¡°Cuanto m¨¢s ap¨¢tica est¨¦ la gente m¨¢s fuerte estallar¨¢ la violencia¡±
Irvine Welsh arremete contra la crisis sociopol¨ªtica en ¡®Skagboys¡¯, precuela de ¡®Trainspotting¡¯
¡°Te verde; cualquiera¡±, dice tras apurar un vaso de agua. No es la bebida que uno espera de este hombre corpulento bajo su camiseta negra, brazos tatuados, cabeza rapada, de habla cerrada casi como su boca, comisuras de los labios grabando su rostro hacia abajo. Menos a¨²n si se sabe que es Irvine Welsh, el autor de Trainspotting (1993), retrato de esa simbiosis letal que fue el thatcherismo con el azote de una hero¨ªna que estall¨® de la nada en la Escocia de los a?os 80. Una instant¨¢nea que tuvo secuela, Porno (2002), y tambi¨¦n precuela, Skagboys (Chicos de la hero¨ªna, en argot, 2012), que ahora llega a Espa?a (Anagrama).
¡°La polic¨ªa sigue aporreando a los piquetes que quedan como si fueran cr¨ªas de foca (¡) Pienso que hemos perdido y se avecinan tiempos crudos¡±, escribe Mark Renton (jovenc¨ªsimo Ewan McGregor en la adaptaci¨®n al cine que Dany Boyle hizo de Trainspotting en 1996) en su diario de rehabilitaci¨®n de drogadicto recordando su apaleada presencia junto a su padre en la huelga de mineros de Orgreave y que marca el inicio de una novela que narra la introducci¨®n en la hero¨ªna de su pandilla, pero con un componente sociopol¨ªtico m¨¢s fuerte que en las dos entregas anteriores. ¡°Quer¨ªa explicar c¨®mo los personajes de Trainspotting hab¨ªan llegado hasta ah¨ª, pero deseaba complementar las voces y las circunstancias familiares dando un peque?o sorbo al tema pol¨ªtico¡±.
Pero Welsh (Leith, Escocia, 1958), en Barcelona para hablar hoy de su vida y obra en el Festival Primera Persona del CCCB, ha dado un buen lingotazo. ¡°Hace tiempo que quer¨ªa escribir sobre los a?os 80 que transformaron Inglaterra, que es casi como escribir de ahora porque el tema sociopol¨ªtico no ha cambiado, sigue dominando la econom¨ªa del paro, todo se ha cronificado desde esos 80¡±, asegura. Tatcher es, as¨ª, casi una coprotagonista (¡°me tendr¨ªa que pagar derechos de autor¡±) y en el libro se la considera la culpable de propagar el sida en Escocia al suprimir programas de intercambio de jeringuillas, mientras que la pe?a se hace eco de la teor¨ªa conspirativa de que la hero¨ªna aterriz¨® para frenar los violentos disturbios de la contestaci¨®n social de 1981. ¡°No creo en conspiraciones porque todo el capitalismo me parece en s¨ª una conspiraci¨®n contra la clase trabajadora; se provoca exprofeso paro y falta de oportunidades¡ y en ese ambiente el analg¨¦sico viene solo: la gente ha de gestionar el dolor y en ese caldo de cultivo, la droga llegar¨¢ siempre, es un chute inevitable contra el drama de una vida as¨ª¡±.
Est¨¢ muy bien que roben mis libros, es coherente con el mundo que retrato¡±
Tambi¨¦n la falta de tacto de la Dama de Hierro est¨¢, cree, en la ra¨ªz del proceso independentista de Escocia. ¡°Tatcher es la gran artesana de la independencia de Escocia; no s¨¦ qu¨¦ pasar¨¢ en el refer¨¦ndum de octubre pero ni que sea a largo plazo la separaci¨®n de Escocia est¨¢ garantizada; todos los elementos que justificaron la uni¨®n ¨Cla industrializaci¨®n, el imperio con su mercado, el estado del bienestar¡- se han fundido¡±. A ese ambiente hay que a?adir una polarizaci¨®n brutal de la sociedad entre ricos y pobres, si bien no se ha traducido en la explosi¨®n social que Welsh vaticin¨® hace 10 a?os. ¡°Si yo perteneciera al establishment gubernamental estar¨ªa muy preocupado: cuanto m¨¢s ap¨¢tica est¨¦ la gente y m¨¢s tarde en reaccionar mucho m¨¢s imprevisible y catastr¨®fico ser¨¢ el estallido de violencia; estamos en la calma t¨ªpica antes de la gran tempestad y los sectores de la seguridad, p¨²blicos y privados, no podr¨¢n contener ese malestar¡±. Y no se divisan cambios. ¡°Ya no es ricos contra pobres: hoy lo ricos ya solo son cuatro y tras acabar con la clase trabajadora ahora atacan a las clases medias¡±.
El tono de voz de Welsh, bajo, es el del que se ha fajado en el fango y pudo salir m¨¢s o menos de pie (hace tiempo que dej¨® las drogas) en una sociedad brit¨¢nica que ¡°no ofrece esperanza alguna a sus ciudadanos¡± pero que en cambio ha colocado una pica en el sistema: Trainspotting es lectura obligatoria en escuelas y, a su vez, a¨²n sigue entre los m¨¢s sustra¨ªdos en bibliotecas y librer¨ªas. ¡°Est¨¢ muy bien que roben mis libros: es coherente con el mundo underground que describo¡ A veces, el ¨¦xito fuerza al establishment a introducir cosas en el sistema aunque vayan en su contra¡±. Y tanto, porque la trilog¨ªa es dura de forma y fondo: Skagboys vuelve a mostrar una cantidad infinita de juegos de argot rimados, palabras nacidas ¡°de los insultos que se lanzaban los jefes de clanes antiguos cuando luchaban en representaci¨®n de sus tribus¡±, el peligroso humor que destila Begbie (Robert Carlyle en el cine), aqu¨ª gradu¨¢ndose como psic¨®pata, y las s¨®rdidas peripecias de un Spud (Ewen Bremmer) que pierde el empleo y que ¡°inevitablemente ten¨ªa que caer en la droga¡±, que no deb¨ªa ser el caso ni de Renton ni de Sick Boy (Jonny Lee Miller), kamikazes muy conscientes de que van a cruzar una frontera. ¡°Ten¨ªan recursos para no sucumbir pero es la fuerza de encontrarse ambos lo que les conduce a la droga y esta a cambiar su voz, su pensamiento c¨ªnico tan brillante en Renton, por la del victimismo, la decadencia y la pena; a todos nos ha pasado que una amistad te ha arrastrado a un mundo autodestructivo del que sabes que no saldr¨¢s si no rompes esa relaci¨®n¡±.
Tras acabar con la clase trabajadora, ahora atacan a las clases medias¡±
Hace poco que Welsh alquil¨® una casa un fin de semana para reencontrarse con McGregor y otros miembros del equipo cinematogr¨¢fico, grupo claramente menos t¨®xico, para ver si Porno llega tambi¨¦n a la gran pantalla. ¡°Trainspotting dej¨® el list¨®n alto; depender¨¢ si hallamos un buen guion y cuadramos agendas¡±. M¨¢s factible (¡°pero no quiero saturar el mercado¡±) parece una adaptaci¨®n televisiva, como la que HBO ha planteado a Welsh, ocupado ya en la promoci¨®n de su ¨²ltima novela, Las vidas sexuales de las hermanas siamesas, locura de relaciones obsesivas entre una profesora de fitness y una clienta obesa y que Anagrama publicar¨¢ en 2015.
No teme el autor escoc¨¦s la amistad reiterada de Renton y su pandilla. Aunque vive en EE UU, pasa aun tres meses al a?o en su tierra natal ¨C¡°sigue el paro y las drogas pero est¨¢ en el aire la voluntad de reinventarse, hay cierto optimismo, del que el proceso independentista no es ajeno porque creen que desatascar¨¢ el pa¨ªs al olvidarse de defensas militares, aristocracias y macroimperios y centrarse m¨¢s en lo que es esencial para ellos: trabajo y vida sencilla¡±-- y mantiene que sus personajes son la mejor encarnaci¨®n de los problemas de hoy, algo que la literatura no suele tocar. ¡°En el Reino Unido las clases medias lectoras buscan historias sobre ellas mismas, con sus peripecias de amor y todo eso y que son las que ganan siempre el premio Booker; en Escocia, nuestras clases medias viven en Inglaterra y consumen su literatura y adem¨¢s siempre hemos acogido mejor la problem¨¢tica social y lo marginal, en una c¨¢ustica tradici¨®n¡±. Y hasta sugiere alg¨²n nombre, si esta literatura interesa, como el de Alan Warner.
Thatcher es la gran artesana de la independencia de Escocia¡±
Un tercio de Skagboys es, de hecho, material que cay¨® de Trainspotting; otro tercio sali¨® de las notas que tom¨® en los 90 para aquel libro y el resto lo escribi¨® entre 2010 y 2012. Se trata, pues, de un hombre de m¨¢s de 50 a?os revisando y ampliando un texto escrito de cuando ten¨ªa unos 28 sobre una generaci¨®n que ten¨ªa 21. ¡°No crea, fue m¨¢s simple de lo previsto: es f¨¢cil escribir sobre algo que uno ha vivido tan intensamente¡±.
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