Ver la luz
La velocidad de la luz es tal que ni siquiera somos capaces de entender la factura por el consumo que de ella hacemos en casa.
La velocidad de la luz es tal que ni siquiera somos capaces de entender la factura por el consumo que de ella hacemos en casa. De ah¨ª nuestra desconfianza. Gran parte del malestar social, cada vez m¨¢s creciente, tiene mucho que ver con la incapacidad de los administradores para explicarse a los clientes. Hablar de ciudadanos ser¨ªa concedernos un estatus demasiado elevado, clientes es la palabra perfecta. Con la subasta de contrataci¨®n el¨¦ctrica organizada en torno a la Organizaci¨®n de Consumidores y Usuarios (OCU) ha vuelto a suceder. Al final una empresa que opera en Internet con el luminoso nombre de Holaluz gan¨® la puja y ofrece a los nuevos clientes una rebaja.
Que las principales empresas del ramo no participaran en la pugna invita a pensar que la Comisi¨®n de la Competencia tendr¨¢ que estudiar si ha habido alg¨²n pacto encubierto. Ninguna liberalizaci¨®n es completa si a las malas pr¨¢cticas no se les opone una vigilancia extrema. A la espera de datos reales, la prudencia es buena consejera. Sucede algo similar en la guerra abierta contra las energ¨ªas renovables. Nos faltan datos para opinar con juicio. Por eso la Comisi¨®n de la Competencia se alza como un arma al servicio de los ciudadanos imprescindible en los tiempos que corren.
El peligro medi¨¢tico consiste en quedarse en la superficialidad si tenemos en cuenta lo poco que hemos sabido de su reforma. Tuvo sus cinco minutos de luz en la dimisi¨®n de una sobrina del ministro De Guindos, a quien le correspond¨ªa dirigir esta instituci¨®n, y estamos a la espera del nuevo nombramiento tras saber que al correr el cargo le hubiera correspondido a la hija del ministro Arias Ca?ete. Ser¨ªa f¨¢cil quedarse con la an¨¦cdota de ese domin¨® interfamiliar. Lo grave es la reforma de la instituci¨®n, que ha centralizado las funciones de varios organismos de supervisi¨®n especializados, y cuya comisi¨®n nombra el Gobierno. Las autoridades europeas ya advirtieron que abaratar en la protecci¨®n del ciudadano es una receta de doble moral, se le beneficia perjudic¨¢ndole. De la capacidad de trabajo de esta comisi¨®n, ahora a destajo y bajo la avalancha de recursos, depende la credibilidad de nuestro sistema. Algunos temen, y no les falta raz¨®n, que nunca lleguemos del todo a ver la luz.
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