?Libros para cambiar el mundo?
La oleada de t¨ªtulos sobre la crisis impulsa el debate sobre la influencia social de los escritores
La literatura puede ser una mera cuesti¨®n de tinta. El 15 de mayo de 2011 los indignados acamparon en la Puerta del Sol de Madrid y el 17 de septiembre de ese mismo a?o el movimiento Occupy Wall Street hizo lo propio en el Zuccotti Park de Manhattan. Tres semanas m¨¢s tarde, el fil¨®sofo esloveno Slavoj Zizek se encaram¨® a uno de los bancos de la plaza neoyorquina y cont¨® un chiste: un tipo de Alemania del Este fue enviado a trabajar a Siberia. Sab¨ªa que los censores leer¨ªan su correo, as¨ª que dijo a sus amigos: ¡°Establezcamos un c¨®digo. Si la carta que recib¨ªs est¨¢ escrita con tinta azul, lo que diga en ella ser¨¢ cierto; si est¨¢ escrita con tinta roja, ser¨¢ falso¡±. Un mes despu¨¦s lleg¨® la primera carta. Estaba escrita en azul y dec¨ªa: ¡°Todo es maravilloso aqu¨ª. Las tiendas est¨¢n repletas de buena comida. Los cines pasan buenas pel¨ªculas occidentales. Los apartamentos son grandes y lujosos. La ¨²nica cosa que no se puede comprar es tinta roja¡±. Terminado el chiste, la glosa de Zizek a los manifestantes: ¡°As¨ª es como vivimos. Tenemos todas las libertades que queremos, pero nos falta tinta roja, el lenguaje con el que expresar nuestra no-libertad (...) Y eso es lo que est¨¢is haciendo aqu¨ª: nos est¨¢is dando tinta roja¡±.
Desmontados los campamentos, esa tinta simb¨®lica ha llenado los libros hasta resucitar el viejo debate sobre el papel de la literatura como instrumento de cambio social. La crisis econ¨®mica ha abierto un hueco en las librer¨ªas a novelas, ensayos y poemas atravesados por el paro, los desahucios o la precariedad laboral. Entre ellos emerge casi como un emblema la ¨²ltima novela de Rafael Chirbes, En la orilla, mejor libro de 2013 para varios peri¨®dicos espa?oles ¡ª¨¦ste incluido¡ª y reciente premio Nacional de la Cr¨ªtica. Sorprendido de su propio ¨¦xito, el escritor lo atribuye a la desolaci¨®n y el cabreo de la gente: ¡°En momentos menos feroces me ver¨ªan como a un peligroso radical¡±. Chirbes tiene 62 a?os, pero las sensaciones de las que habla est¨¢n presentes tambi¨¦n en el nuevo poemario de Elena Medel, que tiene 29 y ha ganado el Premio Loewe a la creaci¨®n joven con Chatterton. En su libro, dice Medel, est¨¢ m¨¢s presente lo colectivo que lo generacional a partir de ¡°coordenadas personales¡± concretas: ¡°La precariedad laboral y sentimental, el modo en que las relaciones de trabajo ¡ªqu¨¦ ofrezco/qu¨¦ recibo¡ª se han trasladado a las relaciones a secas¡±. Y al fondo una pregunta ¡ª¡°?c¨®mo hemos llegado a este punto?¡±¡ª te?ida, esta vez s¨ª, de una desaz¨®n con edad propia. ¡°Pens¨¢bamos que vivir¨ªamos mejor que nuestros padres y no es as¨ª¡±, reflexiona. ¡°Me pregunto en qu¨¦ momento se torci¨® todo y no tengo respuestas. Incluso cuando no se escribe literatura social se escribe contra algo. Yo escribo contra esa sensaci¨®n y contra m¨ª misma porque hemos seguido un modelo enloquecido, sabemos qui¨¦nes son los culpables y nuestra repuesta ha sido bajar la cabeza, la sumisi¨®n¡±.
"Todas las novelas
son ideol¨®gicas, pero solo se se?ala la ideolog¨ªa cuando molesta¡±, sostiene Marta Sanz
Elena Medel subraya que el componente m¨¢s expl¨ªcitamente social de su ¨²ltimo libro es el feminista: ¡°Todav¨ªa se identifica lo masculino con lo universal y lo femenino, con lo particular¡±. Sin embargo, como escritora se siente una privilegiada respecto a la ¡°lucha verdadera¡±: ¡°?Si hasta me han dado un premio Loewe! Una gran poeta como ?ngela Figuera Aymerich tuvo que publicar Belleza cruel en M¨¦xico porque en Espa?a lo impidi¨® la censura franquista¡±. Figuera (1902-1984), coet¨¢nea de la generaci¨®n del 27 pero ausente de casi todas las antolog¨ªas, ilustra bien, seg¨²n Medel, la diferencia de trabajar bajo una dictadura o en una democracia.
Lecturas para debatir
NARRATIVA Y POES?A
La mina (Akal). Armando L¨®pez Salinas
Daniela Astor y la caja negra (Anagrama). Marta Sanz
Imitaci¨®n de Guatemala (Alfaguara) / El material humano (Anagrama). Rodrigo Rey Rosa
La habitaci¨®n oscura (Seix Barral) / Compro oro (La Marea). Isaac Rosa
En la orilla (Anagrama). Rafael Chirbes
Democracia (Seix Barral). Pablo Guti¨¦rrez
Ajuste de cuentas (Alfaguara). Benjam¨ªn Prado
La trabajadora (Penguin Random House). Elvira Navarro
Memorial del enga?o (Alfaguara). Jorge Volpi
Karnaval (Anagrama). Juan Francisco Ferr¨¦
Ej¨¦rcito enemigo (Penguin Random House). Alberto Olmos)
El padre de Blancanieves (Anagrama) / Acceso no autorizado (Mondadori). Bel¨¦n Gopegui
Flores oscuras (Alfaguara). Sergio Ram¨ªrez
Los cuerpos extra?os (Destino). Lorenzo Silva
Yo, precario (Libros del Lince). Javier L¨®pez Menacho
Chatterton (Visor). Elena Medel
En la avanzada juventud?(Visor). Giconda Belli
ENSAYO
La novela de la no-ideolog¨ªa (Tierra de Nadie) / ?Qu¨¦ hacemos con la literatura? (Akal). David Becerra Mayor
No tan incendiario. Textos pol¨ªticos que salen del cen¨¢culo (Perif¨¦rica). Marta Sanz
Un pistoletazo en medio de un concierto. Acerca de escribir de pol¨ªtica en una novela (Editorial Complutense). Bel¨¦n Gopegui
Ah¨ª es nada. Nuevos ensayos sobre el mundo y la poes¨ªa y el mundo (El Gallo de Oro). Jorge Riechmann
Todo lo que era s¨®lido (Seix Barral). Antonio Mu?oz Molina
El asco indecible (Pamiela).?Miguel S¨¢nchez-Ostiz
El resurgir de la literatura comprometida en Espa?a ha vuelto los ojos hacia los autores que la practicaron bajo el franquismo. Ser¨ªa el caso de ?ngela Figuera y, tambi¨¦n, el de Armando L¨®pez Salinas, cuya novela La mina, una cr¨ªtica de la explotaci¨®n laboral publicada en 1960, se reedit¨® por primera vez en septiembre pasado sin los cortes de la censura. L¨®pez Salinas muri¨® en marzo pasado, pero el responsable de esa nueva edici¨®n, David Becerra Mayor, recuerda que la recuperaci¨®n de La mina parece hecha a prop¨®sito, pero que ya en 2011 ¡ª¡°curiosamente, tres d¨ªas antes del 15-M¡±¡ª se celebraron unas jornadas de homenaje a su autor, referente de esa literatura social de la posguerra que pas¨® de ser tendencia dominante ¡ªde la mano de Blas de Otero, Gabriel Celaya, Antonio Ferres o Jes¨²s L¨®pez Pacheco¡ª a ser denostada por, seg¨²n sus cr¨ªticos, privilegiar la denuncia frente a la est¨¦tica. Contra La mina, dice David Becerra, se esgrimieron argumentos literarios que encubr¨ªan argumentos pol¨ªticos: ¡°Es una novela que molesta porque impugna el relato fundacional de la Transici¨®n, reducida a grandes gestos de grandes hombres. L¨®pez Salinas nos recuerda qui¨¦n resisti¨®, qui¨¦n luch¨®¡±.
Autor del estudio La novela de la no-ideolog¨ªa, Becerra es adem¨¢s uno de los firmantes del op¨²sculo colectivo ?Qu¨¦ hacemos con la literatura?, que forma parte de una colecci¨®n de la editorial Akal ¡ªla misma que ha recuperado La mina¡ª destinada a pensar qu¨¦ hacer con la ecolog¨ªa, la educaci¨®n o la financiaci¨®n de los partidos. Entre esos firmantes est¨¢ tambi¨¦n Marta Sanz, cuyo nombre es, junto a los de Bel¨¦n Gopegui e Isaac Rosa, uno de los que m¨¢s se repite al hablar de literatura pol¨ªtica (o de intervenci¨®n o, ella no tiene reparos en utilizar el adjetivo, ¡°urgente¡±). Eso s¨ª, rechaza que esa urgencia se traduzca en descuido de la forma o en uso panfletario del contenido. ¡°La literatura es en el 90% una cristalizaci¨®n de la ideolog¨ªa dominante, marcada por el consumo y por el despliegue de una cultura abaratada como ocio y espect¨¢culo¡±, sostiene la escritora. ¡°Eso se traduce en un canon que coloca el arte en un lugar sagrado, inofensivo. Todas las novelas son ideol¨®gicas, pero solo se se?ala la ideolog¨ªa cuando molesta¡±. ¡°¡±
Con todo, Marta Sanz reconoce no haber encontrado respuesta a la pregunta que se plantean todos los autores de literatura social desde que existen la sociedad y la literatura: ?para qui¨¦n se escribe? David Becerra recuerda que trat¨® muchas veces el tema con L¨®pez Salinas. ?Qu¨¦ hacer cuando los lectores potenciales de una obra ¡ªmineros, emigrantes¡ª no pueden acceder a ella? ¡°Armando trabajaba con esa contradicci¨®n en la cabeza¡±, cuenta Becerra. ?C¨®mo la resolv¨ªa? ¡°Pensando que no le correspond¨ªa a ¨¦l arreglarlo sino al Ministerio de Educaci¨®n. Ahora es distinto: el analfabetismo de la posguerra ya no existe¡±.
¡°Muchos libros supuestamente cr¨ªticos no son m¨¢s que la estetizaci¨®n de problemas pol¨ªticos¡±, replica Patricio Pron
Cuenta Elena Medel que en ocasiones tiene la impresi¨®n de escribir para los convencidos, y esa misma expresi¨®n es la que usa Marta Sanz para reivindicar la necesidad de no ser previsible y dar una vuelta de tuerca a los prejuicios¡±. Sanz, no obstante, tiene claro el p¨²blico que querr¨ªa para su obra: ¡°El de S¨¢lvame¡±. Tambi¨¦n tiene claro que es imposible: ¡°Si haces una literatura no complaciente no pasas de ese lector dispuesto a que los libros le abran los ojos y no le anestesien, y al que no le importa mancharse y sufrir porque sabe que el dolor del conocimiento ayuda a reparar el da?o¡±.
?La literatura comprometida debe experimentar con el lenguaje o ser lo m¨¢s clara posible para que su denuncia sea eficaz? Aunque la obra de un poeta como Juan Gelman ¡ªllena de audacias gramaticales¡ª ser¨ªa una buena s¨ªntesis entre experimentaci¨®n y compromiso, la nicarag¨¹ense Gioconda Belli subraya que el problema es com¨²n a toda la literatura: ¡°Encontrar la calidad dentro de la expresi¨®n, porque cuando se vuelve panfletaria pierde fuerza y se descarta a s¨ª misma. Hay obras coyunturales que si tienen calidad sobreviven a la coyuntura y se aplican a otras latitudes y situaciones. Yo escrib¨ª poemas durante la dictadura somocista que he visto reproducidos en Chile y ahora en Venezuela¡±. Hace poco, cuenta, vio en Twitter la foto de una pared en Caracas con los versos de su poema Huelga: ¡°Quiero una huelga donde vayamos todos. / Una huelga de brazos, de piernas, de cabellos, / una huelga naciendo en cada cuerpo¡¡±. ¡°Otros poemas¡±, a?ade, ¡°no los vuelvo a leer ni yo¡±.
Para el narrador guatemalteco Rodrigo Rey Rosa la literatura puede aspirar a influir a las clases dirigentes m¨¢s que al gran p¨²blico, ¡°as¨ª la experimentaci¨®n con el lenguaje no constituir¨ªa una barrera¡±. Lo dice antes de recordar que el 50% de la poblaci¨®n de su pa¨ªs es analfabeta y despu¨¦s de se?alar con iron¨ªa que la influencia de la literatura en la pol¨ªtica no tiene por qu¨¦ ser algo necesariamente positivo. ¡°Esta clase de preguntas parecen hechas casi siempre desde un punto de vista biempensante de izquierda. Si la influencia que la literatura puede ejercer es de tendencia derechista o fascista, puede ser una suerte que su difusi¨®n sea limitada, ?no?¡±. Rey Rosa, que reuni¨® hace unos meses en Imitaci¨®n de Guatemala cuatro novelas cortas, ha sabido manejar los recursos policiacos para narrar las matanzas de ind¨ªgenas, el tr¨¢fico de ni?os o el secuestro de su propia madre. Cada vez que se plantea la tensi¨®n entre mayor¨ªas y minor¨ªas, surge la idea de Gramsci de que una literatura con pretensiones de cambiar el mundo deber¨ªa partir de los g¨¦neros populares para llegar a todo su p¨²blico potencial. De ah¨ª que no tarde en sumarse a la conversaci¨®n el que para algunos es el gran espejo de las miserias sociales: la novela negra. Tras recordar que escritores comprometidos como la propia Sanz o Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n la han cultivado, David Becerra subraya que el molde no garantiza nada: ¡°Hay autores que hacen una lectura patol¨®gica ¡ªel asesino es un enfermo aislado¡ª y otros que tratan de desvelar la violencia invisible del capitalismo¡±. Lorenzo Silva, uno de los m¨¢s se?alados autores espa?oles del g¨¦nero ¡ªacaba de publicar, con trama pol¨ªtica de fondo, Los cuerpos extra?os¡ª, tiene una opini¨®n parecida y, adem¨¢s, apunta que las novelas nacen con la limitaci¨®n de serlo: en una ficci¨®n nadie se da por aludido. Para ilustrarlo, recurre a su propia experiencia. Tras una larga carrera buceando en el delito como novelista, la primera denuncia le lleg¨® por un libro de reportajes sobre ¡°criminales y polic¨ªas¡±.
"La literatura no es para convencer a nadie, sino para hacer preguntas", afirma Sergio Ram¨ªrez
¡°¡±¡±El escritor argentino Patricio Pron ¡ªdel que estos d¨ªas se publica el ensayo El libro tachado y la novela Nosotros caminamos en sue?os, una corrosiva visi¨®n de la guerra de las Malvinas¡ª abunda en esa p¨¦rdida de relevancia: ¡°La literatura ya no es el idioma com¨²n de la experiencia social¡±. ?Lo fue alguna vez? ¡°Ah¨ª est¨¢ la influencia de Zola en los movimientos sociales del siglo XIX o el papel de Orwell en el XX. Incluso las novelas del boom se leyeron en clave pol¨ªtica porque coincidieron con los sue?os de una generaci¨®n en Am¨¦rica Latina¡±. Seg¨²n Pron, es posible que ese idioma com¨²n no quepa ya en un mundo tan fragmentado como el actual, en el que la gente se divide seg¨²n sus h¨¢bitos de consumo. Incluido el consumo de literatura. De haberlo, apunta, habr¨ªa que buscarlo en otros ¨¢mbitos: el 15-M, las redes sociales. Con sus matices. En las asambleas a las que fue, cuenta, se ten¨ªa la sensaci¨®n de que hab¨ªa ¡°un lenguaje en construcci¨®n¡±. La tinta roja de Zizek. ¡°Aunque a veces se partiera totalmente de cero y se discutiera la distinci¨®n entre ser humano y ciudadano¡±. ?Y las redes sociales? ¡°El futuro ser¨¢ peor de lo que imagino si sus c¨®digos ¡ªbrevedad, falta de doblez¡ª se convierten en imperativo categ¨®rico, pero me temo que la literatura ya no es el laboratorio del lenguaje ni el repositorio de los sue?os colectivos¡±.
Respecto al papel de la literatura social, Pron es contundente: toda literatura interviene en su ¨¦poca y toda cr¨ªtica debe ser primero autocr¨ªtica. ¡°?Por qu¨¦ deber¨ªamos esperar un cuestionamiento eficaz de nuestros modos sociales de existencia por parte de una literatura sin inter¨¦s en cuestionar sus propios modos sociales de existencia?¡±, se pregunta. En su opini¨®n, no hay alternativa sin cuestionar la instituci¨®n literaria, ¡°reflejo de la instituci¨®n pol¨ªtica¡±. De ah¨ª que prefiera los inclasificables trabajos de C¨¦sar Aira o Mario Bellatin frente a ¡ª¡°por hablar de cuatro buenos escritores¡±¡ª los m¨¢s expl¨ªcitamente pol¨ªticos de Ricardo Piglia u Horacio Castellanos Moya. A ello habr¨ªa que a?adir que la literatura trabaja ¡°con otros plazos: si quieres intervenir en los asuntos de esta semana, llegas tarde; para eso est¨¢ la prensa. El lector contempor¨¢neo no necesita leer novelas para saber de la crisis. Muchos libros supuestamente cr¨ªticos no son m¨¢s que una estetizaci¨®n de problemas pol¨ªticos¡±. ?Estetizaci¨®n? ¡°S¨ª, tambi¨¦n hay una est¨¦tica de la fealdad. Contar las cosas crudamente no es ser menos ret¨®rico¡±.
Patricio Pron insiste en que la literatura ha perdido relevancia, y el nicarag¨¹ense Sergio Ram¨ªrez explica que ¨¦se es el estadio m¨¢s desconcertante para un escritor: ¡°Donde el terreno es m¨¢s dif¨ªcil, es en aquellos pa¨ªses donde los reg¨ªmenes autoritarios son indiferentes a la literatura porque no la consideran peligrosa. En una democracia la exploraci¨®n en busca de temas es m¨¢s ardua, porque ha perdido sus pretextos. Qu¨¦ har¨ªamos en Am¨¦rica Latina sin corrupci¨®n institucional, sin autoritarismo iluminado, sin carteles de la droga¡¡±. No es raro, pues, que en la charla que mantuvo con el israel¨ª David Grossman en la ¨²ltima Feria del Libro de Guadalajara, Mario Vargas Llosa sostuviera que tanto en Latinoam¨¦rica como en Israel la idea de que escribir es una manera de influir mantiene su vigencia. Otra cosa es desde qu¨¦ tribuna. Sergio Ram¨ªrez fue vicepresidente de Nicaragua con el Gobierno sandinista entre 1984 y 1990. ?Despu¨¦s de pasar por el poder ha cambiado su idea sobre la capacidad de la literatura para mejorar la sociedad? ¡°Ahora creo m¨¢s firmemente que la literatura no es para convencer a nadie, sino para hacer preguntas¡±, dice. ¡°Veo mejor el asunto cuando el escritor, desde la tribuna que le da la literatura, se expresa como ciudadano. La creencia de que el mundo puede ser cambiado desde los libros es una arrogancia. Mejor creer que el mundo debe ser interrogado desde los libros¡±.
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