Extra?a, tambi¨¦n hermosa
Lo que en una primera visi¨®n me amodorraba o me irritaba ahora me resulta magn¨¦tico
Me sucede a veces que las condiciones en las que veo una pel¨ªcula me provocan miop¨ªa ante sus transparentes valores. O al rev¨¦s. Que crees ver poes¨ªa donde solo hay pretensiones y trampas, que despu¨¦s de haber sufrido cuantioso tedio confundes algo atractivo a secas con una obra de arte. Los festivales de cine se prestan a ello. Puede ocurrir que hayas dormido poco y mal, que tu fatiga o tu estado de ¨¢nimo nublen la evidencia, que debido a la acumulaci¨®n de pel¨ªculas te hagas un l¨ªo mental cuando llevas seis o siete horas diarias mirando una pantalla. Tus gustos y tus juicios pueden modificarse para bien o para mal cuando ves esa pel¨ªcula un tiempo despu¨¦s en tu ciudad, en una sala repleta o en soledad, en el horario que t¨² has elegido, por placer y no por trabajo.
Vi en el ¨²ltimo festival de Cannes La gran belleza. Las referencias aseguraban con embeleso que era La dolce vita de Paolo Sorrentino. No sintiendo ninguna fascinaci¨®n especial hacia la celeb¨¦rrima pel¨ªcula de Fellini y habi¨¦ndome aburrido enormemente con la ¨²ltima entrega de Sorrentino, esa infame Un lugar donde quedarse, imagino que me sent¨ªa a la defensiva. Y me pareci¨® sobrecargada, habitada por una fauna de personajes esperp¨¦nticos cuya l¨²dica existencia me daba igual y situaciones agotadoramente caricaturescas, con una intensidad molesta. Y supuso una decepci¨®n particularmente lamentable para m¨ª, ya que me hab¨ªan gustado mucho Las consecuencias del amor e Il divo, dos muestras de una forma de contar historias tan ins¨®lita como poderosa.
Pero retorno a ella en Madrid, a las 10 de la ma?ana, con la sala para m¨ª solo. Por si acaso, porque me qued¨® la sensaci¨®n de que la hab¨ªa visto un poco abotargado. Y noto desde el principio el enganche que me provoca el fastuoso lenguaje visual de la c¨¢mara de Sorrentino retratando con originalidad lugares y personajes de la Roma matinal. El resto est¨¢ dedicado a la noche y al amanecer. El protagonista, un profesional del cinismo y del hast¨ªo lujoso, vive su fr¨ªvola existencia cuando llega la oscuridad y duerme de d¨ªa. Cuando era joven escribi¨® una novela que ha perdurado, pero que aparentemente tambi¨¦n le dej¨® seco. Desde entonces, este dandy que no exterioriza emociones, o cree que estas ya solo forman parte de su juventud, ejerce de cronista mundano, rodeado de friquis millonarios, observando el mundo con gesto elegante desde una terraza enfrente de un Coliseo fantasmal, visitando acompa?ado de velas los palacios m¨¢s antiguos y hermosos de Roma, de fiesta en fiesta, soltando vitriolo o ir¨®nica comprensi¨®n por esa boca a la que siempre acompa?a una copa y un cigarro, descubriendo en paseos solitarios al filo del amanecer rincones y momentos dotados de una extra?a belleza y de un lirismo transmisible.
Lo que en una primera visi¨®n me amodorraba o me irritaba ahora me resulta magn¨¦tico. Las im¨¢genes est¨¢n re?idas con lo convencional, el tono esperp¨¦ntico adquiere sentido, la m¨²sica est¨¢ admirablemente utilizada, el permanente juego de m¨¢scaras no es gratuito, esa catarata de im¨¢genes hipn¨®ticas pueden fascinar a la retina. Sorrentino tambi¨¦n dispone, como es habitual en casi todo su cine, de un actor admirable llamado Toni Servillo, un tipo que se mueve con id¨¦ntica veracidad y fuerza en la s¨¢tira y en el intimismo. No me voy a arriesgar revisando m¨¢s veces La gran belleza. Por si acaso. Para proteger mi ¨²ltimo recuerdo de ella.
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