Y la rutina se convirti¨® en gran literatura
El escritor Karl Ove Knausg?rd busca transformar la resaca de los d¨ªas en algo que los justifique
Cuentan que cuando Proust propuso a Gallimard el primer tomo de la inmensa novela que acabar¨ªa siendo En busca del tiempo perdido, Andr¨¦ Gide, que trabajaba all¨ª como editor, rechaz¨® el manuscrito despu¨¦s de leer el primer cap¨ªtulo diciendo: ¡°No entiendo que un se?or pueda llenar treinta cartillas para describir c¨®mo da vueltas y m¨¢s vueltas en su cama antes de poder conciliar el sue?o¡±. Despu¨¦s de que la novela conociese el ¨¦xito merecido, Gide, como se sabe, present¨® sus avergonzadas excusas al autor, pero su primera reacci¨®n ejemplifica claramente la rivalidad entre los dos campos en los que se inscribe toda ficci¨®n: aquel que se propone una recreaci¨®n fotogr¨¢fica de la realidad, tal como la memoria del autor cree verla, opuesta a aquel que desde?a esa documentaci¨®n fidedigna y prefiere imaginarla. La primera se enorgullece de contar los hechos tal como se supone que han ocurrido; la segunda, de inventarlos para mejor serles fiel. Ambas mienten.
Podemos imaginar el horror que hubiese sentido Gide ante la vasta obra del noruego Karl Ove Knausg?rd (1968), quien ha querido narrar su vida en los m¨¢s m¨ªnimos detalles (como Proust, cuya inspiraci¨®n Knausg?rd admite) a lo largo de seis tomos de m¨¢s de seiscientas p¨¢ginas cada uno bajo el t¨ªtulo colectivo y provocador de Mi lucha, como la autobiograf¨ªa de Hitler. D¨ªa a d¨ªa y minuto por minuto (no todos los d¨ªas ni todos los minutos), Knausg?rd nos cuenta su vida. Los dos primeros tomos han sido h¨¢bilmente traducidos al castellano por Kirsti Baggethun y Asunci¨®n Lorenzo; quiz¨¢s alg¨²n d¨ªa leeremos la detallada cr¨®nica de esta casi infinita y heroica tarea de traducir palabra por palabra, como un eco sagaz, las 4.000 p¨¢ginas de estas memorias contadas hora tras hora.
Knausg?rd inicia la cr¨®nica de sus luchas en marzo de 2008, sentado a la mesa de trabajo en Estocolmo, puesto que el novelista noruego vive en Suecia. En el primer tomo, La muerte del padre (publicado en castellano en 2012), la lucha de Knausg?rd es contra la figura del padre alcoh¨®lico, muerto en 1998; en el segundo, Un hombre enamorado, la lucha es contra la figura de la muerte. Un hombre enamorado cuenta el fin de su primer matrimonio, el exilio de Noruega, el encuentro con la que ser¨¢ su segunda mujer, el nacimiento de sus hijos. Pero Knausg?rd est¨¢ ya en la segunda mitad de su vida y las angustias de ser hijo se transforman en las de ser padre. ¡°La vida es sencilla para el coraz¨®n¡±, dice Knausg?rd al inicio de su periplo, ¡°late mientras puede¡±.
Nada resulta m¨¢s aburrido e inc¨®modo que escuchar el latido de un coraz¨®n a lo largo de todas las d¨¦cadas de una vida: cuando alguien nos cuenta las travesuras cotidianas de sus hijos, nos muestra fotos de sus vacaciones, nos habla de sus problemas matrimoniales. Un editor canadiense me dio una vez este consejo: ¡°Cuando est¨¢s escribiendo, piensa que hay un lector mirando por encima de tu espalda, pregunt¨¢ndote: ¡®?Y t¨² por qu¨¦ me est¨¢s contando esto, a m¨ª que no soy tu mam¨¢?¡±. Sin embargo, como dijo sabiamente Stevenson, toda novela es chisme. Queremos conocer los detalles de la vida de Alonso Quijano y de Emma Bovary, cu¨¢ndo com¨ªa el uno sus duelos y quebrantos, y de qu¨¦ color eran las cortinas de la habitaci¨®n en la que la otra recib¨ªa a su amante. Los detalles m¨¢s peque?os son parte de la realidad de la ficci¨®n.
En el caso de una novela que se declara autobiogr¨¢fica, las cosas son un poco distintas. Saber desde la primera p¨¢gina que los hijos de Knausg?rd no han ido a la guarder¨ªa el 29 de julio de 2008, que a su hija Heidi le encantan los zapatos, que Knausg?rd se sent¨® a comer un perro caliente, son detalles que, en s¨ª mismos, son incapaces de conmovernos. Ni la descripci¨®n de estas nimiedades, contadas en un estilo lac¨®nico que no pretende evitar los lugares comunes y los ep¨ªtetos trillados, ni la minuciosa contabilidad de los hechos nos interesan ni nos iluminan, cuando de pronto, en medio de otro p¨¢rrafo mundano, surgen ciertas sombras del pasado, y todo cambia. ¡°Por unos instantes¡±, cuenta Knausg?rd mientras baja una cuesta con los ni?os, ¡°me invadieron los recuerdos, no en forma de sucesos concretos, sino m¨¢s bien como estados de ¨¢nimo, olores, percepciones. C¨®mo la luz, que a mediod¨ªa era m¨¢s blanca y m¨¢s neutra, por la tarde se volv¨ªa m¨¢s plena, oscureciendo los colores¡±. Y entonces ocurre el milagro: la ristra de palabras banales se transforma en gran literatura. Es como si Knausg?rd tuviera que poner en escena toda la parafernalia de su teatro para poder despu¨¦s enfocar las candilejas en un ¨²nico objeto o personaje. Entonces el lector entiende: ese vertedero documentario necesita existir para que surja, de vez en cuando, un prodigio que, por s¨ª solo, parecer¨ªa puramente ret¨®rico pero que, nacido de la abrumadora acumulaci¨®n de detalles, se convierte en una epifan¨ªa.
En el primer tomo, Knausg?rd cuenta c¨®mo, mientras su segunda mujer duerme, ¨¦l se pone a hojear un libro sobre el pintor ingl¨¦s Constable, y descubre un cuadro de nubes verdosas, al cual vuelve una y otra vez. La imagen lo hace ¡°temblar por dentro (¡) pero al intentar explicar por qu¨¦, en qu¨¦ consist¨ªa lo fant¨¢stico, fallaba¡±. Proust cuenta una escena similar: el escritor Bergotte, contemplando un cuadro de Vermeer, se maravilla ante ¡°un retazo de color amarillo¡± que no hab¨ªa observado antes, y se dice: ¡°As¨ª hubiese debido escribir yo¡±. Esas nubes verdosas y ese retazo amarillo son id¨¦nticos a la visi¨®n inefable del escritor, Bergotte o Knausg?rd, quienes buscan transformar la resaca de los d¨ªas en algo que los justifique y que tambi¨¦n nos justifique a nosotros, sus at¨®nitos lectores.
Un hombre enamorado. Mi lucha. Tomo II. Karl Ove Knausg?rd. Traducci¨®n de Kirsti Baggethun y Asunci¨®n Lorenzo. Anagrama. Barcelona, 2014. 629 p¨¢ginas. 25 euros?
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