La cuarta dimensi¨®n

Escribo bajo los efectos del mazazo tremendo de las muertes imprevistas. Me repito: ¡°Se ha muerto Paco¡±, y no consigo entender qu¨¦ es lo que me digo. La cabeza y las manos que se han detenido para siempre son las de un semidi¨®s que, manteniendo con un orgullo infinito su independencia y su libertad, elev¨® nuestra m¨²sica, el flamenco, a la cuarta dimensi¨®n de la m¨²sica grande. Y lo hizo sin doblegarse, sin conceder una u?a a se?oritos ni a mandamases ef¨ªmeros, sin deberle nada a nadie, inyectando en los flamencos j¨®venes orgullo, conciencia, autoestima y fuerza suficiente para liberarse de la sumisi¨®n de las ventas y de las fiestas, de los lazos casi tribales de una cultura gris en la que hasta entonces jugaban el papel de buf¨®n. Abri¨® la puerta de una casa cerrada, se enfrent¨® a tormentas y a demonios. Como Ulises, hizo un viaje peligroso para que despu¨¦s lo hici¨¦ramos todos. Nos salv¨®. Y ahora, un rayo lo ha alcanzado a la orilla del mar, ?d¨®nde si no iba a morir Paco? Paco, no s¨¦ qu¨¦ decirte. Grande. Grande. Grande.