Las quim¨¦ricas amigas y sus hijos
La interpretaci¨®n de los dos j¨®venes entierra las posibilidades dram¨¢ticas de 'Dos madres perfectas'
A veces las pel¨ªculas no tienen por qu¨¦ ser veros¨ªmiles; basta con que sean perturbadoras, ya sea por lo que cuentan o por c¨®mo lo cuentan. Y aunque pensar lo que hubiera podido hacer alguien como Roman Polanski con un material como el de Dos madres perfectas entra en el terreno de la ilusi¨®n, y en el de la quimera, lo cierto es que a la luxemburguesa Anne Fontaine su historia le viene enorme, sobre todo porque nunca encuentra el tono, salvo en los tres planos finales, los ¨²nicos que sobrecogen. Quiz¨¢ la novela, y sobre todo la prosa, de Doris Lessing, la autora del texto original, uno de los cuatro cuentos incluidos en su volumen Las abuelas, lo consiguieran, pero su adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica, expuesta desde el realismo, s¨®lo parece una colecci¨®n de subterfugios para evitar tener que narrar lo que convertir¨ªa la pel¨ªcula en una casa de barro insostenible ya desde su premisa: dos amigas ¨ªntimas que establecen relaciones sexuales y sentimentales cada una con el hijo de la otra sin que su amistad se resquebraje.
DOS MADRES PERFECTAS
Direcci¨®n: Anne Fontaine.
Int¨¦rpretes: Naomi Watts, Robin Wright, Xavier Samuel, James Frecheville, Ben Mendelsohn.
G¨¦nero: drama. Australia, 2013.
Duraci¨®n: 112 minutos.
Fontaine, la autora de la curiosa Limpieza en seco y de la inane Coco, de la rebeld¨ªa a la leyenda de Chanel, y su reputado coguionista, Christopher Hampton, cargan su relato de elipsis que por un lado ayudan, al hacer menos extra?a la relaci¨®n cotidiana, pero por otro dejan meridianamente claro que se est¨¢n escapando por la tangente. Y aunque el miedo a la vejez pase por el relato como interesante subtexto, la imperturbable interpretaci¨®n de los dos j¨®venes, como dos moles sin carisma en sendos personajes planos en desarrollo, y la cobard¨ªa de Fontaine, que coloca en estos papeles a dos treinta?eros (y no veintea?eros) que por un lado hacen menos provocadora la relaci¨®n, y por otro la hacen simplemente inviable (?hijo de Naomi Watts?), acaban enterrando las posibilidades dram¨¢ticas de la pel¨ªcula.
Unas oportunidades que no estaban ni en el deleite con las secuencias de surf ni en los bailecitos horteras en mancomunidad, sino en la inquietud y, sobre todo, en la posibilidad, tan perturbadora como pol¨¦mica, del replanteamiento de las relaciones afectivas desde una ¨®rbita ajena al est¨¢ndar establecido durante siglos.
Babelia
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