El tesoro no estaba en el mar
El pasado naval espa?ol est¨¢ por explotar, sea con financiaci¨®n p¨²blica o privada
El tesoro de la Mercedes ten¨ªa todos los elementos de una buena historia: unos modernos piratas que se hac¨ªan con una gran carga de plata y oro espa?ol y lo transportaban en secreto desde Gibraltar a Estados Unidos; el relato de un asalto naval que acab¨® metiendo a Espa?a en una nueva guerra contra los ingleses que anunciar¨ªa el desastre de Trafalgar; los dramas de los pasajeros de aquel barco hundido y los recuerdos de sus descendientes; historias de arque¨®logos, buscadores de tesoros y pistas escondidas en miles de legajos y archivos hist¨®ricos; y por supuesto, un largu¨ªsimo litigio de casi seis a?os que enfrent¨® a la empresa Odyssey y a Espa?a donde los letrados de ambas partes usaron todas las estrategias posibles para convencer a un juez de Florida de sus derechos sobre el tesoro. Esa aventura es el caso Odyssey o el caso de La Mercedes,como prefiera llamarse a esta historia, y todo eso puede verse en las exposiciones que ahora se inauguran.
Pero esos elementos han tapado de alguna manera otras historias menos novelescas aunque de consecuencias m¨¢s importantes. Para empezar, el caso puso sobre la mesa un debate sobre dos modelos de arqueolog¨ªa. El de Odyssey, liberal y lucrativo, se basa en el derecho de rapi?a, una vieja ley marinera que concede el estatus de propietario a aquel que encuentra algo en el mar. La empresa cuenta con tecnolog¨ªa y buenos arque¨®logos, pero siempre ha puesto los fines lucrativos por encima de la ciencia. Mientras tanto, el modelo de Espa?a, m¨¢s centrado en lo p¨²blico, antepone la defensa del patrimonio y aunque considera leg¨ªtima la b¨²squeda arqueol¨®gica de pecios, siempre que no se comercie con ellos, tiene pocos medios a su alcance para rescatar restos de naufragios y llevarlos finalmente a un museo.
Muchos arque¨®logos hablan de la necesidad de encontrar un punto intermedio entre estos dos modelos, algo que hiciera posible que la iniciativa privada pudiera rentabilizar las costosas inversiones que requiere hallar un pecio al mismo tiempo que se protege el patrimonio subacu¨¢tico.
?se era, en parte, el modelo que vend¨ªa Greg Stemm. El cofundador de Odyssey lo apost¨® todo por convencer al mundo y a los jueces de que su empresa hac¨ªa compatible la b¨²squeda de yacimientos con la rentabilidad. Gast¨® millones en abogados, en expertos y m¨¢quinas para localizar y extraer los tesoros. El ¨¦xito de su apuesta pasaba por el tesoro de La Mercedes. Si los jueces de Tampa le daban los derechos del hallazgo, se sentir¨ªa respaldado para buscar, sacar y explotar comercialmente los tesoros de cualquier naci¨®n perdidos en aguas internacionales.
Su sue?o se desmoron¨® el d¨ªa que el juez Mark Pizzo dio la raz¨®n a Espa?a. La contundencia con la que lo hizo ¡ªhablando de las v¨ªctimas del naufragio y dejando muy claro que La Mercedes era un buque de guerra espa?ol¡ª dej¨® poco margen a la empresa de cazatesoros para continuar con su negocio.
La decisi¨®n del juez no solo respald¨® el trabajo de los abogados de Espa?a y sent¨® jurisprudencia ante potenciales expolios. Sirvi¨® para demostrar que hay un buen grupo de cient¨ªficos, historiadores y t¨¦cnicos espa?oles capaces de hacer bien su trabajo, sin alharacas, y encontrar en muy poco tiempo pruebas para demostrar que solo Espa?a ten¨ªa derecho sobre su pasado naval.
Tambi¨¦n hay lecciones que sacar. Si Odyssey no hubiera extra¨ªdo el tesoro, la historia de La Mercedes se conocer¨ªa solo en los ¨¢mbitos acad¨¦micos. Espa?a tiene miles de pecios bajo el mar y un pasado naval por explotar, no a trav¨¦s de la comercializaci¨®n de monedas, sino con las apasionantes historias de sus marinos, sus ¨¦xitos y sus fracasos. El reto es dar a conocer esas narraciones, sea con financiaci¨®n p¨²blica o privada. ?se es el aut¨¦ntico tesoro que hay que dar a conocer y nunca estuvo en el fondo del mar.
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