El d¨ªa de las conciencias
Jean-Luc Godard, Michel Hazanavicius y Ryan Gosling presentan tres pel¨ªculas muy distintas con un mismo objetivo: agitar a los espectadores
Por la longitud de las colas para entrar a ver Adi¨®s al lenguaje, parec¨ªa como si se llevaran formando desde 1960, cuando Jean-Luc Godard, su director, llev¨® al Festival de Berl¨ªn Al final de la escapada y cambi¨® el devenir del cine para siempre. Han pasado m¨¢s de 50 a?os, con presencias continuas del franc¨¦s en los grandes cert¨¢menes, y el maestro de Banda aparte y Week-end sigue suscitando m¨¢ximo inter¨¦s, m¨¢s a¨²n aqu¨ª en Cannes.
Tanto que en los proleg¨®menos hubo incluso codazos para entrar, y a la confusi¨®n se a?ad¨ªa el hecho de que, ya dentro, se entregaban gafas de tres dimensiones para ver su pel¨ªcula. Definitivamente, la revoluci¨®n era esto.
Se notaba que est¨¢bamos ante una de esas grandes ocasiones, porque se habla de Adi¨®s al lenguaje como el testamento cinematogr¨¢fico de un artista de 83 a?os, y porque al ambiente preliminar se sum¨® un grito de alguien del p¨²blico, justo antes del primer plano de la pel¨ªcula, con la pantalla a¨²n en negro, en ingl¨¦s con acento franc¨¦s y absoluto manejo del tempo cinematogr¨¢fico: ¡°?Godard forever!¡±. As¨ª no hay quien vea una pel¨ªcula con sentimiento virginal, pero aquello comenz¨® y pronto se vio que est¨¢bamos ante el Godard de sus ¨²ltimas incursiones en el largometraje (eso s¨ª, apenas una hora y diez minutos), en la l¨ªnea de Elogio del amor, Nuestra m¨²sica y Film socialisme. Como Archipi¨¦lago Gulag, de Solzhenitsyn, al que se cita expl¨ªcitamente, cuyo subt¨ªtulo es Ensayo de investigaci¨®n literaria, el trabajo de Godard, ya desde su t¨ªtulo, pretende romper, como ha hecho (casi) siempre, con cualquier gram¨¢tica cinematogr¨¢fica. ¡°Odio a los personajes¡±, llegan a decir. Godard, esa voz de la conciencia del cine.
'Adi¨®s al lenguaje¡¯es una suerte de testamento del autor de la ¡®nouvelle vague¡¯
Palpitante en algunos juegos de montaje, aunados con sus teor¨ªas alrededor del cine, la sociedad y la cultura, y una ins¨®lita utilizaci¨®n de las m¨²sicas, pero de una vacua pretenciosidad cuando aparecen sus actores, que no sus personajes, que ya sabemos que los odia, la pel¨ªcula es, verdaderamente, un experimento que quiz¨¢ s¨®lo se pueda plantear ¨¦l y lograr semejante recibimiento. ¡°Y cuando termine la historia, se har¨¢n muchas preguntas¡±, dice la voz en off. S¨ª.
De conciencia, pero no art¨ªstica ni cinematogr¨¢fica, sino moral, fue tambi¨¦n la segunda aparici¨®n a concurso del d¨ªa: The search, de Michel Hazanavicius. Tras una pel¨ªcula muda en blanco y negro con la que dej¨® perplejo a medio mundo, sobre todo en lo relacionado con las sendas del lenguaje y el futuro del cine (Godard y Hazanavicius tienen una conversaci¨®n pendiente), el director de The artist lo ten¨ªa f¨¢cil y dif¨ªcil. Dif¨ªcil porque hay que escapar de semejante hito. Y f¨¢cil porque, hiciera lo que hiciese, en nada se parecer¨ªa a su pel¨ªcula anterior. As¨ª que se ha ido hasta 1999, a la Guerra de Chechenia. Lo dicho, como un huevo y una casta?a. Ambicios¨ªsima, al querer abarcar la formaci¨®n del soldado ruso (que deja a La chaqueta met¨¢lica en unos campamentos para ni?os), el drama de los civiles chechenos, la labor de las ONG y hasta la pol¨ªtica, The search est¨¢ apoyada en una estructura de historias en paralelo que, al final, gira con una excelente sorpresa narrativa, pero se derrumba por su tono discursivo y aleccionador, grueso y sin matices.
Hazanavicius viaja en ¡®The search¡¯ hasta la guerra en Chechenia
Por un lado, parece normal que En el nombre de mi hija, nueva pel¨ªcula del veterano franc¨¦s Andr¨¦ T¨¦chin¨¦, est¨¦ aqu¨ª en Cannes, escenario ideal para el relato de una historia real, de impacto medi¨¢tico a lo largo de tres d¨¦cadas, alrededor de un supuesto crimen sin aparici¨®n del cuerpo, los conflictos de poder en los consejos de administraci¨®n de los casinos de la Costa Azul, los entresijos de una cierta mafia, y un tortuoso romance, que protagonizan Guillaume Canet y Catherine Deneuve. Por otro, es incomprensible que la pel¨ªcula est¨¦ en la Secci¨®n Oficial, aunque sea fuera de concurso. Hace d¨¦cada y media que el cine de T¨¦chin¨¦ est¨¢ estancado, sobre todo en la forma, a?eja, sin garra, sin potencia, lejos del enigma, la desaz¨®n y el arrebato de En la boca, no, Los juncos salvajes, Los ladrones y Alice y Martin, sus ¨²ltimos coletazos de gran cine, de entre 1991 y 1998. Como en la jornada anterior con Zhang Yimou, quiz¨¢ la organizaci¨®n quiere hacer hueco a autores con los que mantiene una larga relaci¨®n, pero que lo hagan fuera de concurso es s¨ªntoma de que la categor¨ªa es un coladero de obras menores.
El tama?o y los codazos de las colas de la pel¨ªcula de Godard s¨®lo los superaron los proleg¨®menos de Lost river, debut en la direcci¨®n del actor Ryan Gosling, presentada en la secci¨®n Una cierta mirada, con gente como Wim Wenders, Willem Dafoe y Nicolas Winding Refn, su director en Drive, entre el p¨²blico. Como un cuadro de Edward Hopper cargado de verdes que hubiera entrado en una pesadilla, un descomunal trabajo fotogr¨¢fico y musical, y un esp¨ªritu surrealista sacado del David Lynch de Coraz¨®n salvaje, Terciopelo azul y Mulholland drive, la pel¨ªcula de Gosling es un desparrame violento y desaforado que no deja indiferente, pero que, como m¨ªnimo, apunta fuerza visual. Al final, claro, aplausos y silbidos. Si Godard se despide del cine con Adi¨®s al lenguaje, y si Ryan Gosling ha llegado provocando para quedarse, s¨®lo el tiempo lo dir¨¢. O sus conciencias.
Babelia
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