La posada en el p¨¢ramo
?Cu¨¢nto tiempo hace que no vuelven ustedes por Cornualles? Porque no vayan a decirme que no han ido nunca¡ A fin de cuentas, nos cae bastante cerca y es una de las regiones m¨¢s hermosas de Europa, que es como decir del mundo si aprecian por encima de todo ¡ªcomo es mi caso¡ª la belleza rom¨¢nticamente civilizada. Adem¨¢s de su paisaje, m¨¢s conmovedor que impresionante, cuenta con poblaciones deliciosas en cuyos puertos naturales y playas esper¨® discretamente la flota aliada el momento de navegar hacia Normand¨ªa. La espada intr¨¦pida que aguarda en la funda de terciopelo, una antigua met¨¢fora cuyo sentido a¨²n no se ha perdido del todo¡
Para los lletraferits, esa estimulante palabra catalana, tiene el valor a?adido de contar con lugares cargados de resonancias y sugestiones literarias. Uno de los m¨¢s notables es Jamaica Inn, la posada que se alza solitaria y brumosa en el p¨¢ramo de Bodmin. Si no la han visto, imaginen el escenario: la extensi¨®n bald¨ªa de campo pedregoso apenas ondulado, jalonado de brezales, que sobrecoge con el misterio de su vac¨ªo, y de pronto la vieja construcci¨®n gris achaparrada y yacente. All¨ª hac¨ªan alto los viajeros que cruzaban el p¨¢ramo y a veces se quedaban varios d¨ªas atrapados por el clima inh¨®spito. Se murmuraba que era refugio de contrabandistas y, por qu¨¦ no, de alg¨²n fantasma que otro. A lo largo de los a?os (data como m¨ªnimo de 1789) ha cambiado muchas veces de propietarios. Debe su nombre a un noble local apellidado Trelawney (como el squire que financia el viaje de la Hispaniola en La isla del tesoro) que fue gobernador de Jamaica y en los a?os sesenta del pasado siglo su due?o fue Alistair Maclean, el autor de Los ca?ones de Navarone.
Pero Jamaica Inn debe sobre todo su popularidad actual a Daphne du Maurier, que ambient¨® en ella su novela tardo-rom¨¢ntica del mismo nombre. Fue una escritora interesante, bastantes de cuyos libros (sobre todo sus relatos) siguen ley¨¦ndose con agrado. Suele tener un toque g¨®tico, que va de lo inquietante a lo francamente terror¨ªfico. A Hitchcock le gustaba mucho y film¨® dos de sus obras maestras sobre argumentos suyos: Rebeca y Los p¨¢jaros. Y antes realiz¨® precisamente Jamaica Inn, aunque los cambios que introdujo en el argumento (con ayuda del dramaturgo J. B. Priestley, el de Llama un inspector) desagradaron profundamente a la autora. El principal fue cambiar la profesi¨®n del gran villano, que de vicario pasa a ser un arist¨®crata chalado interpretado de manera divertid¨ªsima por Charles Laughton: el astuto Hitch pens¨® que su recientemente adquirido p¨²blico americano no soportar¨ªa un cl¨¦rigo perverso ni siquiera en Cornualles¡ La pel¨ªcula no es de las mejores del director, pero capta muy bien el ambiente tormentoso y sombr¨ªo del relato: adem¨¢s cuenta con la primera aparici¨®n en pantalla de Maureen O¡¯Hara, que no es poco atractivo. A pesar de sus reticencias, Daphne du Maurier ha quedado para siempre unida a esa posada gracias a ella y all¨ª hay hasta un peque?o museo dedicado a su memoria. Si van al p¨¢ramo de Bodmin, lo que mucho les aconsejo, no dejen de tomarse una pinta de cerveza Jamaica Inn en la vieja posada del lugar a la salud de las damiselas en apuros y los peores malvados que ha so?ado la literatura¡
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