En Cannes
Los maliciosos llevan a?os diciendo que los festivales arrojar¨ªan un distinto balance cr¨ªtico y medallista si se proyectaran las obras sin t¨ªtulos de cr¨¦dito
Un a?o m¨¢s el Festival de Cannes ha dejado sabor agridulce. Para muchos su secci¨®n competitiva se ha convertido en una lista de fieles, nombres que se repiten en un pacto de familiaridad. Por suerte, el festival tiene un vientre de ballena, poblado de secciones diversas, mercados y presentaciones, que al final re¨²ne a la industria m¨¢s all¨¢ del palmar¨¦s. Pero este a?o la presidenta del jurado, Jane Campion, record¨® que tan s¨®lo una mujer, precisamente ella por la sobrevalorada El piano, hab¨ªa ganado la Palma de Oro. Resulta significativo si lo contrastamos con la mucho m¨¢s corta vida de los Goya donde ya han ganado el gran premio tres mujeres.
La cr¨ªtica francesa ha apuntado a la mano de Campion para lograr un premio destacado y sorpresivo, aunque no la Palma, para Las maravillas de Alice Rohrwacher. Pero quiz¨¢ el error en festivales y premios que florecen en las actividades culturales y art¨ªsticas reside en la hiperrelevancia del autor, que empobrece el juicio sobre la obra misma. Los maliciosos llevan a?os diciendo que los festivales arrojar¨ªan un distinto balance cr¨ªtico y medallista si all¨ª se proyectaran las obras sin t¨ªtulos de cr¨¦dito. En la dial¨¦ctica de g¨¦nero, Cannes incluye un Palma Queer, un galard¨®n independiente que premia a la mejor pel¨ªcula gay que se haya proyectado en sus secciones y que en cinco a?os, curiosamente, siempre ha premiado a pel¨ªculas de directores hombres.
Pero puestos a denunciar discriminaciones en Cannes, los espa?oles har¨ªan bien en sentirse igual de maltratados que las mujeres directoras. La Palma de Oro s¨®lo la gan¨® Viridiana, de Bu?uel, y compartida con una olvidada cinta francesa, en 1961, justo al a?o siguiente de La dolce vita. Estamos lejos de vivir dos Palmas de Oro consecutivas que resistan as¨ª de bien el paso del tiempo, verdadero tribunal de cualquier obra. Pero desde entonces los espa?oles, aunque Almod¨®var ha rozado el m¨¢ximo galard¨®n varias veces, ni siquiera son invitados a competir. Viridiana recibi¨® al d¨ªa siguiente el castigo del Vaticano a trav¨¦s de sus ¨®rganos de censura y termin¨® prohibida en nuestro pa¨ªs, cost¨¢ndole el cargo al bur¨®crata franquista que subi¨® ufano a recoger la Palma, por lo que la ¨²nica victoria se transform¨® en esperpento nacional. Pero eso es otra historia.
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