Rossana Podest¨¤, reina del p¨¦plum
Protagoniz¨® superproducciones de Hollywood y pel¨ªculas de 'serie B' en Italia y ser¨¢ recordada por imponerse a Ava Gardner y Elizabeth Taylor en el 'casting' de 'Elena de Troya'
Rossana Podest¨¤, la pin up italiana que protagoniz¨® tantas pel¨ªculas p¨¦plum en los a?os cincuenta y sesenta, muri¨® en Roma a los 79 a?os. Su vida cambi¨® el d¨ªa de 1955 en el que el director Robert Wise la prefiri¨® ¡ªella, que ignoraba por completo el ingl¨¦s, con apenas 18 a?os, sonrisa de ni?a y cuerpo de mujer¡ª a estrellas de Hollywood como Ava Gardner, Lana Turner y Liz Taylor, para el papel de la protagonista en Elena de Troya. Aquella cinta, sus batallas, duelos, bacanales, besos y l¨¢grimas se rodaron en los estudios de Cinecitt¨¤ y coronaron a Podest¨¤ reina del g¨¦nero de las aventuras mitol¨®gicas.
Su fresca sensualidad se hizo indispensable en las superproducciones norteamericanas filmadas en Italia, tras la II Guerra Mundial, los sandaloni, como se llamaban en la capital, cuando de boca en boca rebotaba la noticia de un rodaje y enjambres de buscavidas acud¨ªan a las puertas de Cinecitt¨¤ con un par de sandalias en la mano y el hambre en la barriga. Entre la ruidosa humanidad de los figurantes, los dioses del Olimpo y los h¨¦roes sin manchas, ella era la diva, en la pantalla y fuera de ella.
Carla Dora Podest¨¤, alias Rossana, naci¨® en junio de 1934 en Tr¨ªpoli, cuando Libia formaba parte de los dominios del Reino de Italia. Con el conflicto mundial el pa¨ªs perdi¨® sus colonias y muchos italianos de ?frica tuvieron que desplazarse a la pen¨ªnsula. Los Podest¨¤ aterrizaron en Roma. Mona, lozana, graciosa e insolente, inocente y maliciosa a la vez, como una Lolita, no fue dif¨ªcil para esta muchacha que a¨²n frecuentaba el instituto destacar en los castings que animaban entonces la ciudad.
El primero en notarla fue el director L¨¦onide Moguy, nombre casi olvidado de la cinematograf¨ªa, que a mediados del siglo pasado firm¨® dos pel¨ªculas m¨ªticas sobre los adolescentes (con t¨ªtulos en italiano, a pesar de ser ruso, y trabajar entre Francia y EE UU): Domani ¨¨ troppo tardi (1949) y Domani ¨¨ un altro giorno (1951). Rossana se incorpora en el segundo. ¡°Siendo actriz¡±, declar¨® luego a la revista ?poca, ¡°me ganaba dos duros, pero mi verdadera vida era otra¡±. Es el primer papel de una carrera que lleg¨® a los 60 hasta mediados de los a?os ochenta.
En 1953 su sensualidad carnal centra, y a la vez altera, La Red, del mexicano Emilio Fern¨¢ndez. El a?o siguiente, hechiza al p¨²blico ¡ªy no solo a los apasionados de intrigas mitol¨®gicas¡ª en la piel de Nausicaa, en el Ulises de Mario Camerini, protagonizado por Kirk Douglas. A la vez, cabalga la ola del llamado ¡°neorrealismo rosa¡±. Es la ¨¦poca de Guardie e ladri, de Steno (Stefano Vanzina) y Mario Monicelli (1951); Gli angeli del quartiere, de Carlo Borghesio (1952); Le ragazze di San Frediano, di Valerio Zurlini (1954). Apenas veintea?era, Rossana es una chica de portada. No tarda mucho en decidir que su porvenir estaba escrito en el cine.
La vida de la diva Rossana Podest¨¤ acab¨® pareci¨¦ndose a las aventuras de fuego y pasi¨®n que interpretaba, que fueran ambientadas en el mito o en la realidad m¨¢s apremiante. Su aventura personal no fue menos po¨¦tica, ni menos literaria. En 1954 se cas¨® con Marco Vicario, con el que rod¨® en Espa?a Playa prohibida. Vicario la dirigi¨® en varias pel¨ªculas, que contribuyeron a esculpir la fama de su guapa esposa m¨¢s que marcar hitos en la historia del s¨¦ptimo arte: Le ore nude (1964), Siete hombres de oro (1965), El gran golpe de los siete hombres de oro (1967), Il prete sposato (1970), Homo eroticus (1972), Paolo il caldo (1973).
A principios de los ochenta, lleg¨® otro romance: ya divorciada, en una entrevista Podest¨¤ contesta a bote pronto a una pregunta bien manida: ?Qui¨¦n te llevar¨ªas a una isla desierta? ¡°Me ir¨ªa con Walter Bonatti¡±, declar¨® la actriz pensando que tener a un conocido escalador y explorador como compa?ero ser¨ªa lo m¨¢s apropiado para una aventura ex¨®tica. Bonatti le escribi¨® una carta que m¨¢s o menos se podr¨ªa resumir en la siguiente frase: ¡°?Cu¨¢ndo salimos?¡±. Ella contest¨® con su n¨²mero de tel¨¦fono. ?l la llam¨® y dijo que estar¨ªa libre en unos meses. ¡°Ah, ?esto es lo mucho que te intereso?¡±, se neg¨® ella. El Rey de los Alpes volvi¨® a llamar. La cita se fij¨® para el d¨ªa despu¨¦s. Era el 2 de junio de 1981, Roma estaba celebrando la fiesta de la Rep¨²blica. Desde aquella primera comida, ya no se separaron hasta la muerte de Bonatti, en 2011. Ahora ella le alcanza, en un ep¨ªlogo perfecto para un poema ¨¦pico, donde solo la muerte puede con tanto amor.
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