Sobre la marcha, al piano
La pianista venezolana Gabriela Montero recupera para las salas de concierto el olvidado arte de la improvisaci¨®n cl¨¢sica La venezolana es enemiga declarada del chavismo y protegida de Martha Argerich
La escena debe ser de las m¨¢s singulares que puedan verse hoy en una sala de conciertos. Nos encontramos en el imponente KKL, o Palacio de Congresos y Conciertos de Lucerna, lleno hasta la bandera. La estrella es una pianista que con naturalidad coge el micr¨®fono y se pone a charlar con el p¨²blico. Les pide que canten (o silben) alguna melod¨ªa, de preferencia bien conocida.
Los recatados suizos primero r¨ªen con timidez, pero de a poco se lanzan a cantarle desde un fragmento de Beethoven hasta una canci¨®n tradicional pasando por el cl¨¢sico latino Moliendo Caf¨¦. La pianista escucha con atenci¨®n, repite el motivo y se queda pensando con los ojos cerrados. Poco despu¨¦s, se lanza a tocar la pieza en formato de fuga, o de imponente preludio, a?adiendo infinitas variaciones y colores.
Lo que el p¨²blico del Festival de Lucerna est¨¢ presenciando con indisimulado asombro es algo que fue la regla durante buena parte de la historia de la m¨²sica, pero que se ha perdido (casi) por completo a partir del siglo XX. Se trata del olvidado arte de la improvisaci¨®n cl¨¢sica. Un arte en el que m¨²sicos como Bach, Liszt o Mozart fueron consumados maestros, y que renace gracias a Gabriela Montero.
Nacida en Caracas en 1970, es posible que el lector recuerde a Montero del d¨ªa en que toc¨® ante cientos de millones de personas en la primera ceremonia de investidura de Barack Obama. Junto a Yo-Yo Ma e Itzhak Perlman, interpret¨® una pieza de John Williams compuesta para celebrar al primer presidente afroamericano de la Historia.
Gabriela Montero recibe a EL PA?S para una extensa charla a orillas del Lago de Lucerna. Interrogada acerca de su arte, explica que, a su entender, la capacidad para improvisar es un talento que no se aprende, aunque admite que la improvisaci¨®n jazz¨ªstica es un caso distinto, ¡°dado que en general se practica en grupo, y por eso es necesario que haya una arquitectura bien definida¡±.
Pero se impone una pregunta evidente: si la improvisaci¨®n fue algo habitual durante siglos, ?por qu¨¦ es hoy algo extraordinario? ¡°El problema es que ahora todo se graba, lo que ejerce una presi¨®n tremenda sobre los m¨²sicos. Mozart hablaba y bromeaba con su p¨²blico. Pero hoy somos m¨¢s conservadores porque estamos obsesionados con nuestro legado: la grabaci¨®n¡±.
La pianista ha convertido en ¡°marca de f¨¢brica¡± las charlas con su p¨²blico y los cantos con los que la gente le hace llegar sus temas. Seg¨²n explica, el ritual es esencial pues hace que el p¨²blico entienda que la improvisaci¨®n nace ante sus ojos. ¡°Que es algo irrepetible¡±, se entusiasma Montero.
¡°Lo curioso es que yo misma soy espectadora del proceso, como si me separara de m¨ª para observar lo que ocurre. Improvisar es como abrir un grifo: siempre sale agua. Es como si en mi cabeza se creara un lienzo blanco en el que tiene lugar la creaci¨®n. Es gracioso, pero de joven yo pensaba que todos los m¨²sicos improvisaban. Aunque yo no soy un bicho raro; los raros son los otros¡±, precisa entre risas.
Montero debe mucho a un encuentro providencial con una aut¨¦ntica leyenda viviente del piano: la argentina Martha Argerich. ¡°De joven tuve una profesora horrible, que me prohibi¨® improvisar, borrando as¨ª algo esencial de mi naturaleza¡±, rememora la venezolana, ¡°pero tras una charla con Martha, me pidi¨® que tocara algo y se me ocurri¨® improvisar sobre ella: su vida y sus experiencias.
Martha qued¨® fascinada como una ni?a. Me pregunt¨®: ¡°?y por qu¨¦ no compartes este talento?¡± Luego me confes¨® que solo hab¨ªa conocido a otro m¨²sico con esta capacidad: su maestro Friedrich Gulda. Es as¨ª que llam¨® a sus contactos y me lanz¨® al mundo¡±.
Pero en esta ¨¦poca de artistas a menudo sin aristas, formateados para caer bien a todos los p¨²blicos, Montero destaca por otro rasgo inhabitual. Se trata de su compromiso pol¨ªtico y su lucha contra el r¨¦gimen que dirige su pa¨ªs: el chavismo.
¡°Yo represento a la otra Venezuela¡±, se inflama antes de afirmar: ¡°Mi pa¨ªs es un aut¨¦ntico desastre. La gente es violentada a diario y la corrupci¨®n end¨¦mica ha alcanzado niveles nunca vistos¡±. Aunque la pianista admite que decir estas cosas no es nada f¨¢cil. ¡°Pago un precio por decir esto, pero no puedo dar la espalda a la situaci¨®n de mi pa¨ªs. Lo cierto es que el hampa dirige Venezuela y que a pesar de ser uno de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo a nivel de recursos naturales, carecemos de bienes y servicios elementales. Hemos pasado de ser meramente tercermundistas a convertirnos en uno de los pa¨ªses m¨¢s primitivos y ca¨®ticos del mundo¡±.
Un discurso inusual en boca de una artista que viene del mismo pa¨ªs que el ¡°ni?o mimado¡± de la m¨²sica cl¨¢sica, el director de orquesta Gustavo Dudamel. ?C¨®mo digiere el carism¨¢tico director el discurso de la ¡°otra¡± gran personalidad musical venezolana de hoy? ¡°Nunca hemos hablado de estos temas con Gustavo, a quien conozco de siempre. Pero lo que tengo para decirle prefiero hablarlo con ¨¦l en persona, y no por la intermediaci¨®n de un diario espa?ol¡±, zanja la pianista.
Aunque no se priva de aclarar un punto: ¡°Quisiera recordar que el Sistema no existe gracias a Hugo Ch¨¢vez, sino que es una realidad desde mucho antes que los bolivarianos llegaran al poder. La gente en Europa o Estados Unidos cree que el Sistema y la Orquesta Sim¨®n Bol¨ªvar representan una Venezuela que ser¨ªa un oasis de paz social y m¨²sica. Pero no es verdad, pues la orquesta no representa la tragedia en que se ha convertido mi pa¨ªs. El Sistema es usado por el Gobierno para sus proyectos pol¨ªticos, pero Venezuela tiene unos niveles de corrupci¨®n que la dejan en el puesto 160 sobre 177 pa¨ªses. Estamos peor que Zimbabue¡±.
Gabriela Montero afirma que como artista no busca tener m¨¢s fans que nadie. ¡°No me obsesionan ni el dinero ni el poder¡±, explica. ¡°Y ya s¨¦ que suena a lugar com¨²n, pero si logro conmover a una sola persona del p¨²blico me doy por satisfecha¡±. En cuanto a sus esperanzas para el futuro de su pa¨ªs, Gabriela Montero concluye: ¡°Mi mayor sue?o es que un d¨ªa Venezuela tenga justicia social. Pero de la de verdad¡±.
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