Adam Hochschild repasa cuatro a?os de matanzas
'Para acabar con todas las guerras' rememora los movimientos antibelicistas en Inglaterra

?Al estampar su firma en el Tratado de Versalles (28 de junio de 1919), que pon¨ªa fin a la I Guerra Mundial, el presidente norteamericano Woodrow Wilson dijo que aquella guerra se hab¨ªa hecho ¡°para acabar con todas las guerras¡±. Era un optimista. Otras voces m¨¢s perspicaces aseguraron que aquel final ser¨ªa el embri¨®n de contiendas futuras mucho m¨¢s devastadoras, como as¨ª fue. La I Guerra Mundial hab¨ªa superado en horror y destrucci¨®n cualquier contienda conocida hasta entonces: cost¨® la vida a unos nueve millones de combatientes, dej¨® heridos a veinti¨²n millones de soldados y mat¨® a trece millones de civiles, y esto sin contar a los cientos de miles de muertos de la revoluci¨®n rusa de 1917, ni tampoco a los del genocidio kurdo. El uso masivo de la ametralladora, el alambre de espino y el gas, junto a la estancada y prolongada lucha en las trincheras que hac¨ªa trizas los nervios de los soldados, adem¨¢s de los millones de proyectiles de los modernos ca?ones que se dispararon en todos los frentes, causaron un aniquilamiento sobrecogedor.
Lo peor de todo es que fue una guerra deseada, y no s¨®lo por Alemania y Austria-Hungr¨ªa, que oficialmente la iniciaron, sino tambi¨¦n por la belicosa Inglaterra, que respondi¨® con ardor. La juventud masculina de las naciones beligerantes acudi¨® entusiasmada a la lucha y s¨®lo muy pocas personas tuvieron el valor de protestar y rebelarse contra aquella hecatombe.
Mientras el militarismo y el imperialismo, camuflados tras los valores de un mundo caduco y anclado todav¨ªa en el siglo XIX, empujaban a la muerte a millones de soldados, otros ideales de corte socialista y antibelicista eran aplastados sin piedad en todas las naciones; tambi¨¦n en Inglaterra, liberal y democr¨¢tica. El desigual paralelismo entre estas dos visiones ideol¨®gicas de la realidad (militarismo y guerra, justicia social y paz) es lo que muestra el neoyorquino Adam Hochschild (1942) en su ¨²ltimo libro, To end all wars (2011), ahora en castellano.
Educado en Harvard, profesor de redacci¨®n period¨ªstica en Berkeley y experto en historia europea, Hochschild es conocido en Espa?a por los excelentes t¨ªtulos El fantasma del rey Leopoldo y Enterrad las cadenas (Pen¨ªnsula). El libro que rese?amos, de ¨¢gil estilo narrativo, se centra ante todo en la remembranza de los movimientos antibelicistas en Inglaterra durante los a?os comprendidos entre 1914 y 1918. Reivindica la lucha casi olvidada y los dramas morales de hombres y mujeres que defendieron sus ideales de paz en medio de una atm¨®sfera adversa de enervado militarismo y propaganda patriotera.
Hochschild recuerda a la valerosa sufragista Charlotte Despard, pacifista, comunista y hasta partidaria del IRA, mientras su hermano, el mariscal de campo sir John French ¡ªel h¨¦roe de la c¨¦lebre carga de caballer¨ªa en Kimberley, contra los b¨®ers¡ª, desempe?aba un importante papel represor como virrey de Irlanda. Tambi¨¦n a las activistas Emily Hobhouse y Sylvia Pankhurst, amante secreta esta ¨²ltima del popular dirigente socialista Keir Hardie. Junto a ellas asoma por estas p¨¢ginas el fil¨®sofo arist¨®crata Bertrand Russell, un incansable luchador por la paz y la sensatez que hasta fue encarcelado en castigo por su inc¨®moda rebeld¨ªa antib¨¦lica.
En contraposici¨®n a los pacifistas, socialistas y objetores de conciencia, Hochschild airea los actos y las decisiones de otros personajes brit¨¢nicos de destacada relevancia en la direcci¨®n de la Gran Guerra, tales como lord Milner, influyente miembro del Gabinete de Guerra de Lloyd George, o sir Douglas Haig, el mariscal de campo responsable de la muerte de cientos de miles de soldados brit¨¢nicos en las mort¨ªferas batallas del Somme y Passchendaele. En las ant¨ªpodas de Russell estuvo el famoso escritor Rudyard Kipling, quien fue un apasionado militarista y enemigo a muerte de los alemanes (¡°no son seres humanos¡±, afirmaba); desolado padre de un hijo muerto en combate, Kipling ensalz¨® el esp¨ªritu b¨¦lico brit¨¢nico, igual que el escritor propagandista John Buchan o el cazador de esp¨ªas Basil Thomas, de Scotland Yard; tambi¨¦n ellos tienen su lugar en esta historia.
Hochschild aporta adem¨¢s una somera visi¨®n panor¨¢mica, clara y contundente del desarrollo de la I Guerra Mundial ¡ªde aquellos ¡°cuatro a?os de matanzas¡± que quebraron millones de vidas y demolieron imperios¡ª, refresca los hitos que los jalonaron, enfocando su atenci¨®n en batallas famosas, para terminar en la revoluci¨®n rusa y el tremendo impulso esperanzador que dio a los movimientos pacifistas, hasta llegar al fin de las hostilidades con la firma del ominoso armisticio.
Un libro muy recomendable que refleja la visi¨®n que se tuvo de la I Guerra Mundial en aquella ¨¦poca, hace ahora casi cien a?os. Que describe la t¨ªmida expansi¨®n de nuevos valores enfrentados a los que todav¨ªa dominaban en la Europa caduca de entonces, plagada de militares prepotentes y ansiosos por jugar a los soldados. Los pacifistas, defensores de ideas nuevas, fueron tachados de cobardes, se los apresaba y hasta se los fusilaba en secreto al amanecer.
Para acabar con todas las guerras (Una historia de lealtad y rebeli¨®n 1914-1918). Adam Hochschild. Traducci¨®n de Yolanda Fontal y Carlos Sardi?a. Pen¨ªnsula. Barcelona, 2013. 616 p¨¢ginas. 34,90 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.