El arte del retrato

Treinta y seis a?os ha tardado Ventura Pons en retomar una especialidad para la que parece tener un talento muy bien afinado: el retrato. Algo que, en sus manos, no solo tiene que ver con la habilidad para capturar con viveza y fijar una identidad particular, sino tambi¨¦n para sugerir, a partir de ella, el esp¨ªritu de una ¨¦poca. Si su ¨®pera prima, Oca?a, retrat intermitent (1978), fue uno de los m¨¢s valiosos testimonios de la Barcelona contracultural del posfranquismo, Ignasi M.utiliza las circunstancias vitales de su protagonista para plantear cuestiones ¡ªen especial, referidas a la idea de familia¡ª que siguen siendo campo de batalla en un presente donde los juicios y las sanciones son m¨¢s t¨¢citas ¡ªpero no menos cuestionables¡ª que esa Ley de Peligrosidad Social que segu¨ªa vigente a finales de los setenta.

Ignasi M. es Ignasi Millet, muse¨®logo y conservador de arte acosado por los bancos tras el cierre de su empresa en el marco de la crisis. Millet es homosexual, seropositivo, padre de dos hijos ¡ªuno de ellos seducido por la religi¨®n¡ª, hijo de un matrimonio tormentoso de artistas ¡ªsu padre tuvo un reciente intento de suicido¡ª y exmarido de una en¨¦rgica militante del vitalismo que, montada ¡ªque no postrada¡ª en su silla de ruedas, acaba de iniciar una relaci¨®n l¨¦sbica.

El gran tema de la pel¨ªcula es, al entender de este cr¨ªtico, el poder del principio del placer como motor de vida, pero tambi¨¦n el cuestionamiento de los roles prefijados y de toda idea preconcebida a trav¨¦s de la lecci¨®n vital que proporciona no solo Ignasi, sino esta extra?a y carism¨¢tica familia al completo.

Las notas promocionales de la pel¨ªcula hablan de adversidades crueles y desgracias: tambi¨¦n mencionan, por supuesto, la valent¨ªa, sinceridad y humor del protagonista. No obstante, ser¨ªa hacer un flaco favor a las m¨²ltiples virtudes de Ignasi M. reducir su alcance al de un mero pulso entre las contrariedades y el pensamiento positivo.

Pons logra hacerse invisible frente al gran exhibicionismo de su objeto de estudio y crea la ilusi¨®n de que es Millet quien dirige su propio relato. No es as¨ª: aqu¨ª no solo hay un gran personaje, sino, tambi¨¦n, una pel¨ªcula muy bien contada.