La otra mitad de la vida
En ese oficio de buscar la palabra y el libro estaba predestinado a ser un editor, un 'Publisher', y lleg¨® a esos mundos naturalmente
Aquel hombret¨®n que parec¨ªa sacado de un ¨¢lbum de las viejas glorias del baloncesto americano se sent¨® tan largo como era, con los pies avanzando hacia el otro extremo de la mesa, se alis¨® el pelo escaso que peinaba como con pena de los tiempos perdidos, y exclam¨®:
--Ya ves, ahora ya solo tengo la mitad de la vida.
Acababa de morir su mujer, su compa?era de much¨ªsimos a?os, y ya ¨¦l estaba all¨ª, en aquella casa que parec¨ªa la biblioteca de un don de Oxford, m¨¢s solo que nunca. Para ¨¦l los para¨ªsos ya eran los de la memoria; persist¨ªan algunos, f¨ªsicos, tangibles a¨²n, como aquel lugar de Sitges donde se refugi¨® para escribir o recopilar libros o versos, o como su ¨²ltimo lugar de la monta?a, donde busc¨® el aire que ya le falt¨® definitivamente ahora.
Su organismo buscaba el papel impreso, el libro que constituy¨® el eje de su vida, y con eso, con ese tacto, se conformaba tambi¨¦n en lo que le iba restando de vida. Pocas veces, en ese tr¨¢nsito que acab¨® ahora, se le escuch¨® quejarse de su condici¨®n f¨ªsica, de ese pulm¨®n desairado que lo acompa?¨® desde la adolescencia y que ahora le priv¨® primero de la voz (y de la palabra) y luego de la vida misma.
En ese oficio de buscar la palabra y el libro estaba predestinado (en el sentido ingl¨¦s, pero tambi¨¦n en nuestro sentido) a ser un editor, un Publisher, y lleg¨® a esos mundos naturalmente, desde los grandes proyectos de la cultura catalana de la ¨¦poca anterior a la transici¨®n; en la transici¨®n misma esa vocaci¨®n (pol¨ªtica, editorial) se acentu¨® igual que su buen gusto para constituir un cat¨¢logo (el de Ediciones 62) que se parece con clarividencia a su propio gusto.
Hab¨ªa otros placeres en Josep Maria Castellet; sonre¨ªr, por ejemplo; su sonrisa era amplia, como veraniega, y respond¨ªa as¨ª al est¨ªmulo de la amistad; ten¨ªa amigos fijos y transe¨²ntes, y con todos ellos prodig¨® la generosidad con la que, en el ¨¢mbito del editor, en el sentido ingl¨¦s, acogi¨® a los j¨®venes nov¨ªsimos que antologiz¨® casi jugando.
Es imposible imaginar a este hombre ya sin voz; pues as¨ª pas¨®; tengo de ¨¦l una ¨²ltima imagen inquietante, en un documental emitido por TVE sobre su amigo Jorge Sempr¨²n. El documental se puso en el aire a finales de diciembre, y en ¨¦l estaba mudo; al lado de su amigo y compa?ero Xavier Folch, que hablaba, Castellet permanec¨ªa sonriente y mudo, como si estuviera ante nosotros tan solo la mitad de la vida del hombre.
Para m¨ª fue esa como una premonici¨®n triste, as¨ª que unos d¨ªas repet¨ª la llamada que a veces le hac¨ªa. Estaba en el hospital, sin voz, Castellet sin voz; era ya el fin del a?o, y fue el ¨²ltimo fin de a?o de este hombre que complet¨® una vida plena, gozosa, en la que cuando se puso la tristeza tambi¨¦n reaccion¨® como si el tiempo no lo fuera a vencer.
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