Christopher Clark analiza la guerra de documentos en ¡®Son¨¢mbulos¡¯
Tras la contienda los pa¨ªses implicados trataron de justificar posiciones y responsabilidades
Todos los horrores de la Europa del siglo XX nacieron de aquella guerra, ¡°la calamidad de la que surgieron todas las dem¨¢s calamidades¡±, como la defini¨® el historiador estadounidense Fritz Stern. El a?o 1914 es, en efecto, la crisis por excelencia, por lo que provoc¨® y por lo que ocurri¨® despu¨¦s, objeto de un debate fascinante que, por razones obvias, dado que Espa?a no particip¨®, apenas ha tenido repercusiones entre nosotros.
Alemania, en respuesta al Art¨ªculo 231 del Tratado de Versalles de 1919 que la responsabilizaba de haber causado la guerra, sac¨® a la luz en los a?os veinte una ingente cantidad de publicaciones y documentos para demostrar lo contrario. Todos los dem¨¢s contendientes, desde Reino Unido hasta Rusia, pasando por Austria o Francia, hicieron lo mismo, para justificar sus posiciones. Tras la guerra de verdad, hubo, en palabras del historiador militar alem¨¢n Bernhard Schwertfeger, ¡°una guerra mundial de documentos¡±. Y despu¨¦s, un largo debate entre historiadores, que no cesa, y ante el que resulta dif¨ªcil poner orden.
Cien a?os despu¨¦s de aquel hecho crucial, las librer¨ªas est¨¢n repletas de novedades literarias, de oportunistas que aprovechan la ocasi¨®n y de obras relevantes basadas en minuciosas investigaciones. En esta ¨²ltima categor¨ªa destaca Son¨¢mbulos,de Christopher Clark, quien, como indica en el subt¨ªtulo, C¨®mo Europa fue a la guerra en 1914, se centra en la serie de acontecimientos y decisiones que la desencadenaron. Una trama compleja, que Clark desentra?a mezclando la narraci¨®n y el an¨¢lisis, en una estructura bastante original donde da voz a los principales actores, tratando de diferenciar entre los supuestos ¡°factores objetivos¡± y lo que aquellos percib¨ªan desde los diferentes escenarios nacionales en los que actuaban.
Clark considera que las explicaciones centradas en la culpa van siempre acompa?adas de ¡°suposiciones incorporadas¡± sobre las causas remotas y terminantes (p¨¢gina 643). Por eso, para evitar la interminable pol¨¦mica sobre qui¨¦n la caus¨®, cuenta una historia ¡°plagada de acci¨®n¡±, con los pasos que dieron quienes tomaban las decisiones fundamentales ¡ªreyes, emperadores, pol¨ªticos, diplom¨¢ticos, mandos militares¡ª, que ¡°caminaban hacia el peligro con pasos calculados y atentos¡± (p¨¢gina 28).
La Europa de comienzos del siglo XX estaba dominada por vastos imperios territoriales, gobernados, excepto en el caso de Francia, por monarqu¨ªas hereditarias. Los altos dirigentes, emperadores y reyes acud¨ªan a los actos p¨²blicos con uniforme militar; las revistas militares eran una parte esencial del ceremonial p¨²blico, y ¡°el culto a la exhibici¨®n militar se introdujo en la vida p¨²blica y privada de sus comunidades¡± (p¨¢gina 255). Como los gastos de defensa representaban una parte sustancial del gasto p¨²blico, los mandos militares ten¨ªan que competir con los pol¨ªticos civiles para tener acceso a los recursos.
Junto a ese militarismo hab¨ªa una falta de transparencia diplom¨¢tica en la mayor¨ªa de las maniobras de los ministros de Asuntos Exteriores, especialmente cuando trataban de los Balcanes, el escenario que sirvi¨® de detonante al conflicto y que ya hab¨ªa conocido dos guerras, en 1912 y 1913, antes de que la tercera se extendiera en cinco semanas del verano de 1914 a todo el continente. Los instrumentos de la vieja diplomacia persist¨ªan pese a la modernizaci¨®n de las sociedades, con reuniones confidenciales, intercambios de promesas y acuerdos bilaterales secretos.
Aquellos ¡°son¨¢mbulos¡± eran tambi¨¦n muy variopintos y actuaban en muchas ocasiones con una frivolidad y falta de responsabilidad sorprendentes. El jefe del Estado Mayor austriaco, el mariscal de campo Franz Conrad von H?tzendorf, de 54 a?os, estuvo, entre 1907 y 1914, m¨¢s interesado en una relaci¨®n amorosa que en todos ¡°los asuntos pol¨ªticos y militares que llegaban a su escritorio¡± (p¨¢gina 137). Cuando el archiduque Francisco Fernando y su esposa, Sof¨ªa Chotek, fueron asesinadas en Sarajevo el 28 de junio de 1914, la ¨¦lite europea estaba disfrutando de su vida privilegiada y exquisita. La noticia del asesinato sorprendi¨® al emperador Guillermo navegando en su yate. El presidente de Francia, Raymond Poincar¨¦, aunque recibi¨® un telegrama en el hip¨®dromo, donde estaba en compa?¨ªa de otros miembros del cuerpo diplom¨¢tico, ¡°se qued¨® a disfrutar de la carrera de la tarde¡± (p¨¢gina 465). El pr¨ªncipe Alfons Clary-Aldringen estaba cazando corzos en un bosque de Bohemia.
Son historias aparentemente triviales, narradas con buen pulso, que acumula Clark a lo largo del libro, dejando claro que lo que le interesa son los actores y las decisiones que tomaban. Y como actuaban en un complejo sistema de relaciones internacionales, en que todos tem¨ªan que los dem¨¢s emprendieran una guerra de agresi¨®n contra sus vecinos, se necesit¨® que alguien encendiera la mecha desde fuera por medio de un detonador. Si nadie hubiera apretado el gatillo, argumenta Clark, ¡°el futuro que se convirti¨® en historia en 1914 habr¨ªa dado paso a un futuro distinto¡±, pero eso hubiera requerido tambi¨¦n un entramado de alianzas m¨¢s fiables y duradero, en el que ¡°los principales dirigentes se hubieran sentido menos presionados para actuar como lo hicieron¡± (p¨¢gina 418).
Clark llega a la conclusi¨®n de que en 1914 hubo una ¡°profunda quiebra de las perspectivas ¨¦ticas y pol¨ªticas¡± que socavaba el consenso y minaba la confianza entre las naciones (p¨¢gina 644). Para ¨¦l, la crisis que desencaden¨® la guerra fue el fruto de una cultura pol¨ªtica com¨²n, multipolar e interactiva, y por eso es el acontecimiento m¨¢s complejo de la era moderna sobre el que contin¨²a un acalorado debate, cien a?os despu¨¦s de que Gavrilo Princip realizara aquellos disparos.
Los protagonistas que transitan por las 788 p¨¢ginas de denso texto, acompa?adas de 1.695 notas, donde se cita hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle, eran ¡°como son¨¢mbulos, vigilantes pero ciegos (¡) inconscientes ante la realidad del horror que estaban a punto de traer al mundo¡±. Parec¨ªan no saber, no sentir, no comprender lo mucho que hab¨ªa en juego. Ninguno de los trofeos por los que compitieron val¨ªa lo que supuso la gran calamidad que sigui¨®. Pero Clark no pretende confirmar nada y deja un ¡°elemento de eventualidad¡± en su extensa historia sobre las causas de la guerra. El conflicto era ¡°improbable¡± hasta que ocurri¨®. Otra cosa es lo que dijeron a posteriori las numerosas voces de estadistas y funcionarios en sus ¡°memorias¡±.
Son¨¢mbulos. C¨®mo Europa fue a la guerra en 1914. Christopher Clark, Traducci¨®n de Irene Fuentes y Alejandro Pradera. Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores Barcelona, 2014. 788 p¨¢ginas. 29 euros (electr¨®nico: 17,99 euros)
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