La noche de Europa
Este art¨ªculo lleva el t¨ªtulo de uno de los mejores cuentos de Los hedonistas, de Enrique Juncosa (Los Libros del Lince). En ese relato, la mujer del pintor Joan Mir¨® cuenta un episodio autobiogr¨¢fico de los d¨ªas en los que la amenaza nazi se cern¨ªa sobre el artista catal¨¢n. La historia de Juncosa me ha hecho recordar que, cuando veo en televisi¨®n im¨¢genes de los a?os cuarenta de la Alemania devastada, tengo la sensaci¨®n de que ese es mi verdadero origen y territorio. Creo que Europa lleva amortajada desde hace d¨¦cadas, desde que en el continente se consintieran los primeros graves errores imperdonables. Y tanto lo creo que a veces hasta lo digo en voz alta, quiz¨¢s tratando de vencer el p¨¢nico paralizador que me produce nuestro destruido paisaje moral.
W. G. Sebald dec¨ªa que si uno piensa en las monta?as de ansiol¨ªticos que se consumen al a?o en Alemania puede hacerse una idea del s¨ªndrome impreciso que domina esa sociedad. Toda Europa est¨¢ as¨ª¡ Pero soy consciente de que darla por amortajada y hablar de p¨¢nico paralizador s¨®lo puede hacerse en el terreno de la literatura, lo que demostrar¨ªa que a¨²n le queda un papel importante por jugar a la escritura, un papel relacionado con verdades que hallan su lugar m¨¢s adecuado en el territorio de lo literario, y muy concretamente en el de la ficci¨®n. Porque, aunque muchos confundan la realidad con lo que cuentan los informativos, intuyo que la ficci¨®n literaria es hoy el mejor ¨Csi no ya el ¨²nico- camino para aproximarse a la verdad.
De hecho, est¨¢ por escribir un cap¨ªtulo rar¨ªsimo de la historia del g¨¦nero ¨¦pico. Ser¨ªa un cap¨ªtulo que incluir¨ªa a todos aquellos -desde Cervantes hasta Kafka, Joyce, Beckett, Coetzee, Mars¨¦, T¨®ib¨ªn y otros- que lucharon con un esfuerzo tit¨¢nico contra toda forma de fingimiento o de impostura. Una lucha de evidente acento parad¨®jico, pues quienes as¨ª combatieron ¨Calgunos andan todav¨ªa en el fregado- fueron escritores que vivieron anegados hasta el cuello en el mundo de la artificialidad y de la ficci¨®n. Sea como fuere, de esa tensi¨®n han surgido las m¨¢s grandes p¨¢ginas de la literatura contempor¨¢nea.
Precisamente, una amortajada Europa es explorada con demoledor talento por Camille de Toledo en El haya y el abedul (Pen¨ªnsula), gran ensayo que se abre con una escena de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn que en su momento interpretamos mal: noviembre del 89, el maestro Rostrop¨®vich coloca una silla delante del Muro, saca con delicadeza el violonchelo de su estuche y comienza a tocar; aunque no hay un platillo en el suelo, algunos le lanzan monedas, y nadie se percata de la obscenidad de estar transformando al maestro en mendigo. ?Calderilla para el genio? Fue una escena que estaba anunciando la piedad venidera para el artista en la Europa de las finanzas. Aun as¨ª, votar¨¦ en las elecciones de mayo. Silenciar¨¦ por un d¨ªa la verdad letal que tal vez s¨®lo pueda ya expresar la ficci¨®n literaria. Y acudir¨¦ a las urnas, movido por el vago ensue?o desesperado de creer que a¨²n podemos dejar atr¨¢s las ruinas, inventar el futuro.
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