ªimportant¨ªsima para la norma de la lengua escrita¡ª se presentar¨¢ durante el Congreso. Por cierto que, dentro del extra?o (y envidiado) oligopolio editorial formado por los dos m¨¢s grandes grupos espa?oles (Planeta y Santillana, ambos con fuerte implantaci¨®n americana) que se reparten las publicaciones de la RAE, al segundo le ha correspondido la publicaci¨®n de unas estupendas (y asequibles) ediciones conmemorativas en las que, hasta la fecha, han aparecido obras de Cervantes, Garc¨ªa M¨¢rquez, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Carlos Fuentes y Vargas Llosa. De ah¨ª que Alfaguara (la editorial m¨¢s literaria de Santillana) haya sido la encargada de la colecci¨®n Tercer Centenario, con la que la RAE inicia una colecci¨®n de cl¨¢sicos de los siglos XIX y XX, cuyos dos primeros t¨ªtulos (Misericordia, de Gald¨®s, en edici¨®n de Sobejano y pr¨®logo de Mu?oz Molina, y La busca, de Baroja, edici¨®n de Mainer y pr¨®logo de Soledad Pu¨¦rtolas) tambi¨¦n se presentar¨¢n en el Congreso.
Carencias
En las ¨²ltimas semanas, mientras le¨ªa las novelas de la dominicana Rita Indiana (Nombres y animales, Perif¨¦rica) y de la argentina Alicia Plante (Fuera de temporada, Adriana Hidalgo), as¨ª como las dos breves cr¨®nicas tan diferentes de la colombiana Piedad Bonnett (Lo que no tiene nombre, Alfaguara) y de la tambi¨¦n argentina Leila Guerriero (Una historia sencilla, Anagrama) me he preguntado qu¨¦ necesitan demostrar todav¨ªa las mujeres que escriben en nuestra lengua (aqu¨ª y all¨¢) para que las Academias que velan por nuestro idioma les abran sus puertas de par en par de una vez por todas. Comparando la calidad y los m¨¦ritos de muchas de ellas con los de bastantes de sus colegas masculinos, su ausencia no deja de ser alarmante. S¨ª, ya sabemos que algo se va haciendo, pero con tanta flojera y tan parsimoniosamente que a veces da la sensaci¨®n de que se hace a rega?adientes y porque, en los tiempos que corren, no queda otro remedio. El mayor argumento para esa imprescindible apertura es no s¨®lo mirar alrededor y comprobar talentos y capacidades, sino tambi¨¦n la estad¨ªstica: es intolerable que el n¨²mero de acad¨¦micos hisp¨¢nicos centuplique el de sus colegas femeninas. Pi¨¦nsenlo tambi¨¦n estos d¨ªas durante el Congreso, aunque sea mientras degustan una buena raci¨®n de mondongo a la culera (lo siento, el nombre no lo he puesto yo), ese sustancioso plato paname?o que tanto se parece a nuestros indigestos callos. Feliz Congreso.
Babelia
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