Ian McEwan, tiempo de madurez
Ian McEwan se ha convertido en poco menos que en el escritor nacional ingl¨¦s ?xito y dinero llegaron con 'Expiaci¨®n' y su adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica 'Operaci¨®n Dulce' es una historia de amor, espionaje y, sobre todo, literatura
Ian McEwan (Aldershot, Reino Unido, 1948) dice contemplar un atardecer ¡°magn¨ªfico¡± desde los ventanales de su mansi¨®n en Gloucestershire, a unos 180 kil¨®metros al oeste de Londres, mientras responde por tel¨¦fono a las preguntas. El autor de una quincena de relatos de ¨¦xito, traducido a decenas de idiomas, lleva un par de a?os retirado en el campo con su segunda esposa Annalena McAfee, tras vender su lujosa mansi¨®n de Fitzroy Square. ¡°Londres nos sigue encantando. Pero el campo me gusta mucho tambi¨¦n, y me apasiona caminar. Estamos en una parte preciosa de Inglaterra, ideal para trabajar, para escribir¡±. Y por si fuera poco, un lugar situado a una hora en tren del centro de la capital brit¨¢nica, que McEwan dice seguir frecuentando con cierta asiduidad. Son muchos los v¨ªnculos que le atan a Londres. La antigua casa de Fitzroy Square aparece retratada en S¨¢bado, y en ella fueron tomando forma los personajes de su ¨²ltima novela, Operaci¨®n Dulce, en la que McEwan, como experto alquimista, ha mezclado realidad y ficci¨®n para construir un relato de espionaje que se burla un poco del g¨¦nero. Con joven y bella esp¨ªa, brillante y joven escritor, y una inevitable historia de amor entre ambos.
Ahora me interesa m¨¢s el color, y quiz¨¢s con el tiempo me he vuelto m¨¢s humano y m¨¢s capaz de perdonar
McEwan nos traslada esta vez al Londres de principios de los a?os setenta. Una ciudad sucia y desali?ada, capital de un pa¨ªs atormentado por las huelgas mineras, el terrorismo del IRA y sometido a sucesivos estados de excepci¨®n. La crisis actual parece una broma ante tan agobiante panorama. ¡°En cierto sentido Reino Unido estaba mucho peor entonces, y ustedes ten¨ªan a Franco todav¨ªa, que tampoco estaba mal. Pero la situaci¨®n era muy diferente. Desde hace cinco o seis a?os, con la globalizaci¨®n, el mundo est¨¢ muy interconectado, y la escala de las cat¨¢strofes es mayor. Acabamos de enterarnos de que incluso nuestro primer ministro de entonces, Gordon Brown, estuvo sopesando la posibilidad de sacar el ej¨¦rcito a la calle, si el sistema bancario se hund¨ªa por completo y hab¨ªa des¨®rdenes ciudadanos. Mientras que en los a?os setenta est¨¢bamos todos m¨¢s atados a nuestras miserias particulares¡±. En Reino Unido, que acababa como quien dice de perder el Imperio, ¡°le d¨¢bamos muchas vueltas a c¨®mo financiar el Estado de bienestar, y algunos sindicatos estaban muy radicalizados pol¨ªticamente. Ten¨ªamos una industria envejecida y ve¨ªamos c¨®mo nos superaban algunos de los pa¨ªses derrotados en la Segunda Guerra Mundial, como Jap¨®n y Alemania. Pero al mismo tiempo, yo era un veintea?ero, acababa de publicar mi primer libro. Y en Londres estaban ocurriendo montones de cosas interesantes. Por lo tanto, era una situaci¨®n con dos caras¡±.
La juventud de McEwan puebla las p¨¢ginas de Operaci¨®n Dulce, aunque la lista de agradecimientos del libro deja constancia de lo mucho que se ha documentado para armar este relato. ¡°La ficci¨®n que me interesa depende de que los hechos est¨¦n muy bien comprobados, para saber c¨®mo ocurrieron las cosas y llegar a la verdad. Yo disfruto con ese proceso y, a fin de cuentas, creo que si te has ayudado de una serie de libros hay que dejarlo claro¡±, dice McEwan.
La protagonista de la novela, Serena Frome, joven y bella licenciada de Cambridge reclutada por el MI5 (servicio secreto brit¨¢nico para la seguridad interior) lejos de llevar a cabo arriesgadas misiones, se pasa la vida redactando memorandos en un costroso edificio sin calefacci¨®n, soportando estoica el trato machista de sus jefes. ¡°El MI5 era m¨¢s burocr¨¢tico y machista que otros departamentos. Porque lo dirig¨ªan exmilitares, o altos cargos procedentes de las colonias, y ten¨ªan una actitud muy condescendiente con las mujeres. Al MI5 le cost¨® bastante adaptarse al nivel de otras instituciones [m¨¢s tarde, en los a?os noventa, estar¨ªa dirigido por Stella Rimington]. Las mujeres no pod¨ªan dirigir a agentes secretos o ascender en el escalaf¨®n¡±.
A muchos autores les culpabiliza el ¨¦xito, piensan que una cosa que tiene mucha aceptaci¨®n no puede ser buena
La novela retoma episodios poco conocidos de la guerra fr¨ªa, como el intento del MI5 y, sobre todo, de la CIA de promocionar los valores del capitalismo frente al comunismo, subvencionando a artistas y escritores. ¡°La CIA gast¨® cientos de millones de d¨®lares en el intento de atraer y seducir a los intelectuales europeos de izquierda, para convencerles de que Estados Unidos, el mundo libre, era mucho m¨¢s activo, m¨¢s atractivo art¨ªsticamente que la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Visto con perspectiva de hoy resulta curioso porque conocemos la colosal opresi¨®n que exist¨ªa en la URSS. Lo que me atrajo de este tema es que la CIA gastara tanto dinero en demostrar las bondades de una sociedad libre y abierta, pero que lo hiciera en secreto. Este episodio no muy conocido me llev¨® a escribir esta novela, la historia de esta esp¨ªa, Serena Frome, que esp¨ªa a un novelista, que se venga de ella espi¨¢ndola a su vez¡±.
Como en todos los libros de McEwan, tambi¨¦n en Operaci¨®n Dulce nos encontramos con la banalidad del mal. Con personajes en apariencia normalitos que acaban destroz¨¢ndose a dentelladas. O traicionando a sus amantes, como Serena Frome, por pura ambici¨®n profesional. ¡°S¨ª. Por eso hago una menci¨®n al principio a una frase del libro El expediente de Timothy Garton Ash. Timothy pas¨® mucho tiempo en Berl¨ªn durante la guerra fr¨ªa, trabajando como periodista, y tras la ca¨ªda del muro tuvo acceso al material que hab¨ªa acumulado sobre ¨¦l la Stasi (polic¨ªa pol¨ªtica de la Alemania oriental). Entonces descubri¨® que todos sus amigos berlineses eran informantes policiales. Su libro es un relato del caso, de sus entrevistas con todos esos amigos en un intento de comprender por qu¨¦ le hab¨ªan espiado. Y se dio cuenta de que ninguno era un mal tipo. Lo malo era el sistema. Les presionaba para que informaran sobre ¨¦l y la gente transig¨ªa. En otras esferas de la actividad humana pasa lo mismo. Por ejemplo, en el periodismo brit¨¢nico. La gente vive inmersa en una cultura en la que tener ¨¦xito puede pasar por actuar de una forma err¨®nea y deshonesta, y se pliega a ello. Y eso le ocurre a Serena. Busca el aplauso de sus superiores, y por eso no le importa enga?ar al novelista, a Tom Haley, aunque se est¨¦ enamorando de ¨¦l. Es lo que las instituciones hacen con las personas¡±. Se podr¨ªa alegar que las instituciones no son entes abstractos, sino estructuras creadas por personas. ¡°Ya, pero se llega a un punto en el que la cantidad altera la cualidad. Por eso, las instituciones, a veces, llevan las cosas a extremos que nadie ha planificado ni deseado¡±.
Con todo, el mundo del espionaje es solo una de las m¨²ltiples capas que envuelven una novela que la cr¨ªtica brit¨¢nica ha comparado, con raz¨®n, a una mu?eca rusa, porque esconde dentro muchas otras novelas. Serena Frome es una voraz lectora que se enamora de Tom Haley leyendo sus cuentos. Relatos cortos que interrumpen el curso de Operaci¨®n Dulce, sin llegar a despistar nunca al lector. O, mejor dicho, a la lectora. Serena es una mujer, como la inmensa mayor¨ªa de las seguidoras de McEwan que en cierta ocasi¨®n lleg¨® a declarar ¡°cuando las mujeres dejen de leer novelas, el g¨¦nero habr¨¢ muerto¡±. El escritor se r¨ªe recordando la frase. ¡°Yo mismo lo he constatado en los grupos de lectura que se organizan en Reino Unido y en Estados Unidos, integrados abrumadoramente por mujeres. Pero mi comentario ven¨ªa a cuento de un experimento que hice. Saqu¨¦ a la calle unas trescientas novelas y se las ofrec¨ª a la gente que pasaba. Las mujeres las aceptaban encantadas, pero no consegu¨ª que ning¨²n hombre se llevara un ejemplar¡±.
¡ª?Y por qu¨¦ cree usted que los rechazaban?
La ficci¨®n que me interesa depende de que los hechos est¨¦n muy bien comprobados para saber c¨®mo ocurrieron las cosas
¡ªLa novela es un g¨¦nero muy femenino. Las mujeres tienen una pasi¨®n por las relaciones, por el compromiso, por la conducta de la gente, much¨ªsimo mayor que los hombres. Y en Reino Unido es as¨ª desde el siglo XVIII cuando se produce la eclosi¨®n de la novela.
Los amantes del McEwan tortuoso y oscuro quedar¨¢n algo decepcionados con esta historia, aunque lo cierto es que el autor de relatos tremendos como Primer amor, ¨²ltimos ritos o Entre las s¨¢banas, y novelas con un punto sobrecogedor como Ni?os en el tiempo, Los perros negros o Amsterdam hace tiempo que se ha domesticado. Y sus libros han perdido la antigua ferocidad que le caracterizaba. ¡°He cambiado, obviamente. No se es la misma persona a los 65 a?os que a los 20. Es cierto que mis primeras novelas eran muy oscuras, pero espero haber preservado la intensidad de mi escritura. Ahora me interesa m¨¢s el color, y quiz¨¢s me he vuelto m¨¢s humano y m¨¢s capaz de perdonar. Uno se percata de lo maravillosa que es la gente, lo d¨¦bil que es, lo est¨²pida, cruel, creo que mi ficci¨®n se ha vuelto m¨¢s expansiva¡±.
McEwan forma parte de una brillante generaci¨®n de escritores brit¨¢nicos, Martin Amis, Julian Barnes o Salman Rushdie, todos muy amigos suyos, (Operaci¨®n Dulce est¨¢ dedicada al fallecido Christopher Hitchens). No deja de sorprender que personas a las que una imagina con enormes egos hayan sido capaces de mantener tan intensa amistad. ¡°Es que nos conocimos cuando nuestras carreras estaban despegando y eso confiere una cualidad especial a nuestra amistad porque nadie sab¨ªa si llegar¨ªa a ser famoso o no¡±. Las tensiones surgen, de vez en cuando, ¡°pero entre nosotros el afecto se mantiene. La vida es corta y nadie quiere perder el tiempo en grandes discusiones¡±. Palabras que le retratan como el ser sociable y apacible que es, seg¨²n opini¨®n generalizada.
No es casual que Ian McEwan haya acumulado decenas de amigos fieles a lo largo de una vida marcada por episodios dignos de un melodrama decimon¨®nico. Segundo hijo de un militar de origen escoc¨¦s, su madre ten¨ªa ya dos hijos de un primer matrimonio con otro soldado, fallecido en la II Guerra Mundial. Los dos hermanastros de McEwan quedaron al cuidado de la familia paterna, y el hermano mayor fue entregado en adopci¨®n antes de nacer ¨¦l, como d¨¦cadas despu¨¦s llegar¨ªa a saber el escritor. Tampoco el peque?o Ian creci¨® en la casa familiar. Cuando apenas ten¨ªa 11 a?os, sus padres, por entonces instalados en Libia, decidieron enviarlo a un internado ingl¨¦s. All¨ª pasar¨ªa McEwan siete a?os fundamentales de su vida.
Las mujeres tienen una pasi¨®n por las relaciones, por el compromiso, por la conducta de la gente, mayor que los hombres
¡ª?Tiene esta experiencia algo que ver con su extrema sociabilidad. Con su paciencia con la gente?
¡ªNo sabr¨ªa decirle. Desde luego tuvo que tener un impacto importante en mi car¨¢cter porque era una etapa crucial en mi vida. A los 17 era muy parado, muy t¨ªmido con las chicas, pero m¨¢s all¨¢ de eso no sabr¨ªa decirle.
Aunque reconoce que el internado estatal al que lleg¨® en los a?os cincuenta ¡°era bastante l¨²gubre¡±, lo recuerda con afecto ¡ª¡°los ¨²ltimos dos o tres a?os fui muy feliz all¨ª¡±¡ª y gratitud ¡ª¡°recib¨ª una educaci¨®n muy buena¡±¡ª. Lo que no significa que haya querido que sus dos hijos (de 27 y 30 a?os, respectivamente, fruto de su primer matrimonio) repitieran la experiencia. ¡°No, no. Siempre me ha gustado tenerlos en casa, estar con ellos. Mandarlos fuera hubiera sido una pena. Hombre, si me hubieran dicho a los 16 a?os que quer¨ªan irse a un internado, pues aunque con muchas reservas, les habr¨ªa autorizado. Pero para m¨ª habr¨ªa sido una enorme p¨¦rdida. Me gustan los cr¨ªos. ?Y la infancia es tan corta! Cuando te quieres dar cuentas te dices, ?d¨®nde est¨¢ mi ni?o de cinco a?os? Solo quedan las fotograf¨ªas¡±.
McEwan bromea ¡ª¡°eso no augura nada bueno¡±¡ª, cuando se le recuerda que se ha convertido poco menos que en el escritor nacional ingl¨¦s. Pero reconoce sin remilgos que el ¨¦xito con may¨²sculas, y el dinero ¡ªhoy es uno de los escasos ejemplos de escritor millonario¡ª, llegaron gracias a la versi¨®n cinematogr¨¢fica de su novela Expiaci¨®n, de la que se han vendido m¨¢s de cuatro millones de ejemplares. ¡°La pel¨ªcula atrajo al final a muchos lectores hacia la novela. Fue un poco excepcional en mi carrera, pero estupendo en cualquier caso¡±. Le digo a McEwan que algunos escritores viven el ¨¦xito con incomodidad. ¡°Es cierto. A muchos autores les culpabiliza el ¨¦xito, porque piensan que una cosa que tiene mucha aceptaci¨®n no puede ser buena. Es una especie de resaca del Modernismo. El arte era solo para las ¨¦lites. Es un error total. La novela del siglo XIX, Tolst¨®i o Dickens, ten¨ªan un ¨¦xito enorme en su propia ¨¦poca. Dickens era popular¨ªsimo. Es el Modernismo el que convierte la literatura en una especie de sacerdocio solo para iniciados que el pueblo no puede entender. Si vendes m¨¢s de doscientas copias de tu libro es que no vale nada. Y algo de eso subsiste¡±. Afortunadamente, no en ¨¦l.
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