Modelos de arte de identidad oculta
La escritora Carla Montero atraviesa en ¡®La piel dorada¡¯ el movimiento art¨ªstico La Secesi¨®n te?ido de varios asesinatos en las calles de Viena
Una convulsa sociedad se mueve en los inicios del siglo XX en Viena, artistas e intelectuales rechazan de manera radical las normas acad¨¦micas y tratan de buscar nuevos horizontes. De ese universo de cambios se vale Carla Montero (Madrid, 1973) para desarrollar La piel dorada (Plaza&Jan¨¦s), una novela que deambula entre los intelectuales y artistas y el crimen. Paseando por las calles vienesas y entrando en los caf¨¦s en los que se mueven sus personajes, Montero se ha centrado en las modelos de los cuadros de los grandes artistas de principios del pasado siglo. ¡°Estando en el Museo del Prado y observando La acr¨®bata en la bola (Esta obra pertenece al Museo Pushkin de Mosc¨² y tan solo se ha expuesto fuera de ¨¦l en tres ocasiones, una de ellas en la pinacoteca espa?ola en 2011), de Picasso, pens¨¦ en lo poco se conoc¨ªa de esas mujeres que pasaban horas frente a los pintores ¡®?Qui¨¦nes eran?¡¯, ¡®?Qu¨¦ pensaban?¡¯. Ese cuadro fue el germen de la historia que quer¨ªa contar¡±, se?ala la autora.
En el marco elegido para la narraci¨®n se encuentran algunos de los artistas que formaron parte del movimiento vien¨¦s La Secesion, presidida por Gustav Klimt. Para mostrar sus obras estos autores crearon el Pabell¨®n de la Secesi¨®n, construido por el arquitecto Joseph Maria Olbrich, donde se conserva un friso del homenaje art¨ªstico a Beethoven. Fue pintado por Klimt en 1902 y se trata de una representaci¨®n visual de la Sinfon¨ªa n? 9 de 34 metros de largo. "Detr¨¢s de ese color dorado hab¨ªa podredumbre como reacci¨®n a esa sociedad encorsetada que ven¨ªa del siglo XVIII donde todo era la norma, el comportamiento y la represi¨®n. Opt¨¦ por la bohemia vienesa porque ten¨ªa un componente de sensualidad, sexualidad y hasta psicol¨®gico que me parec¨ªa m¨¢s adecuado para la historia que quer¨ªa narrar¡±, asegura Montero.
La escritora ha huido de esa Viena estereotipada o vinculada a la emperatriz Sissi o al compositor Mozart para mostrar "los problemas sociales, la crisis econ¨®mica, la decadencia de un imperio, la prostituci¨®n y la marginalidad entre los inmigrantes y las clases trabajadoras¡±. En La piel dorada aparece un asesino que se dedica a matar modelos y es reflejo de la alta tasa de criminalidad que presentaba la ciudad en esos inicios del siglo XX. ¡°Esa sucesi¨®n de muertes les permiti¨® a los cient¨ªficos hacer grandes avances en la investigaci¨®n de la medicina forense. Frente a esta parte m¨¢s l¨²gubre hab¨ªa otra que brillaba en dorados comandada por los artistas¡±. Precisamente, el juez y catedr¨¢tico Hans Gross escribi¨® un manual de criminolog¨ªa en los albores del siglo XX que todav¨ªa hoy se tienen en cuenta en medicina forense. Los asesinatos que aparecen en el relato le permiten a la autora describir ese ambiente s¨®rdido de la ciudad.?La piel dorada no es una novela negra ¡°me sirvo de la estructura de ese g¨¦nero pero no soy una autora de ese tipo de obras¡±, matiza Montero. Anteriormente ha publicado?Una dama en juego y?La tabla esmeralda, de la que lleva vendidos m¨¢s de 100.000 ejemplares.
Los numerosos viajes a Viena realizados por la autora le han permitido conocer lugares que frecuentaban personajes como Sigmund Freud o Gustav Kilmt que incluye en su libro. Sentada en el lugar que el padre del psicion¨¢lisis ten¨ªa reservado en el Caf¨¦ Landtmann se?ala que "lo fascinante de aquella ¨¦poca es que no solo se dio una gran concentraci¨®n de nombres singulares, sino que adem¨¢s hay mucha conexi¨®n y contacto entre ellos. Se reun¨ªan en los caf¨¦s y acud¨ªan a salones donde ten¨ªan tertulias sobre arte, pol¨ªtica, literatura e intercambiaban conocimientos". Las influencias pasaban de una disciplina a otra, como ocurri¨® con las pinturas de Oscar Kokoschka o Gustav Klimt, que, en palabras de la escritora,? "reflejan la teor¨ªa del psicoan¨¢lisis de Sigmund Freud y los aspectos de la psique humana que este puso de manifiesto".
En los cuadros de esa etapa hubo mujeres que posaron para ser retratadas, las m¨¢s pudientes de la sociedad vienesa, y otras que hicieron de ello su forma de sustento. De las primeras se conoce su identidad, de las otras pr¨¢cticamente nada. ¡°La b¨²squeda de documentaci¨®n fue un trabajo arduo porque no hay demasiados testimonios de las modelos. Los datos son escasos m¨¢s all¨¢ de los pagos que recib¨ªan por pasar horas ante el artista, su vida estaba en un segundo plano¡±, puntualiza la escritora. Lo refleja a trav¨¦s de la voz de In¨¦s, la protagonista de su libro. ¡°?Ser¨ªa igual La Gioconda sin esa mujer misteriosa? o ?Almuerzo sobre la hierba, de Manet, sin la mirada de Victorine Meurent? o ?Las pinturas de los prerrafaelitas sin esas mujeres voluptuosas que posaron ante los artista? No. Su trabajo iba m¨¢s all¨¢ de las directrices de los pintores y ese aspecto art¨ªstico es lo que ha prevalecido en las obras¡±, se?ala Montero.
Esas mujeres est¨¢n en los cuadros colgados en las paredes del museo Belvedere de Viena, en los retratos dorados que pintaba Gustav Klimt compartiendo espacio con obras de Schiele y Kokoschka. En las pinturas se guarda el misterio de esos personajes que con sus miradas, sus rostros y sus cuerpos han pasado a la historia.
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