Un ataque pol¨ªtico a las formas de vida
Las artes y la educaci¨®n han sufrido m¨¢s que nunca en Espa?a. El escritor considera que los brutales tijeretazos del Gobierno imponen el imperio del monocultivo cultural
Cuando leo o escucho que baja el ¡°consumo cultural¡±, estiro las orejas como un perro. Hay m¨¢s cosas que hago como un perro, pero no s¨¦ si tienen que ver con la cultura. El caso es que la expresi¨®n ¡°consumo cultural¡± me pone nervioso, como si se tratara de una contradicci¨®n en los t¨¦rminos. O es consumo o es cultural, me digo. Veamos: esa persona que en este mismo instante se encuentra en la cama de la habitaci¨®n de un hotel leyendo Crimen y castigo, ?est¨¢ consumiendo realmente el libro? ?Lo consume al modo en que consumo yo energ¨ªa el¨¦ctrica al encender la luz, al modo en que consumo una conserva al abrir una lata de berberechos, al modo en el que consumo un peque?o electrodom¨¦stico al exprimir una naranja? ?Est¨¢ consumiendo la novela como el adolescente que consume la paciencia de los padres, como el cincuent¨®n que consume para cenar un yogur griego con pipas de calabaza, como el que se compra un rolex de oro? ?Podr¨ªamos decir que esa persona es usuaria de la novela de Dostoievski al modo en que se es usuario de un campo de golf o de una tarjeta de cr¨¦dito?
Ustedes perdonen, pero la imagen de una se?ora desesperada (porque me gusta, s¨ª, que est¨¦ desesperada) leyendo el libro del c¨¦lebre autor ruso me ha despistado del asunto principal. Pensar que mientras yo escribo estas palabras puede haber una mujer en la habitaci¨®n de un hotel de Buenos Aires, por ejemplo, siguiendo, jadeante, las aventuras y desventuras de Raskolnikof, el famoso asesino de la vieja avara, me excita mucho, much¨ªsimo, y en todos los sentidos. Ya me pregunto si la lectora est¨¢ en ropa interior o desnuda, si con fiebre o sin ella, si con maquillaje o con la cara lavada. ?Y qu¨¦ hace en Buenos Aires, por Dios? ?Vive en Argentina o acaba de llegar de Europa y se ha desvelado por la diferencia horaria? ?Es representante de una firma de cosm¨¦ticos o profesora de Lengua? De ser profesora de Lengua, seguro que ha acudido a un congreso. La Lengua es una de las cosas que m¨¢s congresos produce, la Lengua y las enfermedades del coraz¨®n. Por cierto, ?ser¨ªa correcto calificar como producto de consumo un Congreso sobre la Met¨¢fora al que acudiera como ponente, pongamos por caso, Umberto Eco? ?Se consume una conferencia de Eco con el mismo esp¨ªritu e id¨¦nticos resultados con los que se consume esta marca de agua t¨®nica o aquella otra? Y bien, ?ha entrado esa se?ora de Buenos Aires en el libro de Dostoievski con el mismo esp¨ªritu pr¨®digo con el que se entra en un concesionario de autom¨®viles o en una tienda de perfumes?
Un sistema filos¨®fico, en fin, no es un bien consumible
El libro tiene un costado contable, eso no podemos negarlo. Hay quien lo escribe, quien lo edita, quien lo distribuye y hay, con suerte, alguien que lo compra. Proporciona puestos de trabajo, genera actividad econ¨®mica e influye en el PIB. Pero, claro, todo eso es pura filfa en relaci¨®n con los beneficios intangibles que proporciona. Un sistema filos¨®fico, en fin, no es un bien consumible. Tampoco una fantas¨ªa er¨®tica, qu¨¦ le vamos a hacer. Las obras de Plat¨®n llevan siglos produciendo beneficios econ¨®micos, pero a ning¨²n perturbado se le ha ocurrido, de momento, establecer el c¨¢lculo porque no se lee a Plat¨®n como se compran acciones de Endesa. Otro asunto es que su lectura provoque efectos secundarios de ese orden en la medida, por ejemplo, en que uno pueda ganarse la vida explicando al fil¨®sofo griego (los profesores de filosof¨ªa no fueron siempre una especie en extinci¨®n).
Por eso deber¨ªamos ser m¨¢s cuidadosos al elegir las palabras con las que nombramos las cosas. Ir al cine, escuchar a Beethoven, leer a Dostoievski o visitar el Museo del Prado no son formas de consumo. Son formas de vida. As¨ª que, en vez de se?alar en los peri¨®dicos, un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, que este Gobierno recorta las ayudas econ¨®micas al cine, al teatro, a la educaci¨®n, etc¨¦tera, deber¨ªamos denunciar que recorta las formas de vida actualmente existentes: ¡°El Gobierno recorta una nueva forma de existencia¡±. ¡°Desciende el n¨²mero de formas de entender el mundo¡±. ¡°El ministro de Cultura aboga por el monocultivo cinematogr¨¢fico¡±. Tales deber¨ªan ser los titulares.
?C¨®mo se ha llegado a esta situaci¨®n en la que nos pasamos el d¨ªa haciendo reglas de tres por las que intentamos averiguar cu¨¢n burros somos estableciendo proporciones aritm¨¦ticas entre los presupuestos del Estado y la Cr¨ªtica de la Raz¨®n Pura? Se ha llegado dando por supuesto que aquello que no se puede medir como se mide una hect¨¢rea, o cuantificar como se cuantifica una herencia, no existe. Si cuantificar consiste en expresar num¨¦ricamente una magnitud, ya me dir¨¢n qu¨¦ cifra otorgamos a las obras completas de Kafka.
Ir al cine, escuchar a Beethoven, leer a Dostoievski o visitar el Museo del Prado no son formas de consumo. Son formas de vida
¡ªA ver, ?qu¨¦ beneficios le ha tra¨ªdo a la se?ora que hemos abandonado en la cama de un hotel de Buenos Aires leer a Dostoievski?
¡ªBeneficios, ?en qu¨¦ sentido?
¡ªBeneficios en el sentido de beneficios, gilipollas.
¡ªBueno, podr¨ªamos decir que uno es m¨¢s sabio despu¨¦s de haber le¨ªdo al ruso.
¡ªM¨¢s sabio, m¨¢s sabio¡ ?Hablamos de una sabidur¨ªa pr¨¢ctica, de la que se puedan obtener unos rendimientos econ¨®micos inmediatos?
¡ªEso no, pero cuando uno lee aprende a leerse y a leer el mundo, aprende a interpretar la realidad, comprende la importancia de la b¨²squeda del sentido¡
¡ªNo me joda usted. Yo, sin haber le¨ªdo a Dostoievski, quiz¨¢ gracias a eso, he montado una franquicia de jabones que da trabajo a cinco mil personas.
¡ª?Cu¨¢nto ganan esas personas?
¡ªCuatrocientos euros de media. Y me hacen horas extraordinarias y festivos, y si les pido que me lleven a los ni?os al colegio, me los llevan. Bien visto, no entiendo c¨®mo no me matan.
¡ªQuiz¨¢ porque no han le¨ªdo a Dostoievski.
¡ªRaz¨®n de m¨¢s para prohibir las humanidades.
?Acaso, cuando muere un autor, la necrol¨®gica se?ala lo que su p¨¦rdida implica desde el punto de vista econ¨®mico? Recientemente nos abandon¨® Doris Lessing. He le¨ªdo todo lo que se escribi¨® en los d¨ªas posteriores a la noticia y nadie hac¨ªa menci¨®n a su potencial econ¨®mico. ?Las obras de esta autora no produjeron dinero? S¨ª, quiz¨¢ m¨¢s del que usted y yo podamos imaginar. ?Entonces? ?Se omiti¨® el dato por delicadeza? En absoluto. Se omiti¨® porque el beneficio econ¨®mico era un da?o colateral. Lo importante de la obra de Doris Lessing es lo que hizo por el progreso de la cultura human¨ªstica, que no se puede reducir a una cifra. Cuando esto no se comprende, las humanidades se van al carajo en los estudios. Se quita el lat¨ªn, se quita el griego, la filosof¨ªa, se reduce el estudio de la lengua y la literatura... Cuando no se comprende, decimos, pero quiz¨¢ tambi¨¦n cuando se comprende demasiado. Las sociedades en las que se pierde la sensibilidad cultural son m¨¢s d¨®ciles, m¨¢s f¨¢ciles de manejar, son menos libres porque carecen de un discurso alternativo al dominante. Sin discurso, no hay manera de modificar la realidad. La realidad es producto del discurso. La realidad actual es producto del discurso dominante actual. De ah¨ª su calamitoso estado.
Cada lunes por la ma?ana, cuando salgo a caminar por un parque cercano a mi domicilio, veo, indefectiblemente, rota la marquesina de un autob¨²s. Son destrozos llevados a cabo cada fin de semana por j¨®venes incapaces de expresar su malestar de otro modo. Odian el sistema y apedrean por tanto los s¨ªmbolos externos de ese sistema practicando un modo de delincuencia atenuada que les compensa moment¨¢neamente de vivir en un mundo sin salida, sin horizonte laboral o moral, en un mundo completamente desquiciado. No advierten que el delincuente, tal como se?alaba Octavio Paz en un ensayo de juventud, confirma la ley en el momento mismo de transgredirla. No se trata de un sujeto peligroso, pues. De hecho, si un d¨ªa, de la noche a la ma?ana, desapareciera esta delincuencia de baja intensidad, el Ministerio del Interior tardar¨ªa 48 horas en convocar oposiciones para cubrir urgentemente todas esas plazas de delincuentes desaparecidos.
No advierten que el delincuente, tal como se?alaba Octavio Paz en un ensayo de juventud, confirma la ley en el momento mismo de transgredirla
Si se puede practicar impunemente la delincuencia grande, por la que actualmente estamos gobernados, es, en parte, por la existencia de los peque?os malhechores, con los que el poder nos distrae como ese mago que nos obliga a mirar su mano izquierda mientras consuma la trampa con la derecha. El joven, pues, que el s¨¢bado por la noche termina la juerga colocando silicona en la ranura de un cajero autom¨¢tico para no irse a la cama sin haber contribuido a la liquidaci¨®n del sistema, est¨¢ haciendo gratis algo por lo que le deber¨ªan pagar. No sabe hasta qu¨¦ punto est¨¢ contribuyendo a reproducir lo que detesta. No constituye un peligro para nadie, excepto para s¨ª mismo. El tipo verdaderamente peligroso es el que un s¨¢bado por la tarde se queda en casa leyendo Madame Bovary (tomen Madame Bovary como un ejemplo). Ese chico es una bomba, ya que la realidad est¨¢ hecha de palabras. Quien las domina tiene m¨¢s capacidad de destrucci¨®n que un experto en explosivos. Si los lectores de Madame Bovary, en fin, alcanzaran el tama?o que los soci¨®logos denominan ¡°masa cr¨ªtica¡±, acabar¨ªan generando un discurso que, colocado en el sitio adecuado, har¨ªa, al explotar, m¨¢s da?o que la Goma 2.
No hace mucho estaba en mi casa, sin meterme con nadie, cuando son¨® el timbre de la puerta. Abr¨ª. Al otro lado hab¨ªa una chica que quer¨ªa hacerme una encuesta sobre ¡°h¨¢bitos de consumo¡±. La invit¨¦ a pasar y todo fue bien hasta que llegamos al apartado de ¡°consumos culturales¡±. ?C¨®mo se mide ese h¨¢bito?, me pregunt¨¦. ?Se puede calificar la lectura de Proust como un h¨¢bito de consumo? Entonces fue cuando me vino a la cabeza la imagen de una se?ora de edad media leyendo Crimen y castigo en la habitaci¨®n de un hotel de Buenos Aires. Desped¨ª a la encuestadora y repas¨¦ las noticias de los ¨²ltimos meses relacionadas con el estado de la cultura. Todas, sin excepci¨®n, hablaban de los recortes econ¨®micos en un intento desesperado de cuantificar econ¨®micamente lo incuantificable. Naturalmente que hay una relaci¨®n entre el dinero circulante y los bienes de consumo. ?Pero debemos darle a la cultura y a la educaci¨®n el tratamiento de un bien de consumo? No lo creo, porque en ese mismo instante las reducimos a la categor¨ªa de lo prescindible. Si en ¨¦pocas de crisis, viene a decirnos el ministro de Cultura, prescindimos del coche o de cenar fuera los s¨¢bados, ?por qu¨¦ no reducir tambi¨¦n el consumo de Quevedo, de Flaubert, de Walter Benjamin, de Chejov o de Hitchcock? Ah¨ª est¨¢ la trampa. La inc¨®gnita de por qu¨¦ hoy somos m¨¢s burros que ayer pero menos que ma?ana no se despeja con una ecuaci¨®n convencional. Tal vez los recortes que el Gobierno actual est¨¢ aplicando a la formaci¨®n human¨ªstica y, en general, a la cultura, no sean el origen de nuestras carencias educativas, sino su consecuencia. Lo hace porque puede. Lo hace porque nos puede. Nos puede porque nos hemos quedado sin discurso.
La gran ca¨ªda
A falta de cerrar 2013, y pendientes de la ¨²ltima hornada de estrenos del d¨ªa de Navidad a la cartelera, los primeros c¨¢lculos econ¨®micos del cine en Espa?a apuntan que las salas recaudar¨¢n unos 500 millones de euros; 114,20 millones menos que en 2012, un descenso de 135,85 millones respecto a 2011.
A duras penas se alcanzar¨¢n los 80 millones de entradas vendidas en Espa?a en las salas comerciales de cine en 2013.
En teatro la asistencia de p¨²blico ha bajado por culpa principalmente de la subida del IVA hasta el 21%. Los datos de recaudaci¨®n neta del sector al final de la temporada, es decir, en agosto, muestran que de los 247 millones de la temporada 2011-2012 se ha pasado a los 163 millones de la presente temporada; un descenso de 84 millones (33,99%).
En las industrias culturales en 2012 hubo un descenso de las taquillas del 10%.
Las artes esc¨¦nicas han perdido en el ¨²ltimo lustro el 30%, seg¨²n el ¨²ltimo Anuario de las artes esc¨¦nicas, musicales y audiovisuales, de la SGAE.
En la danza, en 2012 el baj¨®n lleg¨® hasta el 43,41% en su n¨²mero representaciones.
Las ventas en libros habr¨¢n ca¨ªdo al final de 2013 por sexto a?o consecutivo, acumulando un 38%, de cumplirse los pron¨®sticos de un 10% menos en estos ¨²ltimos 12 meses.
El 68% de quienes leen en formato digital lo hacen con descargas ilegales.
Solo el 63% de los espa?oles dice leer <CF1052>al menos un libro al a?o, mientras la media europea es del 71%.
Durante 2012 se celebraron 116.446 conciertos en Espa?a, un 4,3% menos que en 2011, con 26 millones de espectadores y una recaudaci¨®n de 171,7 millones de euros.
Desde hace una d¨¦cada las ventas de discos han bajado un 77, 5%.
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