Malvivir entre algodones
James Agee y Walker Evans retrataron la explotaci¨®n de los granjeros blancos en Alabama El art¨ªculo, encargado por 'Fortune' en 1936, permaneci¨® in¨¦dito hasta 2012. Ahora sale en Espa?a
En 1936 el fot¨®grafo Walker Evans y el periodista James Agee viajaron a Alabama para sumergirse en la realidad de los algodoneros por encargo de la revista Fortune. A pesar de que los paliativos del presidente Roosevelt ya estaban en marcha (el New Deal), los estadounidenses segu¨ªan arrastrando la Gran Depresi¨®n. M¨¢s de un mill¨®n de familias, que depend¨ªan de las idas y venidas de las cosechas en campos arrendados y atados a pr¨¦stamos con los propietarios de la tierra, desprend¨ªan el aire desesperado de los okies que John Steinbeck reflej¨® en Las uvas de la ira (1939).
Agee y Evans se centraron en tres (los Tingle, los Fields y los Burroughs), seleccionadas como representativas de la media (ni entre las mejores ni entre las peores), para plasmar sus supervivencias ¨¦picas. Y no solo. Tambi¨¦n para analizar las estructuras econ¨®micas y el ¡°m¨¢rketing aspiracional¡± que manten¨ªa aquel sistema que condenaba a m¨¢s de ocho millones de personas a encerronas existenciales, a llevar una vida ¡°tan profundamente privada y da?ada y atrofiada en el transcurso de ese esfuerzo que solo se la puede llamar vida por cortes¨ªa biol¨®gica¡±, escribi¨® Agee. El reportaje jam¨¢s sali¨® en Fortune por razones ignoradas, aunque proporcion¨® algunas de las im¨¢genes m¨¢s ic¨®nicas de Evans (el retrato del aparcero Floyd Burroughs, por ejemplo) y la fuerza motriz del libro Elogiemos ahora a hombres famosos, publicado en 1940 con m¨ªnima repercusi¨®n (tendr¨ªan que pasar dos d¨¦cadas para que fuese reivindicado como un cl¨¢sico).
El reportaje original se esfum¨® hasta que en 2003 la hija de James Agee recuper¨® la colecci¨®n de manuscritos que su padre dej¨® en su casa de Greenwich Village para cederla a la Universidad de Tennessee. All¨ª se descubri¨® el texto sobre el viaje a Alabama y, en 2012, casi ocho d¨¦cadas despu¨¦s, se public¨® al fin en Estados Unidos Algodoneros. Tres familias de arrendatarios, que ahora sale en Espa?a de la mano de la peque?a editorial Capit¨¢n Swing. Junto a las 30.000 palabras originales del art¨ªculo se incluyen las fotograf¨ªas de Walker Evans, la c¨¢mara que arrop¨® de dignidad la pobreza campesina.
Pero, se pregunta Adam Haslett, autor de Union Atlantic, en la introducci¨®n del libro, ¡°?por qu¨¦ habr¨ªamos de dedicar nuestro tiempo a leer, setenta a?os despu¨¦s, un art¨ªculo rechazado acerca de un mundo desaparecido?¡±. Una raz¨®n es su sabidur¨ªa period¨ªstica: Agee elude el sensacionalismo ¨Cde ah¨ª que descarte a los m¨¢s m¨ªseros de los m¨ªseros- y contextualiza las vidas cotidianas en un marco pol¨ªtico, econ¨®mico y sociol¨®gico. ¡°El capitalismo de pacotilla de los terratenientes se sustenta en parte en los vestigios de la deferencia feudal que muestran los granjeros atados a sus tierras¡±, afirma Haslett. Otra es visionaria: merece ser le¨ªdo como una lecci¨®n para el presente. ¡°No hace falta ser un experto para percibir de qu¨¦ forma nuestro propio sistema crediticio, administrado ya no por terratenientes de pacotilla sino por bancos, agencias de calificaci¨®n de riesgos y compa?¨ªas de gesti¨®n de cobros, ha establecido una impersonal variante financiero-capitalista de la trampa de endeudamiento que Agee describi¨® hace 77 a?os¡±, a?ade.
El texto es un zarpazo a la neutralidad period¨ªstica. Quiz¨¢s John Houston entrevi¨® la raz¨®n mejor que nadie: ¡°Jim Agee era un Poeta de la Verdad; un hombre que no se preocupaba en absoluto por su apariencia, solamente por su integridad. ?sta la preservaba como algo m¨¢s valioso que la vida. Llevaba su amor por la verdad hasta el extremo de la obsesi¨®n¡±. Agee, que fue guionista de La reina de ?frica y que en 1958 ganar¨ªa un p¨®stumo Pulitzer con Una muerte en familia, se sumerge (literalmente) en el entorno de los granjeros, analiza el sistema que lo sustenta y concluye: ¡°Un ser humano cuya vida se nutre de una posici¨®n aventajada adquirida de la desventaja de otros seres humanos, y que prefiere que esto permanezca de este modo, es un ser humano solo por definici¨®n, y tiene mucho m¨¢s en com¨²n con la chinche, la tenia, el c¨¢ncer y los carro?eros del hondo mar¡±. A veces es la poes¨ªa de Agee la que toma algunos p¨¢rrafos al asalto, como en la descripci¨®n de Floyd Burroughs: ¡°Como tantas personas que no saben leer ni escribir, maneja las palabras con torpe econom¨ªa y belleza, como si fueran animales de granja abriendo un terreno escabroso¡±.
El art¨ªculo est¨¢ estructurado como un informe, que desmenuza aspectos b¨¢sicos (dinero, cobijo, comida, ropa, trabajo, temporada de recolecci¨®n, educaci¨®n, ocio y salud), y concluye con dos ap¨¦ndices dedicados a los negros y a los terratenientes que, sin ser Simon Legree, el esclavista malvado de La caba?a del t¨ªo Tom, se gu¨ªan por un marco de creencias que ¡°justifican su posici¨®n y sus medios de vida¡±. Agee hab¨ªa decidido centrar el reportaje en los granjeros blancos para que la cuesti¨®n racial no contaminase lo dem¨¢s pero tampoco les excluy¨® por completo, dado que uno de cada tres arrendatarios era negro. ¡°Al negro lo odian por ser negro; lo odian porque creen que ninguna mujer blanca sin protecci¨®n est¨¢ a salvo a un kil¨®metros de distancia de ¨¦l; lo odian porque trabajar¨¢ por un jornal sobre el que un hombre blanco escupir¨ªa y porque aceptar¨¢ un trato ante el que un hombre blanco matar¨ªa; naturalmente, lo odian m¨¢s que nadie los blancos que por razones de fuerza mayor se hallan tan bajo en la escala social como ¨¦l. Quiz¨¢ huelga decir que trabaja por el jornal que le ofrecen porque tiene que vivir¡±.
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