Cuando el ¡®pogo¡¯ es arte
Dan Witz, un artista de calle neoyorquino rendido ahora a la pintura hiperrealista, traslada el intenso ritual de baile a pintura
El pogo es un baile, casi una ceremonia, que en los a?os ¨¢lgidos del punk y el hardcore, cuando el CBGC estaba en su apogeo y bandas como Agnostic front, Minor threat, DRI, Suicidal tendencies o los propio Ramones arrastraban legiones de fans a locales llenos de humo y cerveza, se convert¨ªa en un elemento m¨¢s de la liturgia musical.
Abrirse paso a empujones, en un ritual intenso que serv¨ªa para descargar adrenalina, era la esencia del pogo y su final ¨²ltimo, y Dan Witz, un artista de calle neoyorquino rendido ahora a la pintura hiperrealista y que cita en sus influencias a cl¨¢sicos como Bosch o Brueghel tuvo claro como rendirle homenaje: ¡°Llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que la pintura era un medio perfecto para representar la locura y la intensidad que conllevaba el pogo y que yo echaba de menos al finalizar mi breve carrera musical, una manera de recuperar esas emociones¡±.
El resultado de esa transici¨®n entre la pintura y la m¨²sica, puede verse estos d¨ªas en las paredes de la galer¨ªa de Jonathan LeVine en Nueva York City. All¨ª, en gigantescos frescos, los d¨ªas de gloria del baile m¨¢s an¨¢rquico que ha parido la m¨²sica vuelven a la vida y el espectador puede perderse en el en¨¦rgico caos que se produc¨ªa entre la masa que poblaba aquellos conciertos.
El detalle (enfermizo) de la obra de Witz har¨¢ las delicias de los fans de bandas como Rage against the machine o System of a down (por no hablar de Merauder o Cold as life), que han cargado con el pogo hasta el siglo XXI, tres d¨¦cadas despu¨¦s de que leyendas como Black flag o los Dead kennedys lo convirtieran en un rito imprescindible para entender su m¨²sica.
Witz, uno de los artistas callejeros m¨¢s reputados del mundo, reconoce que m¨¢s all¨¢ de la pintura sus referentes son algo m¨¢s terrenales: ¡°O¨ªr a los Clash, ver a los primeros punks y despu¨¦s descubrir los primeros trenes llenos de grafitis. Todo ello influy¨® en mi forma de ver la vida, especialmente cuando uno sale de la escuela de arte y cree que el arte contempor¨¢neo nos ha fallado y que es hora de tratar de tomar las calles¡±. El estadounidense, con 18 libros sobre street-art a sus espaldas, y miles de kil¨®metros en la mochila encara ahora su segunda exposici¨®n en la ciudad de los rascacielos sin renunciar a su visi¨®n del mundo. El artista sigue el (a veces conflictivo) camino que ha llevado a graffiteros como Futura o Stash de las calles a las paredes de los museos y que ha convertido a tipos tan singulares como Banksy o Kaws (que ahora mismo expone en su obra en el CAC de M¨¢laga hasta el 22 de junio) en objeto del deseo de los coleccionistas de medio mundo. Los cuadros de Witz, inevitablemente nost¨¢lgicos si se ha ocupado alguna vez ese c¨ªrculo donde el pogo es un dios terrenal, servir¨¢n para seguir acortando el camino que separa el desmadre de una sala de conciertos de la (forzada) tranquilidad del mundo real.
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