Luces y sombras de Lance Armstrong
Canal + estrena el documental de Alex Gibney que traza la ca¨ªda del ¨ªdolo tejano
En su ca¨ªda en desgracia, Lance Armstrong arrastr¨® consigo, paralela, la ca¨ªda del caballo camino de Damasco, la iluminaci¨®n s¨²bita, de centenares de periodistas y comunicadores que de un d¨ªa para otro debieron dar tratamiento de diablo a quien hasta entonces hab¨ªa sido Dios, el ¨²nico dios verdadero del deporte. A Alex Gibney la verdad de Armstrong le dio de lleno justamente cuando se encontraba en pleno proceso de montaje de un documental dedicado precisamente a glorificar al ciclista tejano mediante la narraci¨®n de su regreso a la competici¨®n, y al Tour sobre todo, en 2009, cuatro a?os despu¨¦s de haberse retirado tras su s¨¦ptima victoria en la grande boucle.
Al conocer la verdad Armstrong, el dopaje masivo del campe¨®n tejano y de su equipo para ganar tantos Tours, Gibney, documentalista de prestigio, ganador de un Oscar ya con su Taxi al lado oscuro, pod¨ªa haber seguido tres caminos: actuar como si nada hubiera pasado, enfadarse much¨ªsimo y anular el proyecto y el contrato, y cambiar su mirada, pasar de contar lo bueno que era aquel superviviente del c¨¢ncer que hab¨ªa transformado las leyes del deporte en Estados Unidos y en su lugar contar su mentira, c¨®mo Armstrong hab¨ªa sido capaz de enga?ar a tanto ingenuo y por qu¨¦.
El ciclista se sent¨ªa m¨¢s fuerte que Contador y que su director de equipo
Eligi¨®, y hay que agradec¨¦rselo porque el resultado merece la pena (y los espectadores de Canal?+ 1 lo podr¨¢n comprobar esta noche, a las 22.20), la tercera v¨ªa: logr¨® que Armstrong volviera a colocarse ante la c¨¢mara y le contara, despu¨¦s de tantas mentiras, la verdad que estaba dispuesto a contar entonces, primeros de 2013, y pocos meses despu¨¦s termin¨® el montaje definitivo del documental, que titul¨® muy apropiadamente (y tomando para ello prestado un titular de L¡¯?quipe de agosto de 2005) La mentira de Lance Armstrong.
El cogollo del documental est¨¢ constituido idealmente por las sesiones de confesionario a las que se presta Armstrong con su mirada de acero l¨ªquido de siempre, una mirada que congela, y por las acusaciones de periodistas norteamericanos que relatan la traici¨®n del ciclista (e, incluso, por la contribuci¨®n de George Hincapi¨¦, ciclista y amigo de Armstrong que vio m¨¢s r¨¢pido que el ganador de los Tours el cambio de marea y salt¨® del barco hasta la costa del antidopaje con tiempo suficiente para salvar su imagen). Lo m¨¢s interesante es, sin embargo, lo rodado durante el Tour de 2009 visto desde el conocimiento que se tiene en 2014. En un caso tan medi¨¢tico que todo se ventil¨® en programas televisivos, comenzando por Oprah Winfrey, las confesiones, las acusaciones y las disculpas que lo acompa?an todo (el t¨ªpico ¡°lo hac¨ªa porque lo hac¨ªan todos y no se pod¨ªa ganar el Tour sin doparse¡±, y dem¨¢s) no ofrecen novedad.
El cogollo del documental est¨¢ constituido idealmente por las sesiones de confesionario a las que se presta Armstrong
Lo que s¨ª pilla a contrapi¨¦ al espectador informado, sorprende y hasta genera una simpat¨ªa digamos triste por parte del propio Gibney, impecable en su neutralidad, por otra parte, es la ingenuidad tan americana con la que Armstrong afronta el Tour de 2009 (aquel en el que su rival y verdugo fue Alberto Contador, su compa?ero de equipo). Gibney goza del privilegio de introducir su c¨¢mara y sus micr¨®fonos donde desea y as¨ª aprendemos, con cierta dosis de incredulidad, que, pese a lo que le dec¨ªa la realidad cotidianamente, Armstrong se consideraba m¨¢s fuerte que Contador y que Johan Bruyneel, el director del equipo, en lugar de contradecirle le refuerza en sus convicciones.
Como la madrastra de Blancanieves, Armstrong somet¨ªa todas las noches a sus compa?eros a la pregunta del espejito, espejito, ?hay alguien m¨¢s fuerte que yo? Pero a ¨¦l nadie se atreve a decirle que s¨ª, que Contador, un corredor al que apenas respeta, le va a machacar. As¨ª que cuando Contador le machaca en Verbier, cuando ataca desobedeciendo las ¨®rdenes de su director (magn¨ªfica la escena grabada por la c¨¢mara en el coche de Bruyneel cuando Contador se va con los hermanos Schleck en una etapa alpina: la desesperaci¨®n del director belga, la decisi¨®n del ciclista de Pinto, la impotencia de Armstrong, derrotado), el ciclista tejano no puede sino reaccionar con incredulidad. Despierta, entonces, la simpat¨ªa que despiertan todos los perdedores, la que nunca pudo conquistar cuando, ayudado por el dopaje, era un ciclista invencible y mal amado.
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