El mar, el mar
Crec¨ª gracias a ¨¦l y a gente como ¨¦l, que amaban y respetaban la palabra, que cre¨ªan en su poder
![Patrice Ch¨¦reau.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/AIXP72YHIKC5CHU6QSOVZSWZGM.jpg?auth=98e4184be2c3af958344801de5a4acffdaf0c04b5c6617b446238f926122204a&width=414)
No sab¨ªa que Ch¨¦reau era doblemente uno de los nuestros, que se hab¨ªa venido al sur, que ten¨ªa casa en Sevilla, donde pasaba largas temporadas, y que incluso estaba empadronado all¨ª. Este verano a¨²n pudo dirigir Elektra, en Aix-en-Provence. Luego, en Santander, se le ech¨® la enfermedad encima y ya no pudo seguir. Ahora todo empieza a leerse de otra manera. Sus ¨²ltimos espect¨¢culos, cada vez m¨¢s desnudos, esencializados. I am the wind, de Jon Fosse, en el Lliure. La balsa, mar adentro,con dos formidables actores j¨®venes brit¨¢nicos, Jack Lakey y Tom Brooke. Su lema parec¨ªa ser el mismo que gui¨® a los argonautas: ¡°Navegar es preciso, vivir no es preciso¡±. Flameaba, como una bandera negra, el tema de tantos de sus montajes: el dolor extremo de no poder alcanzar al otro, el dolor que surge cuando el amor es impotente. Vuelve la ¨²ltima frase: ¡°Ya no tengo miedo¡ ya no peso¡ me he ido con el viento¡ soy el viento¡±.
En el Lliure de Gr¨¤cia, el personaje de La nuit just avant les f?rets, de Kolt¨¨s, que no puede parar quieto, interpretado por el inmenso Romain Duris, estaba tendido en una cama de hospital. La ¨²ltima vez, en la Abad¨ªa, Ch¨¦reau leyendo, encarnando Coma, la epopeya ¨ªntima de Guyotat, en junio del a?o pasado. Al verle me di cuenta, de repente, de lo importante que era para m¨ª. Escrib¨ª: ¡°Crec¨ª gracias a ¨¦l y a gente como ¨¦l, que amaban y respetaban la palabra, que cre¨ªan en su poder, en su capacidad transformadora, en su eco, y ante ella se presentaban descalzos¡±. As¨ª entraba Ch¨¦reau en el escenario vac¨ªo, con los pies descalzos, ¡°como los hijos de la mar¡±, que dec¨ªa Machado.
Me acuerdo ahora de que, curiosamente, trat¨¢ndose de un hombre de teatro, le descubr¨ª por una pel¨ªcula, su primera pel¨ªcula, La carne de la orqu¨ªdea, 1974, con Charlotte Rampling, aunque si tuviera que quedarme con una no ser¨ªa la costos¨ªsima (en todos los sentidos) La reina Margot sino la humilde y poderosa L'homme bless¨¦, del 83.
Intentar un resumen de su vast¨ªsimo trabajo teatral equivaldr¨ªa a tratar de atrapar el mar con un vasito. Repaso los programas del Centro Dram¨¢tico de Nanterre-Amandiers, que dirigi¨® de 1982 a 1990. Una ¨¦poca irrepetible: all¨ª lanz¨® a Kolt¨¨s, y recuper¨® Les paravents de Genet, y vuelven el Hamlet de G¨¦rard Desarthe, y aquella febril Fausse suivante con Jane Birkin y Piccoli, y tantas y tantas otras funciones. Fragmentos, reci¨¦n llegado, de su cuaderno de viaje: ¡°Lo primero: comprobar si todas las bombillas funcionan, si los espejos est¨¢n en el lugar correcto, si hay jab¨®n y papel en los lavabos¡±. Y tambi¨¦n: ¡°Mi mayor deseo es que mis puestas en escena no sean inmediatamente identificables. En lo que el p¨²blico ha de fijarse es en el texto¡±. Elijo dos cumbres (entre muchas) para el recuerdo: las dos puestas de Dans la solitude des champs de coton, de Kolt¨¨s, que tambi¨¦n protagoniz¨®. La primera, en el 90, con Laurent Malet; la segunda, en el 95, con su compa?ero, Pascal Greggory. Si quieren asistir a una gran lecci¨®n de teatro, intenten hacerse con Une autre solitude, el documental de St¨¦phane Metge, que alterna la filmaci¨®n de los ensayos de ese espect¨¢culo con los de Don Giovanni en Salzburgo. Para acabar, un recuerdo ajeno que pasa a ser m¨ªo y de todos ustedes. Una noche de agosto de 1980. ?ltima representaci¨®n de la tetralog¨ªa wagneriana en Bayreuth, que Ch¨¦reau mont¨® a petici¨®n de Pierre Boulez. Un amigo estuvo all¨ª y evoca (y no es el ¨²nico) los 85 minutos de aplausos mientras sube y baja, hasta 100 veces, el tel¨®n.
El mar suena tambi¨¦n as¨ª, algunas noches.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.