Cartograf¨ªa de los intereses pol¨ªticos
La Real Sociedad Geogr¨¢fica muestra sus mapas m¨¢s preciados en la Biblioteca Nacional Las joyas de la corona son un 'Almagesto' de Ptolomeo y un plano de Espa?a de Felipe V
¡°Nadie lo dice, pero la relaci¨®n entre geograf¨ªa y pol¨ªtica es muy fuerte¡±. Habla Fernando Arroyo, uno de los comisarios de la exposici¨®n La Real Sociedad Geogr¨¢fica en la Biblioteca Nacional de Espa?a. Su concepci¨®n se ve claramente en la muestra que permanecer¨¢ abierta hasta el 18 de mayo en la biblioteca nacional (BNE): los mapas, desde el que refleja la Espa?a de 1631 hasta un mapamundi de finales del XIX, no son inocentes. Todos dejan ver un inter¨¦s geopol¨ªtico m¨¢s o menos obvio en el espacio que estudian. Arroyo repite: ¡°La geograf¨ªa ha sido siempre un saber estrat¨¦gico, quien conoce el territorio tiene el poder de controlarlo. Y todav¨ªa lo vemos hoy en d¨ªa¡±.
No es casualidad, entonces, que la Real Sociedad Geogr¨¢fica se fundara en 1876, en el siglo de la p¨¦rdida de Cuba, la disputa por el Congo o las Guerras Anglo-Chinas. La propia organizaci¨®n se?ala que su creaci¨®n obedece a ¡°las ideas de la ¨¦poca de que los contactos entre naciones, la expansi¨®n colonial y los descubrimientos son un objetivo prioritario del quehacer de los pa¨ªses¡±. Es lo que se refleja en los m¨¢s de 8.000 mapas y 5.000 libros que atesora la asociaci¨®n, conservados desde 1971 en los fondos de la BNE. Entre ellos, las joyas de la corona: una edici¨®n en griego del Almagesto de Ptolomeo de 1538 y el primer Mapa General de Espa?a, fechado en 1741 y con unas dimensiones de 2,25 por 2,28 metros.
Colecci¨®n de la Real Sociedad Geogr¨¢fica en la Biblioteca Nacional.
El primero es ¡°el m¨¢s completo cat¨¢logo estelar hasta la Revoluci¨®n Copernicana¡±, como explica Carmen L¨ªter, la otra comisaria de la exposici¨®n, ¡°una joya bibliogr¨¢fica¡± en palabras de Arroyo. Aunque el astr¨®nomo, matem¨¢tico y ge¨®grafo griego vivi¨® entre el a?o 100 y 170 y su obra fue ampliamente estudiada por los ¨¢rabes, el tratado no lleg¨® a Occidente hasta el siglo XII. ¡°Ya sabemos que Europa estaba bastante atrasada en la Edad Media, no solo en cartograf¨ªa¡±, explica L¨ªter. No fue hasta 1175 cuando Gerardo de Cremona realiz¨® en Toledo su primera traducci¨®n al lat¨ªn, y con escaso ¨¦xito: los cient¨ªficos de la ¨¦poca se?alaron las deficiencias de la versi¨®n latina ¡ªsus art¨ªfices, evidentemente, no sab¨ªan gran cosa de astronom¨ªa¡ª y se decidi¨® volver a la versi¨®n en griego. La edici¨®n de la BNE, publicada en Basilea en 1538, es la primera impresi¨®n en ese idioma del Almagesto.
El otro tesoro de la muestra es m¨¢s vistoso a¨²n. Expuesto a la entrada de la exposici¨®n, con sus m¨¢s de cuatro metros de superficie (necesarios para respetar la escala 1:450.000) y dividido en 38 cuarterones que han debido ser reforzados por su restauradora para aguantar la muestra, es ¡°el levantamiento de la geograf¨ªa espa?ola m¨¢s amplio hasta la ¨¦poca¡±. Fue encargado por Felipe V, a trav¨¦s del Marqu¨¦s de la Ensenada, a imagen del que su abuelo Luis XIV hab¨ªa realizado en Francia. O eso pretend¨ªa. La empresa de los ge¨®grafos jesuitas Carlos Mart¨ªnez y Claudio de la Vega qued¨® finalmente incompleta, y no aparecen reflejados los territorios del noroeste de la Pen¨ªnsula, desde Galicia hasta ?vila. El mapa, manuscrito, nunca fue copiado ni publicado y qued¨® ¨²nicamente para consulta exclusiva del monarca. Pese a eso, supuso todo un logro para una naci¨®n suspensa en geograf¨ªa: la falta de personal t¨¦cnico hab¨ªa provocado una ¡°grave carencia¡± de mapas en Espa?a.
La raz¨®n de esto no est¨¢ clara. ¡°El gran avance cartogr¨¢fico llega con la expansi¨®n de los descubrimientos¡±, se?ala Arroyo. La Espa?a Imperial, a priori, no deber¨ªa haber sufrido esa falta de mapas. Pero Arroyo lo explica: ¡°Los cart¨®grafos m¨¢s importantes estaban en Flandes, por lo que se dedicaron a registrar aquella parte del Imperio. Parad¨®jicamente, la Pen¨ªnsula permaneci¨® desconocida¡±. Y los escasos mapas que se realizaron permanecieron ¡°olvidados en los archivos hasta hace relativamente poco¡±, como cuenta L¨ªter, debido a una ¡°pol¨ªtica de sigilo¡±, orquestada ¡°para que los dem¨¢s Gobiernos no conocieran los descubrimientos o los avances en Am¨¦rica, por ejemplo¡±.
Pese a las dificultades t¨¦cnicas (los mapas deb¨ªan dibujarse desde el propio territorio, lo que llevaba a obtener unos contornos en ocasiones altamente imprecisos), cuando hab¨ªa intereses pol¨ªticos o econ¨®micos, el milagro se produc¨ªa. Un ejemplo de ello es la Carta Geogr¨¢fica de Am¨¦rica Meridional, del ingeniero militar Agust¨ªn Ib¨¢?ez, que refleja ¡°las ¨¢reas ocupadas por los indios¡± en 1800. O el Plano Manuscrito de la ciudad de Or¨¢n, del siglo XIX, destino de migraci¨®n de un buen n¨²mero de catalanes y andaluces. Todos estos documentos, por supuesto, quedaron fuera del alcance de la inmensa mayor¨ªa de la sociedad espa?ola, apenas alfabetizada, hasta bien entrado el siglo XX. El primer libro de texto de geograf¨ªa no se dise?¨® hasta 1892. Pero la cifra de estudiantes de secundaria era todav¨ªa baj¨ªsima, como se?ala uno de los mapas de la exposici¨®n: de las 16.800.000 personas que habitaban Espa?a en 1879, solo 33.600 estaban escolarizadas en la segunda ense?anza.
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