Carlos Yushimito: ¡°La circulaci¨®n de ideas en las ferias es reducida. En Facebook un debate puede funcionar¡±
El narrador peruano presenta su cuarto libro y habla de Nueva York y Los Angeles como epicentros de la escritura en espa?ol
Los relatos de Carlos Yushimito ¨Cnacido en Lima en 1977¨C retan la inteligencia con un lenguaje limpio y exquisito. Sus personajes plantean sin previo aviso ideas originales sobre el mundo y la incomodidad de ser humano. Seleccionado por Granta en 2010 como uno de los mejores narradores j¨®venes en espa?ol. Sus cuentos pueden ser atemporales, algunos lindan con la ciencia ficci¨®n, y otros est¨¢n amoblados por la geograf¨ªa y sonoridad brasile?as. Un relato sobre Per¨² aborda el sensacionalismo lumpen de la prensa chicha.
Al hablar de su nuevo libro, Los bosques tienen sus propias puertas (Demipage), Yushimito habla tambi¨¦n de Nueva York y Los Angeles como nuevos epicentros de la escritura que tiene a la lengua espa?ola como geograf¨ªa. Plantea que si bien la literatura no tiene una funci¨®n social, como ciudadanos, los escritores est¨¢n obligados a contribuir al intercambio de ideas y al desarrollo de una independencia y una mayor conciencia cr¨ªtica.
Yushimito cursa un doctorado en la Universidad de Brown y vive en Providence (EEUU) desde 2008. Su libro?Lecciones para un ni?o que llega tarde fue editado en Barcelona en 2011.
El escritor peruano m¨¢s vendido a fin de 2013, Jerem¨ªas Gamboa, ha difundido una imagen de Yushimito en sus primeros libros: la del peruano de ra¨ªces japonesas que escribe sobre Brasil. Sin embargo, el narrador ha tomado otro camino, abandonando el Brasil que construy¨® en homenaje a Rubem Fonseca y Jo?o Guimar?es Rosa. Gamboa fue uno de la veintena de escritores de tres generaciones distintas que asistieron a la presentaci¨®n del libro.
Pregunta. ?De qu¨¦ se nutri¨® para escribir sobre Brasil sin haber estado all¨ª?
Respuesta. Debo mucho a la literatura y a las pel¨ªculas que vi. La literatura brasile?a me gusta mucho. La influencia de Rubem Fonseca es recurrente como universo referencial, pero cohesionar las historias alrededor de Brasil como geograf¨ªa fue ocurriendo de a pocos. Me atra¨ªa la posibilidad de hacer una historia ¨¦pica sobre periferia, pero escribir sobre personas suburbanas peruanas con cierto ¨ªndice de violencia me parec¨ªa inveros¨ªmil de antemano, por cierto pudor ¨¦tico. En alg¨²n momento prefer¨ª, para quebrar la locaci¨®n peruana, extrapolar a una favela: se me conectaron esas pulsiones que ten¨ªa ¨Cde recuerdos de im¨¢genes de barriadas¨C con los referentes de Fonseca. Fue una liberaci¨®n que ocurriera en Brasil porque me permit¨ªa moverme libremente.
P. Y no ser fiel al referente.
R. Exacto, ya no ten¨ªa ese pudor de la cercan¨ªa. Me da autosuficiencia para escribir y estar en ese borde de lo que puede ser verdad y lo que puede ser ficci¨®n. Luego hay otras resonancias, por ejemplo la sonoridad brasile?a: los nombres de las calles y de los personajes me daban una base sobre la cual partir. Tambi¨¦n hay algunos homenajes en el libro, uno a?Guimar?es Rosa, el mundo del sert¨®n, del noreste, para ello investigu¨¦ porque la geograf¨ªa es distinta. Hablar sobre favelas no es tan dif¨ªcil en t¨¦rminos de descripci¨®n porque hay una imagen planetaria de ellas. Eso me permit¨ªa hablar sobre el Per¨² sin mencionarlo directamente o sobre las periferias en Latinoam¨¦rica, con ese simbolismo alrededor de lo brasile?o.?Las Islas (su segundo libro) es una serie de cuentos que tienen como escenario una favela imaginaria. Excepto por?Apaga la pr¨®xima luz, un cuento que dediqu¨¦ a?Guimar?es Rosa (incluido en su libro de 2011 y?Las Islas), con la historia de un cangaceiro (bandolero) famoso del siglo XX, Virgulino Ferreyra, luego me he ido desligando de Brasil. Es una pregunta tan recurrente que yo mismo me cohib¨ª.
P. Hay frases que parecen de un brasile?o que est¨¢ aprendiendo espa?ol.
R. Claro. Intent¨¦ escribir en portu?ol y hay palabras en portugu¨¦s. Donde fui m¨¢s radical es en el cuento del cangaceiro, mi intenci¨®n era imitar un poco a?Guimar?es aunque es imposible porque es un maestro. Hab¨ªa muchos signos en?Las Islas para que el lector los siga, como Clarice Lispector y el MPB (g¨¦nero musical: m¨²sica popular brasile?a). uno de los personajes se llama Fernanda Abreu (una cantante brasile?a). Pero no quer¨ªa encasillarme como un escritor ex¨®tico, iba a ser siempre el peruano que escribe sobre Brasil.
P. Lo del exotismo es cuestionable: para los peruanos un escritor peruano de ancestros japoneses es normal.
R. Exacto. En Espa?a, Chile y Argentina la pregunta inicial siempre alud¨ªa a mi ascendencia y eso nunca ha sido para m¨ª un conflicto porque en el Per¨² estamos muy acostumbrados al mestizaje oriental. Puedo entender la curiosidad pero preferir¨ªa que lo relevante fuera el texto mismo. Jam¨¢s me he visto como un representante de lo nikkei (japoneses de segunda generaci¨®n), nunca me he reivindicado con una distinci¨®n ¨¦tnica. Cuando Jerem¨ªas Gamboa me menciona como ¡®lo latinoamericano¡¯, tampoco lo veo tan representativo: no creo ser un s¨ªmbolo de nada, ni de lo latinoamericano cosmopolita, ni de lo ex¨®tico. Como lector jam¨¢s me detengo en un inicio con lo biogr¨¢fico.
P. ?La ausencia de referentes temporales, pol¨ªticos o sociales en sus cuentos es intencional?
R. No lo hab¨ªa pensado. Pero es verdad que no me interesa mucho localizar las historias en tiempos y geograf¨ªas absolutamente identificables. En Las Islas hab¨ªa la idea de localizarlo en Brasil y el tiempo es contempor¨¢neo, pero en el segundo y en mi nuevo libro hay una intencionalidad de borrarlos en lo posible. Me siento m¨¢s c¨®modo con lo inespec¨ªfico, tal vez es un s¨ªntoma de pereza.
P. Aunque es notorio el trabajo en lograr los personajes.
R. La atm¨®sfera de la historia siempre ha sido lo principal para m¨ª, va configurando un propio lenguaje y la interacci¨®n de los personajes. Estoy muy contento con el ¨²ltimo libro porque cobran mucho m¨¢s vida que antes. He sentido aquello que dicen los escritores acerca de que podr¨ªan estar en el mundo real, tengo tres personajes de los que puedo hablar como si los conociera, cosa que no me hab¨ªa ocurrido. Lo veo como un s¨ªntoma de madurez. En cuando a los referentes, el ¨²nico sobre Per¨² (Los que esperan) es una gran alegor¨ªa sobre la prensa amarilla. Es el que m¨¢s feliz me ha hecho de los que inclu¨ª aqu¨ª. En el nuevo libro ya son peque?as novelas cortas: mis cuentos han empezado a demandarme m¨¢s p¨¢ginas, rebasan las 30 o 35 p¨¢ginas.
P. ?C¨®mo es su trabajo de escritura?
R. El proceso es bastante visual. No me puedo sentar a acabar una historia si no tengo la maqueta previa a la construcci¨®n. Escribo y abandono las historias y las tengo apartadas un tiempo y luego de un a?o o dos releo y me parece escrito por otra persona lo cual me da una distancia perfecta y eval¨²o con mucha m¨¢s claridad cu¨¢l es su posible valor.
P. Tiene suficientes textos estacionados para seguir produciendo.
R. Durante el a?o acad¨¦mico me concentro como buen estudiante, de modo que las vacaciones me ayudan a desconectar completamente y puedo escribir. Tengo que publicar una novela que ya se anunci¨®: llevo en ella cerca de cuatro a?os y escribi¨¦ndola constato que la din¨¢mica de la escritura de novela es absolutamente distinta de la del cuento porque no puedo escribir un fragmento y luego abandonarlo, por su extensi¨®n resulta dif¨ªcil. Estoy yendo en otra direcci¨®n: ya no estoy tan convencido de que quiera escribir en un registro realista y sin embargo es una novela hiperrealista, porque ocurre en un tiempo espec¨ªfico, en Per¨². La experiencia me ha convencido de que no soy un novelista, soy m¨¢s un cuentista.
Pero tengo curiosidad por saber c¨®mo la voy a terminar: estoy contento con algunas partes, es muy oral, hay personajes con registros andinos, ha sido un ejercicio muy interesante pero no voy a insistir en novelas de 200 p¨¢ginas, sino que mi tope ser¨¢ 90. Es como las categor¨ªas de box: hay peleadores de peso pesado y otros que somos peso ligero. Hay un prejuicio porque ven al cuento y la novela corta como literatura menor en relaci¨®n a la novela y no lo creo.
P. Trabajan como uno de peso pesado.
R. Pero los peso pesado tienen m¨¢s promoci¨®n, tienen su Don King.
P. ?Busc¨® la academia para permitir su trabajo como escritor?
R. Cuando se dio la posibilidad de salir a EEUU para hacer la maestr¨ªa y un doctorado, lo tuve en cuenta porque veo la academia como una profesionalizaci¨®n de la lectura. Soy muy feliz ahora porque m¨¢s all¨¢ de dar clases de espa?ol, tengo tiempo para leer y adem¨¢s es mi obligaci¨®n. Soy un lector profesional y es un privilegio que me asombra. Excepto en vacaciones, estoy en un ambiente probablemente endog¨¢mico, en el que se entablan muy ricas conversaciones intelectuales: EEUU todav¨ªa tiene esa autonom¨ªa que proviene de un respeto hacia las humanidades que ha ido decayendo en el resto de pa¨ªses. Yo ten¨ªa una vida muy c¨®moda aqu¨ª, pero el d¨ªa que gan¨® Alan Garc¨ªa (la presidencia en 2006) sent¨ª una gran desconexi¨®n con Lima. Cuando vi que Keiko Fujimori estuvo a punto de ganar pens¨¦ que estaba mal esa falta de memoria. Mi espacio geogr¨¢fico de afectos es Lima y uno crece amando su complejidad, uno se acostumbra a no poder cruzar las pistas, a la agresividad diaria y lo tolera, pero no puedo tolerar la falta de memoria y de una cr¨ªtica ¨¦tica. Porque los de mi generaci¨®n, de la infancia con Alan Garc¨ªa y la adolescencia con Fujimori, vivimos un per¨ªodo tan dr¨¢stico de reflejos negativos. Durante la transici¨®n del presidente Valent¨ªn Paniagua (2000), pens¨¦ que hab¨ªa una posibilidad de redenci¨®n nacional, pero luego me sorprendi¨® mucho ver a quienes militaban por Alan Garc¨ªa. Me desconect¨¦ con mucha gente que ha sufrido con uno y que ha atravesado esos per¨ªodos de corrupci¨®n e inmoralidad.
P. Cuando ocurren hechos pol¨ªticos o sociales intensos, como el enfrentamiento en Bagua en 2009, no hay muchos intelectuales interesados. ?C¨®mo reacciona en esos casos?
R. Mi campo de acci¨®n es reducido y desconf¨ªo mucho de la indignaci¨®n. En la ¨¦poca de Bagua estuve muy militante en las redes sociales, us¨¦ el Facebook como una plataforma de informaci¨®n, asumiendo que los medios no son completamente honestos y no hay coberturas reales. Ser un escritor no privilegia en absoluto, no te vuelves una persona particularmente valiosa para la sociedad, pero s¨ª p¨²blica: habr¨¢ alguien que pueda encontrar tu opini¨®n m¨¢s relevante que otra. Yo creo cada vez menos en el valor del intelectual p¨²blico, el hombre de letras. Pero una persona en contacto con las letras tiene la obligaci¨®n de contribuir al intercambio de ideas y ayudar a que una parte de la poblaci¨®n desarrolle cierto tipo de conciencia cr¨ªtica, eso me parece cada vez m¨¢s importante aqu¨ª, porque las personas se est¨¢n volviendo cada vez m¨¢s acr¨ªticas, indiferentes o relativizan cada vez m¨¢s las cosas. Cuando ocurren estas situaciones que se ven con cierta distancia desde Lima, como lo de Bagua o los conflictos mineros a¨²n vigentes, el valor que puedo tener circula en el campo de las ideas, en una esfera p¨²blica que ocupo en mi Facebook, es algo muy rid¨ªculo, pero no veo c¨®mo puedo afectar la vida pol¨ªtica. Soy muy esc¨¦ptico, tambi¨¦n, de la funci¨®n de la literatura. No creo ¨Cy es una pulsi¨®n generacional- en la funci¨®n social de la literatura en los mismos t¨¦rminos de los a?os 60 y 70, pero s¨ª creo en su relevancia como un veh¨ªculo que afecta la vida privada de las personas, y puede cambiar a la gente individualmente. Visto as¨ª, mis opiniones pasan por conseguir que los interesados en leerme -como ciudadano-, sean informados, y contribuya a que desarrollen una independencia y una cr¨ªtica mayor. En la medida en que no hay ciudadanos de ese tipo en general, la obligaci¨®n de quien est¨¢ en contacto con muchos est¨ªmulos e informaci¨®n, que lo privilegian de alg¨²n modo, ser¨ªa tratar de articular ideas, compartirlas, animar cierto tipo de debates.
P. ?Y en los paneles a los que lo invitan?
R. La circulaci¨®n de ideas en las ferias literarias es reducida. En Facebook uno puede tener una audiencia potencial de 3000 o 5000 personas, mientras que en un auditorio entran 100 o 200. Los debates en Facebook ¨Csi uno les quita la grandilocuencia, esa tendencia al populismo virtual o a la indignaci¨®n pasiva¨C pueden funcionar.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.