Agitaci¨®n en la Red
Dos pr¨¢cticas ya habituales de Internet: el acoso masivo y las injerencias especialmente toscas en lo que se escribe. ?Los acosadores? Colectivos de cuervos que censuran a aquellos que se distancian de lo que mastica el vulgo. Pensar por cuenta propia es perseguido. Se busca uniformidad y por eso, en medio de tanta gris disciplina, sonaron singulares las palabras de Raimon al recibir el premio de Honor de las Letras Catalanas: ¡°Yo no soy de los m¨ªos, cuando los m¨ªos quieren que sea como ellos querr¨ªan y no como saben que soy¡±.
Fueron palabras que generaron agitaci¨®n en la Red, y hubo m¨¢s de un merluzo que no las entendi¨® por ¡°enrevesadas¡±. ?Ser¨¢ que hay quien ya s¨®lo alcanza a captar las simplonas sentencias de su tribu?
Es el nosotros ante el yo. No hay d¨ªa en que no se extienda m¨¢s la distancia entre colectividad y singularidad, entre masa y ser ciudadano. Nada nuevo bajo el sol, de acuerdo, pero pienso en buenos articulistas, por ejemplo, que han conocido injustos linchamientos en la Red; la forma innoble de acosarlos me ha remitido siempre a Robert Musil, Sobre la estupidez: ¡°De modo especial, una cierta clase media-baja del esp¨ªritu y del alma pierde totalmente el pudor ante su necesidad de presumir tan pronto como ve que le est¨¢ permitido ¡ªbajo la protecci¨®n del partido, la naci¨®n, la secta o la corriente art¨ªstica¡ª decir nosotros en lugar de yo¡±.
?Y qu¨¦ decir del infinito n¨²mero de presumidas injerencias en lo que se escribe? ?Se imaginan a su escritor favorito ¡ªpongamos Montaigne¡ª interrumpido y corregido por las opiniones de sus vecinos m¨¢s r¨²sticos? ?Qu¨¦ habr¨ªa sido de sus Ensayos?
Antes los articulistas a¨²n pod¨ªan concentrarse en su trabajo, pero hoy van camino de convertirse en esclavos de una concepci¨®n distorsionada de la participaci¨®n, pues tienen acceso a reacciones inmediatas de lo que han escrito: en general, comentarios que muerden y excitan el esp¨ªritu de confrontaci¨®n.
De esto hablaba Sergi P¨¤mies ¡ªflamante y merecid¨ªsimo premio V¨¢zquez Montalb¨¢n¡ª en un ya antiguo art¨ªculo en el que dec¨ªa que ese esp¨ªritu de confrontaci¨®n provoca que a veces el opinador dedique m¨¢s tiempo a leer, responder, contradecir, matizar y debatir que al trabajo, lo que le aleja de lo m¨¢s importante: meditar sobre el pr¨®ximo art¨ªculo y, sin saber nunca c¨®mo ser¨¢ interpretado, mantener el placer de trabajar para una mayor¨ªa de lectores que, con buen criterio, no sienten la necesidad de comunicarse con el autor.
Estas palabras de P¨¤mies fueron glosadas en su momento por el veterano y gran articulista Josep Mar¨ªa Espin¨¤s, quien, tras explicar que no ten¨ªa ordenador y por tanto no estaba felizmente al corriente de las injerencias de los pesados, conclu¨ªa impasible, con envidiable flema brit¨¢nico-catalana: ¡°S¨®lo aspiro a seguir trabajando tranquilo. Por lo dem¨¢s, siempre ha habido lectores que te aprueban y otros que te suspenden¡±.
Exacto, deber¨ªamos desneurotizar el asunto y ser tan impasibles como Espin¨¤s, me digo. Pero en ese momento todo vuelve a moverse y me agarro a la barandilla.
Babelia
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