Josep Maria Castellet, el fino olfato de la literatura
Como buen editor, siempre estaba en busca de nuevos valores y nuevas tendencias del mundo de las letras
Cuando yo llegaba a mi casa de Sitges, a principios del verano, no hac¨ªa falta llamarle para pedir cita¡ Bastaba con pasearse un par de veces por el paseo de la Ribera para que, indefectiblemente, apareciese su figura alta y espigada, como si fuera un espejismo que lentamente se iba aproximando en la distancia¡ Y realmente lo era porque¡ ?qu¨¦ mayor espejismo que un Castellet en plena dictadura de Franco?
Claro que la dictadura no solo la sufr¨ªa fuera, sino tambi¨¦n en su propia casa. Cada verano, cuando regresaba de sus reuniones con el Omnium Cultural para conceder el Premi d¡¯Honor de les Lletres Catalanes, solo con mirarle a la cara ya sab¨ªa la historia que me iba a contar. ¡°?Este a?o tampoco pudo ser!¡±, me dec¨ªa en un suspiro¡ Y as¨ª el Premi se convirti¨® en un ¡°no Premi¡± donde lo importante era no a qui¨¦n se lo daban, sino a qui¨¦n no se lo daban. Y as¨ª pasaron los a?os hasta que Josep Pla se muri¨® en su Mas de LLofriu sin haberlo recibido. El ¨²nico aspirante a Nobel que ten¨ªamos en Catalu?a se nos fue sin el m¨¢s m¨ªnimo reconocimiento.
Todo ello no quiere decir que Castellet, adem¨¢s de luces, no tuviera tambi¨¦n algunas sombras. Terenci Moix fue inmisericorde con ¨¦l al retratarle en su Sexo de los ¨¢ngeles como Xavier Rold¨¢, mu?idor y apa?ador del mundo cultural catal¨¢n cuando conced¨ªa y quitaba premios literarios a su antojo¡ Con raz¨®n sol¨ªa decir Terenci que, cada vez que Castellet, all¨¢ por los a?os sesenta, cog¨ªa el tren para Par¨ªs todo el mundillo cultural catal¨¢n de la ¨¦poca se echaba a temblar¡ ?A saber que nouvelle vague traer¨ªa bajo el brazo a su regreso para imponerla poco despu¨¦s!
Mi primer recuerdo de Castellet ¡ªy, para m¨ª, el m¨¢s emocionante¡ª fue cuando le mand¨¦ un cap¨ªtulo de mi zarandeada tesis doctoral Problemas formales de la novela espa?ola. Se la hab¨ªa presentado, unos d¨ªas antes a don Joaqu¨ªn de Entrambasaguas, que formaba parte de mi tribunal. Don Joaqu¨ªn no pas¨® del t¨ªtulo:
¡°?Problemas? ?No sab¨ªa yo que la novela espa?ola tuviera problemas, y mucho menos formales!¡±, exclam¨® Entrambasaguas, ante el regocijo de los ac¨®litos que le acompa?aban. Castellet, en cambio, con aquel olfato por todo lo que supusiera una novedad (y el estructuralismo lo era en aquellos momentos en Espa?a) se apresur¨® a ofrecerme su publicaci¨®n en su Edicions 62, con el sello de Pen¨ªnsula.
¡°Ram¨®n¡±, me dijo hace poco, sin que yo adivinara que aquello iba a ser una despedida ¡°hay que ser infiel, sobre todo con uno mismo¡±. La infidelidad a s¨ª mismo, es decir, su continuo cambio y proteica transformaci¨®n, su capacidad de cambiarse y transformarse a sus m¨¢s de 80 a?os, su rebeld¨ªa ante cualquier orden que pudiera recibir (de los de dentro o de los de fuera) y, sobre todo, su continuo ventear, como buen perro cazador que debe ser un editor, siempre en busca de nuevos valores y nuevas tendencias, le sit¨²an en un lugar excepcional en nuestra literatura.
Josep Maria Castellet nos dej¨® el pasado jueves 9 de enero a los 87 a?os de edad.
Ram¨®n Buckley es profesor en la American University.
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