Arcade Fire reina en la madrugada del Primavera Sound
El festival barcelon¨¦s encumbra a sus dioses a pesar de ofrecer un concierto irregular
No, definitivamente no era el lugar propicio para sentirse individuo. Pasaban algunos minutos de medianoche y r¨ªos humanos conflu¨ªan hacia una enorme explanada del F¨®rum, all¨ª donde se encaran sus dos escenarios principales. Frente a uno de ellos se apostaba una multitud expectante dado que en breves instantes se iniciar¨ªa la actuaci¨®n m¨¢s esperada de la jornada del Primavera Sound. Los egos m¨¢s acentuados se disolv¨ªan en una multitud variopinta que bram¨® como un toro encelado cuando pasados treinta minutos de la hora de Cenicienta apareci¨® en escena otra peque?a multitud. Por sus vestuarios, ropajes multicolores con los tonos repartidos como si una brocha hubiese perfilado cortes sangrantes de color, se dir¨ªa que era una troupe de gitanos reci¨¦n bajada de su carromato, pero no, eran The Arcade Fire, la banda por antonomasia de los sonidos llamados independientes, quien comenzaba su actuaci¨®n en el F¨®rum. Hac¨ªa fresco, pero el gregarismo transmite calor¨ªas. Son¨® Reflektor y la masa comenz¨® a agitarse.
Entre la masa, no hace falta reiterarlo, mayor¨ªa abrumadora de extranjeros, algunos de ellos en manga corta, como diciendo a los locales, abrigados como ping¨¹inos, que no era para tanto. Sobre el escenario de la ¨²nica actuaci¨®n de los canadienses en Espa?a, tambi¨¦n mangas cortas, pero ya se sabe que los focos transmiten calor, y encima de los m¨²sicos los hab¨ªa en cantidad suficiente para preparar una parrillada tan cuantiosa que de ser destinada al ej¨¦rcito napole¨®nico en Mosc¨² hubiese cambiado el signo de la historia. A todo esto sonaba ya Flashbulb eyes, y la banda afirmaba con este tema que los de su ¨²ltimo disco iban a tener un notable protagonismo en un repertorio que alcanzar¨ªa la hora y tres cuartos ¡ªsonaron nueve de sus trece piezas¡ª. El p¨²blico se apretaba y entonces se advert¨ªa plenamente el sentido del doble vallado semicircular que aligera la presi¨®n sobre las primeras filas. El cuarto tema, Rebelion ya depar¨® esa escena tan sanferminera propia de los conciertos de los canadienses: grupos de personas se enlazaban por los hombros y bailaban, de forma enga?osa, empujados por Baco. Falso, la canci¨®n era quien los mov¨ªa. La alegr¨ªa en grupo siempre es m¨¢s contagiosa que la vivida en un rinc¨®n de introspecci¨®n. Fuera ya t¨®picos sobre el Primavera, su p¨²blico es tan normal como el de un concierto de Melendi, aunque por supuesto de otro tipo.
Pero entonces lleg¨® el valle. Joan of Arc y Rococo bajaron la intensidad de un concierto que si bien es cierto que result¨® triunfal desde el escenario y en el coraz¨®n de la masa, vivido en las periferias de la multitud, all¨ª donde se percibe si la mecha prende en la dinamita o se queda en los fulminantes y cartuchos pr¨®ximos, se comprob¨® que la del jueves en la noche no fue la actuaci¨®n m¨¢s redonda del grupo en Barcelona, ciudad a la que como corresponde ba?aron en halagos que hicieron extensivo al festival que los acog¨ªa. O los temas nuevos no son suficientemente conocidos o su apertura a sonidos menos expansivos en su acepci¨®n sanferminera han de ser m¨¢s digeridos por los seguidores de Arcade Fire. De hecho puede decirse que s¨®lo fueron dos los nuevos temas que prendieron entre el p¨²blico; la rockera Normal person pieza con cabezudos en escena, uno de ellos el Papa, y la caribe?a Here comes the nightime, que sonaron en la parte m¨¢s noble del repertorio, previas a su resoluci¨®n con Wake up. Antes el F¨®rum se ba?¨® en varias entonaciones colectivas de las vocales que hacen de los estribillos y puentes del grupo algo contagioso: oh, oh, oh¡.uh, uh, uh....eh, eh, eh.... En suma, un concierto en el que la banda no gan¨® m¨¢s seguidores de los ya acumulados antes de su inicio. ?Mal concierto? No, pero tampoco para perder la cabeza en una noche que apuntaba m¨¢s alto.
Y muy alto, all¨¢ en la estratosfera o m¨¢s all¨¢, es donde St Vincent tiene su ego. Y es que Annie Clark se siente muy guapa, algo sobre lo que podr¨ªa alcanzarse un consenso; muy moderna, que considerando que su vestuario era ochentero, con hombreras y aire de ciencia ficci¨®n retro, podr¨ªa aceptarse. Se siente igualmente buena guitarrista, cosa que se puede comprar si olvidamos que parec¨ªa imitar al Robert Fripp m¨¢s normalito y ya puestos tambi¨¦n se considera tan carism¨¢tica que para ser bien vista por la multitud y que ¨¦sta captase su aura de forma adecuada, se situ¨® encima de un podio donde exhibir mejor su empaque. Vamos, que o se toma demasiado en serio o tiene un sentido del humor extraordinario. La forma en que escenific¨® su ca¨ªa del podio tras Prince Johnny, una pieza bastante convincente, apunt¨® a la primera posibilidad. Demonios, ?cuanto carisma por el suelo!. Su concierto fue efectista como un truco de magia, con coreograf¨ªas absurdas y un aire retro que hac¨ªa pensar que el pasado se conjuga en presente. Si ser moderno es tener la mirada en el retrovisor, St Vincent fue la m¨¢s moderna del lugar. Lo que hay que aceptar sin remilgos es que el sonido de su actuaci¨®n fue excelente, al igual que el dise?o de escenario, que podr¨¢ gustar o no, pero ten¨ªa una intenci¨®n. Que se notase en demas¨ªa que la misma era acentuar el ego de Annie ya resulta un elemento que cada uno de los muchos espectadores que siguieron su actuaci¨®n pudo valorar en una noche de masas. Mal d¨ªa para el yo. Menos para el de Annie.
Babelia
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