Mejor tarde que nunca
La batalla que dan es casi siempre la misma Al revelarse la noticia, incr¨¦dulos o mixtificadores, los museos lo niegan
La batalla que dan es casi siempre la misma. Ya sea en Francia, en Alemania, en los Estados Unidos y, ahora, en los Pa¨ªses Bajos.
Al principio, al revelarse la noticia, por la prensa o por los libros, incr¨¦dulos o mixtificadores, los museos lo niegan. Luego, a medida que la evidencia masiva y la opini¨®n p¨²blica comienzan a pesarles, entonces, al cabo de largas reuniones llenas de aprensi¨®n y de escr¨²pulos, con la punta de la lengua los conservadores admiten que s¨ª. Acreditan, entonces, las nuevas versiones, las de las ventas forzadas, las del saqueo. Algunos, para ganar tiempo; otros, sin saber muy bien cu¨¢l es el pr¨®ximo paso a dar. Y esperan un tiempo y vuelven a esperar otro. Finalmente, al cabo de largos a?os, como hoy lo celebran los museos de Holanda, hacen p¨²blicas las listas definitivas de las obras saqueadas que se encuentran en su posesi¨®n o realizan una exposici¨®n nacional, como lo hizo Francia, para que los visitantes vengan a reclamar lo que les pertenece.
Explican su generoso acto a la prensa, cuidando no revelar su propia historia, sin trasfondos, sin memoria. No desean hacer recordar la ley t¨¢cita de los museos: una vez que una pieza entra, no debe salir nunca m¨¢s, pues es esencial hacer olvidar que en los a?os de la inmediata posguerra el reino de los Pa¨ªses Bajos ingres¨® en sus colecciones nacionales cientos de obras robadas por los nazis rechazando toda reclamaci¨®n por parte de sus leg¨ªtimos propietarios. As¨ª ocurri¨® con la legendaria colecci¨®n del marchante holand¨¦s Jacques Goudstikker, compuesta por m¨¢s de mil obras del Siglo de Oro de los Pa¨ªses Bajos. Su viuda dio la batalla desde 1946 hasta que en 1952 se rindi¨® ante tanta absurdidad. Luego hubo que esperar a 1998 y a la investigaci¨®n del periodista Pieter den Hollander para que, esta vez, la viuda del hijo de Jacques Goudstikker retomara el testigo y lograra, luego de ocho a?os de peticiones y de exigencias, en 2006, la restituci¨®n parcial tras d¨¦cadas de pleitos, de demandas, de batallas.
Las 139 obras presentadas en la web de la Asociaci¨®n Holandesa de Museos nos proporcionan una r¨¢pida s¨ªntesis del asunto del saqueo nazi. Incluyen arte vendido bajo presi¨®n del 1933 al 1940 y arte robado directamente por los alemanes. Las dos fases del saqueo.
Cuando las tropas del F¨¹hrer ocuparon el pa¨ªs se toparon con obras cl¨¢sicas de las que gustaban y con otras prohibidas en el Reich. As¨ª, las codiciadas pinturas y dibujos de artistas del Gran Siglo holand¨¦s, como Ferdinand Bol o Van Goyen, considerados por los nazis parte integrante de la Historia del Arte germ¨¢nica, que inclu¨ªa a los Pa¨ªses Bajos, como a Flandes o a Escandinavia. Y, por otra parte, la bella odalisca de Matisse y unas obras de Kandinsky. Las cuatro, obras producto de mentes degeneradas, como describi¨® Hitler al arte moderno en sus embarulladas memorias, Mein Kampf.
La historia es, tambi¨¦n, memoria, choque de fuerzas, soluciones. No debemos olvidar que esta decisi¨®n holandesa de publicar las listas de obras saqueadas llega tarde, luego de muchas adversidades y desgracias y desplantes. Llega tarde, aunque lo que importa, para nosotros, los que nos podemos a¨²n enterar, es que llega. Mejor tarde que nunca. Por fin.
H¨¦ctor Feliciano es autor del libro El museo desaparecido (Destino), sobre el expolio art¨ªstico de los nazis durante la II Guerra Mundial.
Babelia
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