Un animal que imagina
Paz dict¨® en 1975 seis conferencias, nunca publicadas, en las que analiz¨® su idea de la literatura Este es un extracto de la que el Nobel mexicano dedic¨® a la relaci¨®n entre poes¨ªa y progreso
Estas lecturas retrospectivas han provocado en m¨ª emociones y sentimientos contradictorios: simpat¨ªa y repulsi¨®n, por el que yo fui; aprobaci¨®n y disgusto, por lo que escrib¨ª. El asentimiento y la negaci¨®n conviven y batallan en mi interior. As¨ª, no puedo ni siquiera juzgarme. No me condeno ni tampoco me absuelvo. Me limito a verme y, para decir la verdad, a soportarme. No obstante, en la medida que puedo ser objetivo, que es muy peque?a, advierto que cambio y continuidad son dos notas constantes en mis trabajos po¨¦ticos, dos polos, dos extremos contrarios que me han atra¨ªdo desde que comenc¨¦ a escribir. Siempre me ha interesado y, m¨¢s, me ha apasionado, la experimentaci¨®n y la exploraci¨®n de formas y territorios po¨¦ticos poco conocidos, nuevos. Desde este punto de vista mi poes¨ªa se inscribe dentro de la tradici¨®n de la literatura moderna, que es una literatura de exploraci¨®n y de invenci¨®n.
He procurado definir esta tradici¨®n en varios trabajos cr¨ªticos, especialmente en Los hijos del limo, un libro que lleva por subt¨ªtulo ¡®Del Romanticismo a la vanguardia¡¯. Esa tradici¨®n puede caracterizarse como una serie de rupturas con el pasado y una serie de tentativas por crear un arte nuevo, distinto y ¨²nico. La antigua est¨¦tica se fundaba en la imitaci¨®n de los modelos de la Antig¨¹edad cl¨¢sica, la moderna, desde el siglo XVIII para ac¨¢, en la b¨²squeda de una nueva belleza. Pero tal vez estamos al final de este periodo y vivimos en el ocaso de la vanguardia. Sea como sea, en mi caso, la exploraci¨®n de formas po¨¦ticas, de nuevas formas, ha coincidido siempre con el amor y el cultivo de las formas tradicionales, del soneto y el endecas¨ªlabo, al poema breve en metros cortos. Pero el cambio y la continuidad no solo se entrelazan en las formas po¨¦ticas que he frecuentado sino tambi¨¦n en los temas y en la sustancia misma de lo que he escrito.
Mi primer libro, Ra¨ªz del hombre, fue, hasta cierto punto, una ruptura con la poes¨ªa que se escrib¨ªa por aquellos d¨ªas en M¨¦xico. Pero el sentido peculiar de esta ruptura se me escap¨® a m¨ª mismo. En cambio, no se le escap¨® a Jorge Cuesta, como se ve en la peque?a nota que dedic¨® a mi libro. Ra¨ªz del hombre es un libro torpe, lleno de repeticiones, ingenuidades, faltas de gusto, un libro que me averg¨¹enza haber escrito. Asimismo es un libro que siento m¨ªo, no por lo que dice sino por lo que quiere decir y no llega a decir. El movimiento que impulsa cada l¨ªnea no es hacia fuera sino hacia dentro. No es una b¨²squeda de nuevas formas, de la novedad, sino una tentativa fallida, es verdad, por volver a la fuente original primordial. La palabra sangre aparece en cada poema con una insistencia obsesiva, mon¨®tona. Me parec¨ªa en esos d¨ªas de mi adolescencia una suerte de emblema m¨¢gico. El abanico de sus significaciones se resolv¨ªa en una: la sangre designaba para m¨ª el mundo del origen, el mundo del principio, la vida elemental, la verdadera vida, en suma. Era una verdadera constelaci¨®n de significados. Ven¨ªa, por una parte, del novelista ingl¨¦s D.?H. Lawrence, que yo le¨ª mucho en mi primera juventud. Ven¨ªa tambi¨¦n del poeta alem¨¢n Novalis para el que la sangre tiene un valor, una significaci¨®n m¨ªstica, a la vez corporal y espiritual. Conflu¨ªan con esas ideas las visiones del mundo precolombino, especialmente la visi¨®n azteca con su creencia en la sangre como una sustancia m¨¢gica que pon¨ªa en movimiento al cosmos y que era el alimento sagrado de los dioses. Por ¨²ltimo, la palabra, y sus oscuras asociaciones, ven¨ªa de m¨ª, de la parte m¨¢s honda de mi ser. Pronto abandon¨¦ esa palabra como un gastado talism¨¢n verbal, pero el subsuelo ps¨ªquico en el que, como una verdadera ra¨ªz ¡ªra¨ªz del hombre¡ª, se hund¨ªa, permaneci¨® intacto. Era y es el fondo, el sustento de mi poes¨ªa, la sustancia que la alimenta.
El amor y la poes¨ªa son experiencias antiproductivas y han sido y son negaciones del mundo moderno
En uno de mis primeros trabajos cr¨ªticos Poes¨ªa de soledad y poes¨ªa de comuni¨®n (1942) vuelvo a este tema aunque desde una perspectiva ligeramente distinta. Comparo el amor con la poes¨ªa y digo: ¡°En el amor, la pareja intenta participar otra vez en ese estado en el que la muerte y la vida, la necesidad y la satisfacci¨®n, el sue?o y el acto, la palabra y la imagen, el tiempo y el espacio, el fruto y los labios, se confunden en una sola realidad. Los amantes defienden asustados, cada vez m¨¢s antiguos y desnudos. Rescatan al animal humillado y al vegetal somnoliento, que viven en cada uno de nosotros. Y tienen el presentimiento de la pura energ¨ªa que mueve al universo y de la inercia en que se transforma el v¨¦rtigo de esa energ¨ªa¡±. En aquella ¨¦poca yo no hab¨ªa le¨ªdo a Breton. M¨¢s tarde, me encontr¨¦ que ¨¦l dice algo parecido, lo dijo antes de m¨ª, pero esta coincidencia fue absolutamente una coincidencia.
En otro pasaje del mismo texto de 1942: ¡°El amor es nostalgia de nuestro origen, oscuro movimiento del hombre hacia su ra¨ªz, hacia su nacimiento. En cada hombre y en cada mujer ¡ªdir¨ªa hoy¡ª est¨¢n todos los mundos y, tambi¨¦n, todos los tiempos. El amor es la tentativa por volver a la unidad original o, al menos, por vislumbrarla¡±. Podr¨ªa multiplicar las citas, pero me limitar¨¦ a se?alar que unos a?os despu¨¦s, en El laberinto de la soledad reaparece esta idea. Todo en la vida moderna tiende a hacer de nosotros sus expulsados de la vida, pero tambi¨¦n todo en nuestro interior nos impulsa a volver, a descender al mundo de donde fuimos arrancados. Si le pedimos al amor que siendo deseo, es hambre de comuni¨®n, es hambre de caer y de morir tanto como de vivir y de nacer, le pedimos al amor que nos d¨¦ un pedazo de vida verdadera, un pedazo de muerte verdadera. Y m¨¢s tarde, en El arco y la lira, quiz¨¢ con mayor claridad, digo: ¡°El impulso de regreso es la fuerza de gravedad del amor, la persona amada nos exalta, nos hace salir fuera de nosotros y, simult¨¢neamente, nos hace volver a nosotros, nos hace volver a ser. La amada ¡ªdice el poeta espa?ol Antonio Machado¡ª es una con el amante, no en el t¨¦rmino del proceso er¨®tico, sino en su principio, y acierta doblemente. La amada es una con el amado y la amada con el amado en dos modos simult¨¢neos, como presentimiento y como recuerdo: el presentimiento de la unidad deseada es al mismo tiempo un recuerdo de aquella unidad original perdida, verdadera subversi¨®n del tiempo lineal, lo que recordamos es aquello que presentimos, en la poes¨ªa y en el amor, tambi¨¦n en otras experiencias, como las experiencias de la vida contemplativa, y en estas, quiz¨¢ con mayor fuerza y nitidez, el hombre regresa a s¨ª mismo, y ese regreso es una recuperaci¨®n de la unidad original. No regresamos a nuestro pobre yo, sino al otro, o mejor dicho, a lo otro¡±. En suma, siempre he cre¨ªdo ¡ªconfieso que hablo de mis creencias y no de mis ideas¡ª que la conciencia po¨¦tica es la revelaci¨®n de nuestra condici¨®n original, y que esa condici¨®n no es solo otra situaci¨®n, como dir¨ªa un fil¨®sofo moderno, un ser esto o aquello, sino un con estar, un ser con alguien y con algo. Ese algo es lo que llamamos ¡°el mundo¡± o ¡°el cosmos¡± o ¡°el universo¡±: no aquello en que estamos sino aquello con lo que estamos. La poes¨ªa, una vez m¨¢s, nos lanza fuera de nosotros mismos hacia lo desconocido. Es una exploraci¨®n y una b¨²squeda de lo nuevo. Al mismo tiempo, es una vuelta, un recordar, un volver a ser, un volver al ser.
La segunda secci¨®n de Ladera este se llama ¡®Hacia el comienzo¡¯. El t¨ªtulo corresponde a las creencias y preocupaciones que acabo de enunciar. Lo mismo sucede con los poemas. En estos poemas la vida anterior, en el sentido que Baudelaire daba a esta expresi¨®n, regresa. Es decir, es la vida del comienzo. Pero quiz¨¢ ¡°vida anterior¡± es una expresi¨®n imperfecta como lo es ¡°la vida futura¡±. Ambas expresiones son hijas del tiempo lineal, sucesivo, en que el ayer est¨¢ antes del hoy y el hoy antes del ma?ana. En el tiempo del amor como en el tiempo de la poes¨ªa, por supuesto, y tambi¨¦n y sobre todo, en el tiempo de los contemplativos, participamos en una verdadera conjunci¨®n. Ayer, hoy y ma?ana se resuelven en una presencia. Durante un instante o un siglo esta experiencia nos hace ver o vislumbrar, en el cambio la identidad y la permanencia en el transcurrir. No me extender¨¦ en esta paradoja porque creo que es realmente indecible, indemostrable. Es un desaf¨ªo al lenguaje y a la raz¨®n. Solo el arte y la poes¨ªa, en contadas ocasiones pueden expresarlo, pero todos nosotros, sin excepci¨®n, aunque casi siempre hemos olvidado esa experiencia, que generalmente se sit¨²a en la infancia y en la adolescencia, hemos vivido por un instante esta conjunci¨®n de los tiempos. Y aqu¨ª vale la pena subrayar que se trata de una concepci¨®n y una experiencia que contradicen la concepci¨®n central de la ¨¦poca moderna. Desde hace tres siglos, primero los pueblos de Occidente y ahora el planeta entero creen en la historia como un avance continuo, salvo unos cuantos grupos marginales dispersos aqu¨ª y all¨¢ (por ejemplo, n¨²cleos de supervivientes de los llamados ¡°primitivos¡± y grupos de civilizados disidentes decepcionados de los espejismos de las sociedades modernas), la inmensa mayor¨ªa de nuestros contempor¨¢neos adora el futuro. Para casi todos nosotros no es el pasado sino el futuro el que ser¨¢ mejor. En esto coinciden tirios y troyanos, capitalistas y comunistas. El culto al progreso es la creencia b¨¢sica del hombre moderno. Esta creencia no s¨¦ si llamarla ¡°subreligi¨®n¡± o ¡°superstici¨®n¡± se opone a una de las tendencias centrales del hombre, tal como la revelan la poes¨ªa, el amor y la contemplaci¨®n. Se ha definido al hombre como un animal o un ser que fabrica ¨²tiles, Homo faber.
Se le ha definido como un animal racional, como un animal pol¨ªtico, o bien, como un producto de la historia cuya conciencia est¨¢ determinada por las fuerzas sociales de producci¨®n. Las definiciones son muchas y casi todas ellas son probablemente ciertas. Ninguna de ellas es adem¨¢s incompatible con la idea del progreso. Pero el hombre, tambi¨¦n, es un ser que desea y, porque desea, es un ser que imagina. Su imaginar es el presentir. Es un presentir que es un recordar, que es una exploraci¨®n de lo desconocido que es, asimismo, una b¨²squeda del origen. Pues bien, como ser de deseos, como ser que desea, como ser que fabrica im¨¢genes de su deseo que son un presentir, que son tambi¨¦n un recordar, el hombre no es un sujeto de progreso sino de regreso. No quiere ir m¨¢s all¨¢, sino quiere volver hacia s¨ª mismo. Por eso, frente al culto p¨²blico al progreso ha existido, desde el periodo rom¨¢ntico, el culto secreto, casi clandestino, y contra la corriente, a la poes¨ªa. Una de las heterodoxias del mundo moderno, desde hace dos siglos, ha sido la poes¨ªa. La poes¨ªa y el arte sucesivamente expulsados y, despu¨¦s, hip¨®critamente consagrados por los poderes sociales.
Otra de las transgresiones de las sociedades modernas ha sido el amor. Ambos, amor y poes¨ªa son experiencias no productivas, son antiproductivas, y han sido y son negaciones del mundo moderno. Apenas necesito aclarar que yo llamo ¡°amor¡± nada tiene que ver con la revoluci¨®n er¨®tica o con la revoluci¨®n sexual. Yo no estoy en contra de la libertad sexual, pero el amor es otra cosa. El amor no es ni una higiene ni una pol¨ªtica. Es amor es un destino, una vocaci¨®n, una pasi¨®n, como quieran llamarlo ustedes, pero no una pedagog¨ªa. Pero todo ha cambiado. En los ¨²ltimos a?os hemos o¨ªdo muchas voces de alarma que nos anuncian cat¨¢strofes inminentes y universales. Unos denuncian el excesivo crecimiento de la especie humana y sus previsibles consecuencias, dictaduras, hambres, guerras; otros nos advierten que los recursos naturales son limitados como se ve ya en la crisis de los energ¨¦ticos; otros m¨¢s hablan de la contaminaci¨®n del aire y del agua, del calentamiento excesivo de la atm¨®sfera o de la amenaza at¨®mica. Lo m¨¢s notable es que todos estos vaticinios pesimistas vienen de las universidades y los institutos que hace apenas unos a?os, todav¨ªa, eran las fortalezas intelectuales de la creencia en un progreso basado en los avances de la ciencia y la t¨¦cnica. Hoy la creencia en el progreso continuo e infinito se bambolea. No digo que sea falsa, digo que se bambolea. Sus sacerdotes, los cient¨ªficos y los t¨¦cnicos han dejado de creer en esta divinidad abstracta inventada por los fil¨®sofos del siglo XVIII y del XIX. ¡°Pero si dejamos de creer en el progreso, ?en qu¨¦ vamos a creer?¡±, se preguntan muchos. Aqu¨ª los poetas, en el sentido m¨¢s amplio de la palabra poeta, es decir, los hacedores de formas y de im¨¢genes, desde los novelistas y escritores de imaginaci¨®n hasta los pintores y los m¨²sicos, tienen algo que decir. Fueron los guardianes de un culto clandestino y marginal. Ahora pueden ofrecer una respuesta al progreso, el regreso. (¡)
Extracto de la conferencia dictada por Octavio Paz en el Colegio Nacional de M¨¦xico el 18 de marzo de 1975. Forma parte del volumen que la editorial Atalanta publicar¨¢ en Espa?a con el t¨ªtulo de Octavio Paz. Itinerario po¨¦tico.
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