Mickey Rooney, un genial buf¨®n
Superviviente de la era del cine mudo que sigui¨® en activo hasta el ¨²ltimo suspiro, brill¨® con sus papeles juveniles y en los musicales cl¨¢sicos de Hollywood
Ha muerto a los 93 a?os Mickey Rooney (Brooklyn, Nueva York, 1920), una de las grandes estrellas del Hollywood cl¨¢sico, y posiblemente el actor de carrera m¨¢s dilatada. Fue ni?o prodigio ¡ªcomenz¨® a trabajar en el cine a los cinco a?os, aunque sus padres eran actores de variedades y ya se sub¨ªa a un escenario siendo casi un beb¨¦¡ª y un adolescente p¨ªcaro y gran bailar¨ªn ¡ªhay que recordar sus c¨¦lebres pel¨ªculas interpretando al juez Andy Harvey, y los musicales formando pareja con otra grande del g¨¦nero, Judy Garland¡ª, finalmente actor maduro, flexible y siempre eficaz en cometidos c¨®micos, que eran su fuerte, y en otros tr¨¢gicos, pero que lentamente fueron marcando su decadencia.
Porque aquella indiscutible genialidad juvenil fue dando paso en sus ¨²ltimos a?os a una figura que en ocasiones rozaba lo pat¨¦tico, no solo porque ¨¦l mismo lo fomentara, confesando que se encontraba en quiebra econ¨®mica (rodaba una pel¨ªcula a la hora de su muerte, a¨²n acuciado, al parecer, por las deudas), sino tambi¨¦n por lo dif¨ªcil que le resultaba aceptar el cambio de ¨¦poca y saberse un juguete roto. ?C¨®mo pod¨ªa presentarse ante una audiencia que apenas le recordaba cuando ¨¦l hab¨ªa sido uno de los actores m¨¢s c¨¦lebres, especialmente en los a?os treinta y cuarenta? En aquellos tiempos gloriosos su actividad era desbordante, ya que deb¨ªa conciliar el rodaje de las pel¨ªculas con sus intervenciones en la radio y en las salas de fiesta, y para lograrlo, seg¨²n cont¨® m¨¢s tarde, le obligaban a consumir estimulantes durante el d¨ªa y tranquilizantes al final de cada jornada para estar en forma de cara al trabajo del d¨ªa siguiente.
A esa fren¨¦tica vida laboral, Rooney a?ad¨ªa otra personal, no menos turbulenta. Sus nueve matrimonios fueron casi siempre noticia, especialmente el primero de ellos, con la entonces muy joven y bell¨ªsima Ava Gardner, relaci¨®n que no lleg¨® al a?o, y de la que ambos renegaron. Pero se le adjudicaron ¡ªo ¨¦l hizo p¨²blicas¡ª otras muchas relaciones sentimentales. Una de ellas, seg¨²n dijo, fue con la actriz Lana Tuner, con la que aseguraba haber tenido un hijo. Cuando Turner se enter¨® de esas declaraciones prometi¨® abofetear a Rooney por embustero si se topaba con ¨¦l. Y eso pudo ocurrir en el festival de San Sebasti¨¢n de 1994, cuando ambos coincidieron, ella como premio Donostia, y ¨¦l como invitado especial con motivo de la retrospectiva que se le dedicaba al director Wiliam Diertele, con quien Rooney hab¨ªa trabajado en 1935, siendo un ni?o, dando vida, de forma deslumbrante, al duendecillo Punk de El sue?o de una noche de verano. Los organizadores del festival donostiarra se las vieron y desearon para impedir el encuentro entre ambos, labor complicada ya que Rooney buscaba a toda costa verse con Turner, quiz¨¢s con la esperanza de conseguir una fotograf¨ªa que le devolviera a la actualidad informativa. Pero no la logr¨®, y Turner, en cambio, se llev¨® el gato al agua cuando escupi¨® durante su rueda de prensa al o¨ªr el nombre de Rooney en la pregunta de un periodista. El p¨²blico la aplaudi¨®, mientras que ese mismo p¨²blico se aburri¨® ante la rueda de prensa de Rooney, empe?ado como estaba en promocionar una de las mediocres pel¨ªculas en las que acababa de intervenir, incluso como productor.
En su bulliciosa vida sentimental destaca su matrimonio con Ava Gardner
Los espa?oles m¨¢s j¨®venes le recordaban solo por su aparici¨®n como chino cabreado por el ruido de su vecina en la estupenda Desayuno con diamantes (1961), y quiz¨¢s tambi¨¦n por la pel¨ªcula que en 1992 hab¨ªa interpretado en Espa?a, La vida l¨¢ctea, de Juan Estelrich, en la que Rooney era un viejo convencido de que podr¨ªa volver a la infancia, incluso transformarse de nuevo en beb¨¦.
Algo de eso puede que le ocurriera al Rooney de 74 a?os que acudi¨® a San Sebasti¨¢n. Quedaban tan lejos sus magn¨ªficas interpretaciones en Capitanes intr¨¦pidos (1937), Forja de hombres (1937), y La ciudad de los muchachos, Las aventuras de Huckleberry Finn (1939), El joven Edison (1940), y sobre todo los musicales y las comedias que hab¨ªan conquistado al p¨²blico, que era dif¨ªcil creer que se trataba de la misma persona. Y posiblemente ninguno de los presentes le hab¨ªa visto en Broadway cuando en 1979 reapareci¨® junto a Ann Miller (otra grande de la Metro), ambos cantando y bailando, mayorcitos ya pero con energ¨ªa viva y genial, en el musical Sugar babies, que se mantuvo en cartel durante tres a?os. Nada le import¨® entonces al p¨²blico la baja estatura del actor (med¨ªa 1,57 metros) que para ¨¦l, sin embargo, fue siempre una pesadilla desde que alcanz¨® la adolescencia, por darle un aspecto que pudiera parecer grotesco, aunque ¨¦l sab¨ªa compensarlo con gran talento y profesionalidad. No en vano, Rooney conoci¨® muy pronto desde dentro los secretos del espect¨¢culo por la profesi¨®n de sus padres. Inolvidables son sus imitaciones llenas de humor, especialmente la que hizo de la ex¨®tica brasile?a Carmen Miranda, que con otra estatura no hubiese sido tan graciosa, aunque a ¨¦l le acomplejara.
La genialidad de su primera etapa dio paso a una figura en ocasiones pat¨¦tica
En 1938 se le concedi¨® un oscar Juvenil cuando estaba en la cresta de la ola, y en 1982 otro Oscar honor¨ªfico, que le reconoc¨ªa como genio del show business. L¨¢stima que su car¨¢cter se fuera torciendo con el paso de los a?os y a la vejez nos ofreciera una imagen bien distinta de la de aquel muchacho vital de sus pel¨ªculas m¨¢s famosas. Pero estas han quedado para la historia del cine y a trav¨¦s de ellas se le puede seguir admirando.
Babelia
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