Pobre diablo

Como bien sabe todo aficionado al humor jud¨ªo, la verticalidad ante el micr¨®fono de un club nocturno puede ser homologable a la horizontalidad del paciente sobre el div¨¢n. Comedia autoinculpatoria y sesi¨®n psicoanal¨ªtica pueden ser intercambiables herramientas terap¨¦uticas para sacar oro de la propia debilidad y construirse una personalidad distintiva e irremplazable con aquellos materiales que la presi¨®n social y la mirada del otro impeler¨ªan a esconder bajo la alfombra.

Guillaume Gallienne no es jud¨ªo, sino ruso ortodoxo, pero la impudicia con la que ha transformado su propia identidad en discurso y espect¨¢culo ¡ªprimero como mon¨®logo teatral; m¨¢s tarde transformado en pel¨ªcula¡ª le sit¨²a en la posible l¨ªnea de descendencia del primer Woody Allen, el monologuista debutante en un club de Greenwich Village. O, en otro orden (cat¨®lico) de cosas, del Robert Crumb que, pluma en mano, supo convertir en mito universal sus problemas con las mujeres. Tambi¨¦n podr¨ªa mencionarse a Harvey Fierstein o, tirando de ese hilo en busca de territorios expresivos cercanos, a la cultura del mon¨®logo queer, pero Guillaume y los chicos, ?a la mesa! no deja de plantear desafiantes problemas de clasificaci¨®n. Y he ah¨ª el quid del asunto, porque esta pel¨ªcula que se hizo con cinco premios C¨¦sar ¡ªentre ellos, los de mejor pel¨ªcula, mejor ¨®pera prima y mejor actor¡ª trata, precisamente, de eso: del problema de que te clasifiquen cuando a¨²n no has tenido ocasi¨®n de clasificarte a ti mismo.

Fascinado por una madre en¨¦rgica y dominante, Gallienne vivi¨® los primeros 33 a?os de su vida bajo la asunci¨®n familiar de que era homosexual. Encarnaci¨®n, pues, de una diferencia cargada de matices y letra peque?a en un entorno regido por otra idea de la masculinidad, Gallienne sufri¨® la homofobia, se someti¨® a terapia y, finalmente, encontr¨® en la comedia el mejor medio para explicarse al mundo y, de paso, entenderse a s¨ª mismo. Guillaume y los chicos, ?a la mesa! fue, antes que nada, un mon¨®logo teatral donde el autor interpretaba en escena todos los personajes: finalmente, se ha convertido en una pel¨ªcula donde su bien temperada vis c¨®mica se desdobla en la autoficci¨®n de s¨ª mismo y en una irresistible caricatura de su propia madre.

Miembro de la Com¨¦die Fran?aise y actor de largu¨ªsimo recorrido, Gallienne llega a su ¨®pera prima con un absoluto dominio de sus recursos interpretativos y con una asombrosa flexibilidad en el manejo del lenguaje cinematogr¨¢fico: su debut juega a no ocultar el origen teatral de la propuesta ¡ªaunque el cineasta confiesa que la forma ideal del proyecto era cinematogr¨¢fica desde el principio¡ª y transita sin reparos, pero con elegancia, entre la seducci¨®n de la comedia comercial y la exigencia del psicodrama trascendido en festivo ajuste de cuentas.