Morrissey ni olvida ni perdona
La autobiograf¨ªa del exl¨ªder de los Smiths ajusta cuentas con la industria musical. Pol¨¦mica en Reino Unido por su inclusi¨®n en el prestigioso sello Penguin Classics
Puede que el 16 de octubre de 2013 pase a los anales de la industria editorial brit¨¢nica como el d¨ªa de la infamia: un cantante pop oblig¨® a la editorial Penguin a publicar su primer libro en la can¨®nica colecci¨®n de Classics. Tambi¨¦n puede que ese sacrilegio quede reducido a mera an¨¦cdota y que la de ayer sea simplemente la fecha de salida de un top seller, un tomo que evidencia los notables poderes narrativos del autor de Meat is murder. Y que revela igualmente sus humanas debilidades, pero de eso hablaremos m¨¢s adelante.
?En verdad, todo el alboroto sobre la publicaci¨®n de Autobiography suena a magistral campa?a promocional. A pesar de su mete¨®rica llegada, cabe pensar que el libro es el fruto de diez a?os de trabajo callado. Se trata de una obra finamente cincelada, que merece llegar m¨¢s all¨¢ del (extenso) c¨ªrculo de adoradores de Morrisey, que ¡ªsiendo obsesivos en su devoci¨®n¡ª seguramente ya conocen la mayor¨ªa de las historias que aqu¨ª se relatan.
No, no se cierra el misterio sobre sus preferencias. Aqu¨ª mete un palo en las ruedas cuando explica que se plante¨® engendrar un ni?o con Tina Dehghani, una amiga de origen iran¨ª. Morrissey ha apostado por el enigma er¨®tico, desde aquellos primeros tiempos con los Smiths, cuando se declaraba consagrado al celibato. Entre el pliego de cargos que presenta contra la prensa est¨¢ una conversaci¨®n ¡°difamatoria¡± celebrada en un hotel estadounidense, con destino al New Musical Express: entrevistador y entrevistado demostraban un conocimiento exhaustivo de la clandestinidad gay en Manchester; torpemente, aqu¨ª intenta ensuciar los motivos del periodista al revelar que, esa misma noche, ¨¦ste le llam¨® por tel¨¦fono. ?Para? Ah, usen su imaginaci¨®n.
Se incluyen abundantes p¨¢ginas sobre Jake Walters, el secretario/guardaespaldas que era su sombra durante los a?os noventa. Aunque la ternura ¡ªpara Jake y parte de la familia Morrissey¡ª queda eclipsada por la virulencia con que trata a sus supuestos enemigos. Literalmente, no tiene ni una palabra amable para Rough Trade, el sello indie que lanz¨® a los Smiths; su cabecilla, Geoff Travis, es caracterizado como un imb¨¦cil malicioso, algo que no concuerda con su extraordinaria labor. No sale mejor librado Tony Wilson, fundador del sello Factory y capit¨¢n general del renacimiento musical de Manchester. No se enteraba, asegura: no conoc¨ªa a los New York Dolls en 1976, imaginen.
Morrissey ha vagabundeado por abundantes discogr¨¢ficas y tiene suficientes argumentos para denunciar el f¨¦rreo sistema de latrocinio legal y control del artista que funciona desde el principio de la industria. Sin embargo, los debilita al caer en quejas particulares: que ¡°EMI promocionaba generosa y activamente a bandas j¨®venes que pod¨ªan atraer a mi p¨²blico¡±, mientras se limitaban a poner anuncios en prensa de sus discos (?uh?). Cuenta una reuni¨®n con el capo m¨¢ximo de Warner Music como un casting para determinar qu¨¦ figura deber¨ªan lanzar para el mercado del rock alternativo; no debi¨® de aprobar, ya que los recursos se invirtieron en... Alanis Morissette.
Asombra la competitividad de Morrissey. Nos detalla cu¨¢l fue el puesto m¨¢s alto alcanzado por cada lanzamiento suyo. Con los Smiths o en solitario, se sol¨ªa quedar en el n¨²mero 2 de los ¨¢lbumes m¨¢s vendidos en el Reino Unido; imagina una conspiraci¨®n medi¨¢tica para que no llegara a la cima. Le indigna que, en 2004, un disco de Keane ganara a su You are the quarry, y gasta espacio en explicar que el suyo llevaba seis d¨ªas en las tiendas, mientras el de los competidores se le adelant¨® un d¨ªa. Hay ganas de responder: ¡°Vale, para ti la perra gorda¡±.
La m¨¢xima herida es el juicio de 1996, tras el cu¨¢l el baterista Mike Joyce consigui¨® el 25% de los royalties de The Smiths, cuando inicialmente se conform¨® con el 10%. De lectura obligada para cualquier explorador legal de la industria musical, aunque no haya ni una gota de autocr¨ªtica: seg¨²n muchos observadores, Morrissey torpede¨® sus propias posibilidades al mostrarse displicente en el estrado. El cantante prefiere creer que fue castigado por el establishment, encarnado en el juez Weeks. Anteriormente, ya nos hab¨ªa advertido de que los jueces brit¨¢nicos son ¡°terroristas¡±, dado que aman pescar y cazar, pecados mortales para cualquier defensor de los derechos de los animales.
Recurri¨® y volvi¨® a perder. Una de las consecuencias fue su exilio rumbo a Los ?ngeles: a diferencia del guitarrista de los Smiths, Johnny Marr, que pag¨® lo exigido en la sentencia, Morrissey evita tener propiedades a su nombre en el Reino Unido, para no ser embargado. Pero la evidencia de que es mal perdedor no deber¨ªa hacernos olvidar la brillantez de la escritura o su certera descripci¨®n de lo que supon¨ªa crecer en el Manchester de los a?os 60/70.
Supon¨ªa pobreza y represi¨®n: casi todos los profesores que tuvo pertenec¨ªan a la categor¨ªa de monstruos, incluyendo alguno que amaba demasiado a los ni?os. Y violencia, violencia casual. En plena calle, un novio suelta un pu?etazo en la boca de su enamorada. Igual caricia recibe Morrissey de una compa?era de colegio. Su explicaci¨®n: ¡°Es que me gustas y no me miras¡±.
Autobiography supone una rica aportaci¨®n a las abundantes cr¨®nicas, cinematogr¨¢ficas o literarias, sobre la ¨¢spera vida en el norte de Inglaterra. Aunque su verdadero subtexto sea la gran haza?a de Morrissey, m¨¢s all¨¢ de convertirse en rock star siendo esencialmente un letrista. Hablo de la construcci¨®n de un personaje ¨²nico, definido por sus opciones est¨¦ticas y sus artes ret¨®ricas. Maestro en dar cortes, posee un inagotable arsenal de respuestas ingeniosas y provocadoras.
Su acotamiento de lo brit¨¢nico tambi¨¦n es parte importante de su legado: abarca desde el free cinema a los culebrones tipo Coronation Street, de Sherlock Holmes a tribus proletarias como los skinheads. Cierto que aqu¨ª chapotea en aguas traicioneras: defiende a los gemelos Kray y otros criminales londinenses, se le escapa alguna frase que podr¨ªa ser entendida como antisemita, le hace patinar la misantrop¨ªa y la arrogancia. Pero, qu¨¦ quieren, es Morrissey. Su propia vida es una obra de arte. En la categor¨ªa de work in progress.
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