Escritores sin olor
En un libro que escribi¨® Gabriel Celaya y que titul¨® Exploraci¨®n de la poes¨ªa distingu¨ªa entre palabras nativas y las que, por diferente raz¨®n, no lo eran ni lo ser¨ªan nunca. Las segundas no les llegaban a las primeras ni a la suela de los zapatos pero un poeta que ha de v¨¦rselas con todo el av¨ªo deber¨ªa detectar cuando tiene en las manos una palabra de una u otra naturaleza.
Una palabra como ¡°agua¡± es nativa: dice al decirla lo que quiere decir, moja, ahoga. Vino, sin embargo, podr¨ªa valer para cualquier cosa. No dice nada sobre la sustancia a la que se refiere. ¡°Sustancia¡± es nativa porque cuando hacemos as¨ª con los dedos para saber el tu¨¦tano de la cosas, los dedos se ensucian en la materia donde investigan. ¡°Investigar¡± tambi¨¦n es nativa. Hace menci¨®n al hecho de introducirse en la cosa y palpar con sensualidad entre sus v¨ªsceras. ¡°Conocimiento¡± podr¨ªa tambi¨¦n ser nativa, pero es mejor ¡°saber¡±. El saber, tiende a saber de las cosas mediante el sabor que ayuda decisivamente a conocerlas.
No son palabras nativas ¡°mesa¡±, ¡°lim¨®n¡± o ¡°estanter¨ªa¡±. Pero s¨ª ¡°naranja¡±, que ofrece directamente tanto el gajo cortado como su acritud o ¡°huevo¡± que, supone, sin duda, la cima del diccionario espa?ol.
El poeta (y el escritor y el periodista) que sabe esto no es un m¨¢s o un menos en la carrera de los best-seller pero sabi¨¦ndolo ser¨¢ un escritor e ignor¨¢ndolo ser¨¢ un mecan¨®grafo. Ojal¨¢ hubiera suficiente cantidad de lectores capaces de desacreditar a quienes no poseen este don y amor fragante hacia la palabra nativa y se muevan por los inodoros de la peroraci¨®n.
La comunicaci¨®n eficaz logra su ¨¦xito a trav¨¦s de reconocer las palabras nativas y saberlas tratar. Es casi lo mismo con los colores aunque con alguna distinci¨®n. Mientras en la poes¨ªa las palabras nativas lucen con un efecto dif¨ªcil de soslayar, los colores en la pintura son relativamente maleables dentro de la virtud del carnaval.
Supimos que Gimferrer era un poeta de primera cuando titul¨® La muerte en Beverly Hills o Arde el mar. Es f¨¢cil deducir que si ¡°arde el mar¡± algo importante est¨¢ pasando en esa hoguera pero La muerte en Beverly Hills viene a ser, aunque de menor tama?o, del mismo neceser. Junto al aura de la vida con el brillo de las lentejuelas (Beverly Hills) brillante charol de la muerte, junto al perfume de los jardines la pestilencia de la putrefacci¨®n. En estos t¨ªtulos reina la quema y el ¨¦xito de la dicci¨®n.
Moriremos nosotros, hijos de Celaya, Vallejo, Aleixandre o Salinas y acaso nunca ense?aremos estas cosas a nuestros hijos. ¡°No es lo mismo piar que gorjear¡± le dec¨ªa Rosa Chacel a L¨¢zaro Carreter, director entonces de la Academia, en un almuerzo donde se dirim¨ªa el Premio Nacional de Literatura. Nadie lo discuti¨®. El p¨¢jaro que p¨ªa lo hace desde el estrecho nacimiento del pico y el que gorjea desde el fondo de su coraz¨®n. Sin duda perecer¨¢ antes el segundo que el primero, pero ?qu¨¦ es p¨ªar y p¨ªar sino el oficio de tantos literatos sin fuste que abotargan a la cr¨ªtica emplumada, desolada y maltratada por los m¨ªseros sueldos que se les da?
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.