Albers, abstracci¨®n al cuadrado
La Fundaci¨®n Juan March presenta la primera retrospectiva del pintor en Espa?a
Para ser un creador archivado en los anaqueles del arte occidental por una obra contemplativa de tintes espirituales, Josef Albers (1888-1976) pod¨ªa ser muy pr¨¢ctico cuando quer¨ªa. Por ejemplo, al pintar sus c¨¦lebres homenajes al cuadrado, esos rectil¨ªneos campos de color conc¨¦ntricos que ocuparon las ¨²ltimas tres d¨¦cadas de su existencia. Como el hijo de un pintor artesano, Albers se enorgullec¨ªa de atacar esas composiciones de dentro afuera, tal y como se pinta una puerta; es el modo de evitar el goteo y as¨ª las manos no acaban manchadas.
La an¨¦cdota sirve bien a los prop¨®sitos de la muestra que la Fundaci¨®n Juan March dedica en Madrid al pintor abstracto, te¨®rico, poeta, fot¨®grafo, pedagogo y dise?ador de mobiliario. Se anuncia hasta el 6 de julio bajo el t¨ªtulo Medios m¨ªnimos, efecto m¨¢ximo como la primera retrospectiva consagrada al artista en Espa?a. El enunciado, que recuerda a la sentencia de Mies van der Rohe, compa?ero de claustro en la Bauhaus, hace justicia tanto al esfuerzo de concreci¨®n en la selecci¨®n del centenar de obras llamadas a contar una carrera que arranc¨® a principios de siglo y acab¨® siendo alcanzada en los setenta por todas sus profec¨ªas (minimalismo, arte ¨®ptico), como a las intenciones de los comisarios Nicholas Fox Weber, bi¨®grafo de grandes personalidades y alma de la Fundaci¨®n Josef y Anni Albers, y Manuel Font¨¢n, director de exposiciones de la March.
Este recurr¨ªa esta semana ante un temprano Homenaje al cuadrado (1950) prestado por la Universidad de Yale a la vieja definici¨®n de la econom¨ªa como la administraci¨®n de los recursos escasos susceptibles de usos alternativos para producir bienes y servicios: ¡°Es la met¨¢fora perfecta de la obra de Albers, que fue talando a lo largo de los a?os su bosque, qued¨¢ndose con lo esencial para dar a principios de los 50 con lo que andaba buscando: es entonces cuando llega al cuadrado, el final de su camino hacia la abstracci¨®n¡±.
El principio lo hab¨ªa situado Font¨¢n en los dibujos que abren el recorrido, tempranas muestras del genio del joven Albers, hombre por lo dem¨¢s escasamente precoz, en los que una simple curva sirve para insinuar la silueta y el movimiento de una bailarina. Por aquel entonces, Albers no hab¨ªa dado con su vocaci¨®n docente, que es una de las tramas m¨¢s poderosas de la muestra y que lo har¨ªa participar en dos de los experimentos pedag¨®gicos m¨¢s importantes del siglo XX: la Bauhaus y el Black Mountain College.
En la escuela alemana fundada por Walter Gropius ingres¨® como alumno en 1920. Tres a?os despu¨¦s, le fue encomendada la tarea de ense?ar a los reci¨¦n llegados a la escuela de dise?o los fundamentos de la manufactura. En profesor se convertir¨ªa en 1925, cuando la instituci¨®n se instal¨® en Dessau, m¨¢s o menos en la ¨¦poca en la que se cas¨® con Anni Albers.
Testimonio de aquellos a?os est¨¢n en la Juan March, que dedica en paralelo su espacio de Mallorca a la obra gr¨¢fica del artista, sus trabajos en cristal, como esa f¨¢brica que se recorta en vidrio esmerilado y pintura negra sobre un fondo rojo, sus dise?os (dos exquisitos escritorios, el perdurable invento de las mesas nido y la silla con brazos TI 244) y dos secciones de recuerdos: un conjunto de ejemplos de trabajos de sus alumnos y las im¨¢genes que su alma de fot¨®grafo compulsivo tom¨® de compa?eros como Paul Klee o Schlemmer.
Una providencial oferta llegada de Estados Unidos permiti¨® a la pareja abandonar en 1933, a?o del cierre de la Bauhaus, la Alemania que avanzaba con paso marcial hacia la barbarie. Ese mismo a?o se hizo cargo de la secci¨®n de pintura del Black Mountain College, donde dio clases hasta 1949 a titanes del arte estadounidense como Cy Twombly o Robert Rauschenberg.
Aquel fue tambi¨¦n el tiempo de la fascinaci¨®n por M¨¦xico, de la que hay pruebas en la muestra: varios ¨®leos sobre masonite (su principal soporte de expresi¨®n) transmiten con magistral abstracci¨®n la idea de una casa de adobe en un d¨ªa luminoso. ¡°En la investigaci¨®n para la exposici¨®n descubrimos que antes de M¨¦xico hizo una visita a La Habana para dar tres conferencias, de las que hemos podido rescatar dos¡±, explica Font¨¢n. De todo ese proceso ha quedado constancia en un exhaustivo cat¨¢logo. ¡°Como suele suceder con las bodas, que de una sale otra¡±, recuerda el director de exposiciones, ¡°, la idea surgi¨® de otra muestra, la de Am¨¦rica fr¨ªa, en la que Albers era uno de los tres artistas no iberoamericanos incluidos¡±. De aquella feliz excepci¨®n naci¨® una colaboraci¨®n con la Fundaci¨®n de Josef y Anni Albers en Bethany (Connecticut), en el coraz¨®n del EE UU m¨¢s sofisticado y acad¨¦mico, un aire que se deja sentir en las salas de la March, que albergan un centenar de obras: un 60% de pr¨¦stamos llegan de la instituci¨®n y el resto, de colecciones como la Tate, la Beyeler o el Metropolitan, museo que hizo de ¨¦l en 1971 el primer artista vivo al que le dedicaba una muestra.
Al final del recorrido, que se detiene tambi¨¦n en su c¨¦lebre tratado Interacci¨®n del color o en su producci¨®n de enigm¨¢ticos intaglios, los cuadrados en diversas combinaciones de colores se apoderan del ¨¢nimo del visitante en una eficaz sinfon¨ªa que a buen seguro habr¨ªa agradado a su autor, que en cierta ocasi¨®n escribi¨®: ¡°El arte abstracto es arte en su g¨¦nesis y es arte del futuro¡±.
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