Desolaci¨®n
Nadie estaba preparado para el incontestable fracaso de los que durante tanto tiempo fueron los mejores. Ni ellos, ni el orgulloso y feliz ej¨¦rcito de sus seguidores
Imagino que ser¨ªan mareantes las cantidades de dinero que habr¨ªan pactado las marcas publicitarias con Mediaset en la retransmisi¨®n de los partidos de la selecci¨®n espa?ola. Dando por supuesto, como todo el mundo, que aquellos que hab¨ªan perpetuado el esplendor en la hierba durante seis a?os, en el improbable caso de que atravesaran una crisis en el primer partido o que esa mala suerte que tanto respeta a los campeones se tornara subversiva y se cebara con ellos, remontar¨ªan en el siguiente. Que el suspense ser¨ªa forzosamente provisional si empezaran fracasando, que un barco tan poderoso podr¨ªa ser da?ado por una tormenta imprevista y salvaje, pero jam¨¢s intuir que el naufragio ser¨ªa absoluto, pat¨¦tico, inconsolable. Y el careto de todos aquellos a los que esta selecci¨®n legendaria acostumbr¨® al ¨¦xtasis, se ve invadido por el estupor, la incredulidad y, finalmente, por la desolaci¨®n.
Nadie estaba preparado para el incontestable fracaso de los que durante tanto tiempo fueron los mejores. Ni ellos, ni el orgulloso y feliz ej¨¦rcito de sus seguidores, ni los esp¨ªritus pragm¨¢ticos que llevaban a?os haciendo pr¨®speros negocios al asociar la fiabilidad y el atractivo de sus productos con la grandeza ganadora del f¨²tbol espa?ol. Y cuesta mucho admitir que la oscuridad total y la impotencia se han adue?ado repentinamente de lo que era luminoso y f¨¦rtil. Ese derrumbe total, sin paliativos, sin excusas, no se lo merec¨ªa el admirable Del Bosque, ni esos jugadores para los que el inevitable ocaso no era una amenaza cercana, ni para sus seguidores, perdedores ancestrales a los que nuestros gloriosos representantes nos hab¨ªan acostumbrado no solo a ganar, sino a hacerlo con belleza.
Despu¨¦s de esa sombr¨ªa despedida del Mundial, Telecinco hab¨ªa programado la excelente pel¨ªcula Alatriste. Evidentemente, al programarla despu¨¦s de ese partido que iba a expulsar a los fantasmas del fracaso y a devolver la esperanza, pensaban en la acreditada comercialidad de esta pel¨ªcula, no en la carga de tristeza, de crep¨²sculo, de p¨¦rdida, con las que D¨ªaz Yanes describe al Capit¨¢n Alatriste, a ese hombre que no era el m¨¢s honesto ni el m¨¢s piadoso, pero s¨ª un hombre valiente. El Imperio y los Tercios de Flandes van a conocer el derrumbe. Lo mismo que le acaba de ocurrir a la selecci¨®n espa?ola.
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