?Qui¨¦n fue el extra?o Hildebrand?
El marchante y coleccionista tuvo una vida trenzada con el arte moderno, los museos alemanes y el proyecto cultural nazi
El marchante y coleccionista de arte cuyo desconcertante hijo y acopio han causado tanto revuelo en estos ¨²ltimos d¨ªas tuvo toda una vida trenzada, desde su juventud, con el arte moderno, los museos alemanes y el proyecto cultural nazi.
Hildebrand Gurlitt nace en Dresde en 1895 en una familia de artistas e intelectuales. Su abuelo fue un pintor renombrado, su t¨ªo, compositor; su padre, Cornelius, diplomado en arquitectura, historiador de arte y part¨ªcipe de la revalorizaci¨®n mundial del Barroco entre los siglos XIX y XX; su hermano, Wiliwald, un reconocido m¨²sico y music¨®logo. De cepa alemana cristiana, su abuela materna era jud¨ªa. Este rasgo biogr¨¢fico se convertir¨ªa en uno de los dos que determinar¨¢n gran parte de su destino al llegar Hitler al poder en 1933. La otra circunstancia que lo marcar¨¢ para siempre ser¨¢ su temprano inter¨¦s por el arte moderno. A los treinta a?os, Gurlitt se convierte en el director del K?nig Albert Museum de la ciudad de Zwickau. All¨ª, pronto organizar¨¢ exposiciones sobre la entonces controvertida obra de K?the Kollwitz o sobre la de los expresionistas del grupo Die Br¨¹cke, Emil Nolde y Karl Schmidt-Rottluff. Kandinsky, Kokoschka y Munch se contar¨¢n, tambi¨¦n, entre sus conocidos. Es en parte debido a las pol¨¦micas que se desarrollan en la ciudad sajona alrededor de estas vanguardias que en 1930 perder¨¢ su puesto en la instituci¨®n.
Ese mismo a?o se instalar¨¢ como director del Kunstverein de Hamburgo, en donde continuar¨¢ revelando al p¨²blico alem¨¢n ese arte moderno que en 1933 se convertir¨¢ oficialmente en arte degenerado. El t¨¦rmino lo acu?a Hitler cuando anatematiza el arte que proviene de mentes degeneradas en su autobiograf¨ªa.
Con la llegada del Tercer Reich se ve forzado a renunciar a su puesto y se dedicar¨¢ al negocio del arte. Por sus intereses degenerados y por las razones geneal¨®gicas consabidas no podr¨¢ aspirar a altos puestos en la cultura del Estado Nazi. Sin embargo, lograr¨¢ un nombramiento importante en la Comisi¨®n para la Disposici¨®n del Arte Degenerado. Su labor consistir¨¢ en liquidar las miles de obras de arte moderno que el F¨¹hrer orden¨® retirar de los museos alemanes. Una parte de los 1.500 cuadros, dibujos, acuarelas y otras obras en papel que se han encontrado recientemente en la residencia de su hijo proceden, casi seguramente, de estos museos.
Poco despu¨¦s de iniciarse en 1940 la ocupaci¨®n de Francia, Gurlitt comenzar¨¢ a viajar regularmente a Par¨ªs, permaneciendo en la capital por largas temporadas hasta la Liberaci¨®n en 1944. Cualquier marchante alem¨¢n conceb¨ªa entonces las condiciones impuestas a los franceses como las mejores para hacer negocios ¡ªHitler devalu¨® el franco en un 50% y, por lo dem¨¢s, un ej¨¦rcito de conquista es un imbatible argumento de ventas¡ª. All¨ª frecuentar¨¢, naturalmente, los medios alemanes de ocupaci¨®n y participar¨¢ en las grandes ventas de la casa de subastas de Drouot, que incluyen arte robado y sin robar. Los re?idos remates alcanzar¨¢n soberbios precios que batir¨¢n los r¨¦cords de venta para la pintura francesa en lo que iba de siglo. En diciembre de 1942, durante la venta p¨®stuma de la colecci¨®n del doctor Georges Viau, dentista y amigo de los impresionistas, Gurlitt se hace notar cuando puja la inaudita suma en ese entonces de casi dos millones de euros en el cambio de hoy para llevarse un Valle de Arc y la monta?a Sainte Victoire de C¨¦zanne.
Como para recordarnos que ni tan siquiera alguien con las s¨®lidas credenciales est¨¦ticas de Gurlitt se encuentra a salvo de los falsificadores, el cuadro result¨® ser un timo realizado en secreto por el fallecido y aut¨¦ntico sacadientes.
Tambi¨¦n, para considerar cu¨¢n ambidextro era el marchante alem¨¢n, que pod¨ªa jugar en varias canchas a la vez, tomemos La dama sentada de Henri Matisse, cuya imagen ha recorrido las portadas y pantallas del mundo como una pintura desconocida hasta ahora del pintor franc¨¦s. En un brote de inmodestia, debo aclarar que no se trata de un cuadro desconocido hasta ahora: es una de las pinturas que rastr¨¦e en mi libro El museo desaparecido y figura bajo el t¨ªtulo Mujer sentada en una butaca entre las ilustraciones del mismo. Adem¨¢s, se encuentra tranquilamente inventariado desde los a?os veinte en los consumados archivos de los herederos del gran pintor franc¨¦s. Con todo, del lienzo se apoderan los nazis en 1940 en la b¨®veda de un banco cerca de Burdeos. All¨ª, lo hab¨ªa depositado su due?o Paul Rosenberg, el propio marchante de Matisse. Luego, lo transportar¨¢n los alemanes hasta Par¨ªs, al museo del Jeu de Paume, dep¨®sito de arte saqueado. En 1942, en sus salas un negociante alem¨¢n, que posiblemente Gurlitt frecuentaba, realiz¨® un trueque con sus compatriotas confiscadores para introducirlo en el mercado parisino. Desde entonces, se perd¨ªa su rastro. Y, ahora, setenta a?os m¨¢s tarde, vuelve a aparecer, en Alemania, en los alrededores de M¨²nich, en un apartamento solitario y atestado de conservas, de suciedad y de arte, ocupado por el hijo octogenario e indocumentado de Hildebrand Gurlitt.
H¨¦ctor Feliciano es autor del libro El museo desaparecido (Destino), sobre el expolio art¨ªstico de los nazis durante la II Guerra Mundial.
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