El unicornio roto
Intensa y delicada reposici¨®n de 'El zoo de cristal' por Jos¨¦ Mar¨ªa Pou en Barcelona
1. El zoo de cristal siempre funciona. Nos puede fatigar a veces la verbosidad pre-Blanche Dubois de Amanda, la madre, pero admiramos su coraje, y nos conmueve el personaje de Laura, la hija, y se nos rompe definitivamente el coraz¨®n en la soberbia escena del encuentro con Jim, el ¡°caballero visitante¡±. The Glass Menagerie,que lanz¨® a Tennessee Williams, es, para mi gusto, una pieza mucho m¨¢s concisa y equilibrada que muchas de las que escribi¨® luego. Se estren¨® en 1944 pero est¨¢ situada en el Saint Louis de los a?os treinta, en una casa sacudida por la Depresi¨®n, bajo un cielo ¡°solo iluminado por los rel¨¢mpagos¡±, entre el bombardeo de Guernica y los albores de la Segunda Guerra Mundial.
Jos¨¦ Mar¨ªa Pou ha presentado en el Goya barcelon¨¦s una puesta cuidada, minuciosa, de gran fuerza emotiva y con rotundos trabajos, en una notable versi¨®n catalana de Emili Teixidor, que se estren¨® en 1992, en Teatreneu, a las ¨®rdenes de Victor Oller. La escenograf¨ªa de Sebasti¨¤ Brosa y la luz de Albert Faura restituyen m¨¢gicamente la ¡°casa del recuerdo¡± que quiso Tennessee. Todo sucede en la mente de Tom, ese narrador que se llama como ¨¦l y con el que comparte biograf¨ªa. La atm¨®sfera est¨¢ magistralmente construida, detalle a detalle. Elijo mi rep¨®quer: 1. La aparici¨®n (casi literal) de Amanda, atravesando la puerta de entrada como un fantasma del pasado que surge del otro lado del espejo; 2. Tom musitando el comienzo de las frases que van a decir su madre y su hermana, para sugerir que esas escenas est¨¢n clavadas en su memoria; 3. La m¨²sica de saxo que llega, impulsada por el aire caliente de agosto, y nos hace imaginar la cercana sala de baile con las ventanas abiertas; 4. La tormenta que coincide con el apag¨®n del segundo acto, y 5. Concepto central: la colecci¨®n de figuritas de vidrio esencializada en una sola, ese unicornio, emblema de Laura, que parece flotar, desguarecido, en un haz de luz.
Dafnis Balduz es Tom, el retrato del dramaturgo adolescente, asfixiado en la casa y en la f¨¢brica que retrat¨® en Recuerdo de dos lunes, y que contempla desde la libertad y la culpa su abandono de la madre devoradora y de la hermana inerme. Balduz, que a ratos recuerda al joven Alan Cumming, da muy bien esa mezcla de dureza y sensibilidad, esquivando el clich¨¦ de ¡°joven poeta¡±. Tiene una dicci¨®n di¨¢fana, se hace escuchar y pisa fuerte en su primer gran papel, puerta abierta a los que sin duda seguir¨¢n.
Tennessee model¨® a Amanda Wingfield sobre Edwina Williams, su madre. Amanda es una mujer dominante, maniobrera, escindida entre la lucha por el presente y la nostalgia de un pasado perdido. Abandonada por su marido, ha tenido que sacar adelante a dos hijos: una chica que apenas puede salir de casa y un muchacho que lo ¨²nico que desea es escapar de ella, como hizo el padre. A M¨ªriam Iscla le sientan de perlas los roles de mujeres fuertes (el m¨¢s cercano es Barcelona, de Pere Riera), y da a la perfecci¨®n la faceta en¨¦rgica, neur¨®tica y eminentemente pr¨¢ctica del personaje, pero no acabo de ver el lado de southern belle obsesionada por su pasado: flaquea la escena inicial, donde lo evoca puesta en pie y a velocidad de crucero, como si tuviera mucha prisa por pasar a otros asuntos m¨¢s interesantes. Yo creo (¨²nica pega en el excelente vestuario de Mar¨ªa Araujo) que la Amanda dibujada por Iscla jam¨¢s se pondr¨ªa un vestido tan inapropiado para una cena informal como el que desempolva para la visita de Jim O¡¯Connor. No llega a las cotas del que llev¨® Laurette Taylor en el estreno de Broadway, que la acercaba peligrosamente a la se?ora Havisham de Grandes esperanzas, pero hace pensar un poco en Thelma Ritter disfrazada de Baby Jane.
La atm¨®sfera est¨¢ magistralmente construida, detalle a detalle
Meritxell Calvo se revel¨® la temporada anterior con La venus de las pieles, tambi¨¦n en el Goya, donde encarnaba a un personaje en las ant¨ªpodas de Laura Wingfield. Es muy dif¨ªcil construir fragilidad en escena porque el pozo de mermelada siempre est¨¢ cerca, abriendo sus grandes fauces. La joven actriz sirve un desvalimiento puro, sin un gramo de az¨²car, y su irradiaci¨®n de dolor y ausencia resulta instant¨¢neamente cre¨ªble. El dibujo de esa criatura delicad¨ªsima, presa de una timidez enfermiza, es de una gran sutileza, empezando por la cojera, que aqu¨ª es leve (Pou le ha retirado la ortopedia habitual), pero con trastabilleos s¨²bitos, como si estuviera a punto de caer en cualquier momento.
Jim O¡¯Connor, compa?ero de trabajo de Tom y gentleman caller a ojos de Amanda, es Peter Vives, otra perfecta elecci¨®n de reparto. El verano pasado me llam¨® la atenci¨®n en Tots fem com¨¨dia, de Joaqu¨ªn Oristrell. Aqu¨ª recuerda a un joven gal¨¢n del Hollywood de la ¨¦poca, en la l¨ªnea de Robert Stack. La maravillosa escena de los dos en la alfombra, casi en penumbra, descubriendo lo que pudo haber sido y no fue, tiene la belleza, el perfume y la melancol¨ªa de un relato chejoviano y es, para mi gusto, el remate perfecto de la pieza, un portento de interpretaci¨®n y direcci¨®n: no puedes quitar los ojos de esa pareja porque todo les arropa (la m¨²sica, la luz) y todo parece sonar en la misma tonalidad. Vuelvo a advertir la impronta de Jos¨¦ Luis Alonso, el maestro de Pou: magia, precisi¨®n, poes¨ªa.
El teatro tiene v¨ªas subterr¨¢neas y puentes repentinos. Al final de ese precioso pasaje, cuando se rompe el cuerno de la figurita, y Laura quiere verlo como un heraldo de su posible cura (¡°ahora ya es un caballo como los otros¡±), pens¨¦ de repente en la lobotomizaci¨®n de Rose, la dulce hermana de Tennessee, a la que tanto adoraba (¡°ella era la mejor de todos nosotros¡±), cuyo atroz recuerdo le persigui¨® toda la vida y tantas veces trat¨® de exorcizar. Cuando llega el oscuro, en ese denso silencio que precede a la ovaci¨®n, veo el cuernecillo amputado girando en un vac¨ªo sideral hasta aterrizar, tantos a?os despu¨¦s, entre las plantas carn¨ªvoras del jard¨ªn de los Venables en De repente, el ¨²ltimo verano: final del puente.
2. Recomiendo tres funciones del off madrile?o: teatro documento (Ruz / B¨¢rcenas, de Jordi Casanovas, en Teatro del Barrio); una tragicomedia costumbrista (Verano en diciembre, de Carolina ?frica, en La Belloch), y un melodrama cu¨¢ntico, por as¨ª decirlo, en la Kubik: Constelaciones, de Nick Payne. El pr¨®ximo s¨¢bado se lo cuento.
El zoo de cristal. De Tennessee Williams. Direcci¨®n: Jos¨¦ Maria Pou. Int¨¦rpretes: M¨ªriam Iscla, Dafnis Balduz, Meritxell Calvo y Peter Vives. Teatro Goya. Barcelona. Hasta el 6 de julio.
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