Margaret MacMillan: ¡°La gran pregunta es por qu¨¦ no se mantuvo la paz¡±
El libro de la historiadora, 'La guerra que acab¨® la paz', ha recibido las m¨¢s elogiosas cr¨ªticas
Ya es raro que en un libro que se titula solo se escuche un disparo. Bien, en realidad dos: los que hizo Gavrilo Princip y que mataron al archiduque y a su mujer, precipitando la Primera Guerra Mundial. "S¨ª, bueno, el t¨ªtulo original en ingl¨¦s, La guerra que acab¨® la paz da m¨¢s la idea de mi enfoque", se?ala Margaret MacMillan (Toronto, 1943), cuyo libro (editado en Espa?a por Turner) ha recibido las m¨¢s elogiosas cr¨ªticas. La paz, pues, la paz destruida, es la gran protagonista de su 1914. "Por el hecho de que la guerra lleg¨® muchos historiadores la han juzgado inevitable, y no lo fue, hab¨ªa otras posibilidades. Exist¨ªan muchas razones por las que no ten¨ªa que haber estallado, pero, cegados porque ocurri¨®, se tiende a contemplar todos los acontecimientos anteriores como proleg¨®menos. En realidad la gran pregunta no es porqu¨¦ empez¨® la guerra sino porqu¨¦ no pudo mantenerse la paz¡±.
El k¨¢iser, Guillermo II, no sale muy bien parado en la visi¨®n de MacMillan. "El problema con ¨¦l es que hablaba demasiado y dec¨ªa muchas estupideces. Ten¨ªa miedo a no ser suficientemente en¨¦rgico. Y su actitud entonces hac¨ªa pensar a todo el mundo que Alemania era muy belicosa. A veces la gente d¨¦bil es la peor¡±. Es obvio que no le es simp¨¢tico. "Es dif¨ªcil que el k¨¢iser le sea simp¨¢tico a alguien. Era arrogante y sabelotodo, le enviaba consejos navales ?a la Royal Navy!¡±. Le dio un cachete en el trasero al rey de Bulgaria . "S¨ª, no ten¨ªa nada de tacto¡±.
MacMillan presenta una galer¨ªa fascinante de personajes y los describe, a ellos y sus motivaciones, con la precisi¨®n y delicadeza de Proust o Tolstoi.
En su libro, la historiadora se?ala muchos paralelismos entre la ¨¦poca preliminar a la Gran Guerra y la nuestra, como el parecido entre el uso disuasorio de los barcos de guerra y el de las armas nucleares y el desgaste que supuso para Alemania entregarse a una carrera para construir una flota equiparable a la de Gran Breta?a, similar al que sufri¨® la URSS en su competencia armament¨ªstica preventiva con EE UU. "Soy muy consciente, en parte es una forma de mantener el inter¨¦s del lector. Vivimos en un mundo muy diferente, tras dos guerras mundiales y la Guerra Fr¨ªa hemos aprendido a reconocer los peligros mejor. Pero al mismo tiempo es indudable que hacemos frente a muchos de los mismos problemas: nacionalismos, ideolog¨ªas, la hostilidad de sectores de las democracias hacia ellas¡.". O el terrorismo. ¡°S¨ª, resulta dif¨ªcil no comparar a la Joven Bosnia o la Mano Negra con Al Qaeda. El asesinato de Sarajevo sirvi¨® a los que en el imperio austroh¨²ngaro quer¨ªan invadir Serbia de manera parecida a como Bush aprovech¨® el 11-S para atacar a Irak¡±.
?Fueron las individualidades tan decisivas como refleja su libro? "Gran parte de la Historia depende de los individuos. ?C¨®mo puedes hablar del III Reich sin Hitler o de la URSS sin Stalin?¡±. MacMillan muestra un deleite especial en analizar los sentimientos de los l¨ªderes de Europa de 1914. "Veo a los personajes como seres humanos, con irracionalidades y sentimientos; el car¨¢cter de la gente cuenta. Que el jefe de Estado mayor del ej¨¦rcito austroh¨²ngaro Franz Conrad von H?tzendorf quisiera la gloria militar personal para poder casarse con una mujer divorciada, Gina von Reininghaus, su amante, fue relevante. A veces personas con grandes responsabilidades son un manojo de emociones con comportamientos err¨¢ticos. De nuevo esa parte ayuda a conseguir el inter¨¦s de los lectores; no se trata de hacer el Hola!, solo de no descartar la parte humana¡±.
La historiadora acusa a los l¨ªderes de entonces de falta de imaginaci¨®n para ver llegar la cat¨¢strofe y de valor para detenerla. "S¨ª, muchas veces es dif¨ªcil saber decir que no, oponerse a la presi¨®n cuando se habla del honor de un pa¨ªs y de su destino. En cuanto a la imaginaci¨®n, no previeron lo que iba a ocurrir, pese a que hab¨ªa muchas advertencias. Se ve¨ªa que a causa de la nueva tecnolog¨ªa militar pod¨ªa llegarse a un mort¨ªfero punto muerto. Pero la capacidad de los seres humanos para ignorar lo que no quieren saber es ilimitada, y ah¨ª hay de nuevo una lecci¨®n para nosotros mismos, como prueba el que haya gente que niega hoy el cambio clim¨¢tico¡±.
La guerra signific¨® el fracaso del internacionalismo socialista. "Si se hubieren unido todos los obreros de Europa no hab¨ªa habido guerra pero el nacionalismo demostr¨® ser una fuerza mayor¡±.
El miedo, apunta MacMillan jug¨® un gran papel. "El de unos pa¨ªses a otros, a que la movilizaci¨®n m¨¢s r¨¢pida del vecino le otorgara una ventaja decisiva; pero tambi¨¦n los miedos internos. La guerra significaba cerrar las brechas de la comunidad, aglutinarla patri¨®ticamente para hacer frente a un enemigo externo".
En v¨ªsperas de la I Guerra Mundial hab¨ªa en el aire, se?ala MacMillan un anhelo de limpieza, la idea de que la guerra pod¨ªa purificar la atm¨®sfera. ¡°Tambi¨¦n es una advertencia. Hay gente que encuentra la guerra glamurosa hoy, como prueba la popularidad de los War Games¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.