Terreno de lo abyecto
El trabajo de Tala Madani es, en parte, una cura de humildad para nuestra cultura
Es tentador hacer una lectura pol¨ªtica de las obras de Tala Madani (Teher¨¢n, 1981). La autora, al fin y al cabo, se gradu¨® en ciencia pol¨ªtica antes de cursar Bellas Artes en Yale. La tentaci¨®n arrecia porque a la vista de sus hombrecillos que construyen con sus excrementos un gran ¨¢rbol de Navidad o siguen serviles a un trasero que no controla el esf¨ªnter, es inevitable acordarse de hipotecas y contratos-basura, de activos financieros que s¨®lo eran desperdicios, de la corrupci¨®n, y de las actitudes que m¨¢s que frenarla la utilizan como arma pol¨ªtica.
Pero es s¨®lo una tentaci¨®n. Madani apunta m¨¢s lejos. Con una pintura sencilla pero exacta, la autora elige adentrarse en el dif¨ªcil terreno de lo abyecto. Lo abyecto, seg¨²n Julia Kristeva, es aquello de lo que hay que deshacerse para llegar a ser un yo. El principal problema que plantea es que eso que hay que alejar (sudor, heces, orina) es ¨ªntimamente nuestro. El mismo af¨¢n de alejar algo tan pr¨®ximo hace de lo abyecto tema del arte: los antiguos lo emplearon con intenci¨®n moral; los surrealistas, para pensar la transgresi¨®n; los accionistas vieneses, como purificaci¨®n del pasado nazi, y autores como Mike Kelley, para repensar la infancia.
Madani cambia la perspectiva y muestra sobre todo la cercan¨ªa de lo abyecto. Constituye nuestro interior (el personaje de uno de sus cuadros mantiene un animado coloquio con sus intestinos), marca los cuerpos (al hombrecillo de The Whole el ombligo se le ha convertido en ano) y se entremete en nobles proyectos, como ocurre con los nadadores inmersos en el lago de orina que lanza un desvergonzado y celestial Cupido.
Repensar lo abyecto permite acortar distancias entre alta y baja cultura. Madani emborrona sus figuras ¡ªinspiradas en una revista sat¨ªrica azer¨ª¡ª con drippings a lo Jackson Pollock (Blackout) o compone con ellas un rid¨ªculo canc¨¢n con bandas de color al estilo de Morris Louis, pero tambi¨¦n dirige su mirada a la imagen de masas y corroe el encanto de Peter y Jane, figuras infantiles encargadas a un dibujante chino como ilustraciones de un m¨¦todo para aprender ingl¨¦s.
Su trabajo es en parte una cura de humildad para una cultura, la nuestra, que no ha logrado a¨²n discernir qu¨¦ dosis de narcisismo nutren sus m¨¢s excelsas creaciones. De ah¨ª, el sarcasmo de Retroproyecci¨®n, donde un var¨®n se introduce una potente linterna en la boca y lanza por el ano, en medio de un gran haz de luz, cacas geom¨¦tricamente correctas, o ese otro caballero que bajo un gran foco, se empe?a en meterse en un bocadillo de c¨®mic, desesperado intento de hacer valer sus palabras: cuando lo consigue, el globo estalla. Pero tambi¨¦n apunta al sadomasoquismo de nuestra cultura: se advierte en sus animaciones (tan potentes como sus pinturas): los dos murmuradores de Ch¨¢charas no hablan sino vomitan y el Apu?alador de ojos se destroza con tal de aniquilar su propia sensibilidad. Habr¨¢ quien encuentre dura la muestra, pero en ciertos momentos es preferible la c¨¢ustica a la est¨¦tica.
Tala Madani. Retroproyecci¨®n. Centro Andaluz de Arte Contempor¨¢neo. Avenida de los Descubrimientos, s/n, y avenida de Am¨¦rico Vespucio, 2. Sevilla. Hasta el 24 de agosto
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