Los Monty Python se destripan en escena
El regreso del grupo a escena tras casi tres d¨¦cadas propone un 'revival' de sus viejos ¨¦xitos
El regreso de los Monty Python a escena despu¨¦s de casi tres d¨¦cadas fue lo que ten¨ªa que ser, a tenor del entusiasmo e incondicional rendici¨®n de los fans que abarrotaron anoche un recinto de 14.500 plazas. Y poco m¨¢s. Quienes esperaran un renovado destello de genialidad por parte de los cinco c¨®micos se toparon con un mero revival de sus viejos grande hitos, maravillosos s¨ª, pero sin el arrope de ese ¡°nuevo material¡± anunciado por los cinco c¨®micos, hoy todos ellos septuagenarios. El espect¨¢culo encarn¨® en realidad un homenaje al grupo que marcara un antes y un despu¨¦s en el arte de hacer humor. Despedida, y un punto final.
Ver el 'show' en la gran pantalla
Para los que no se hayan podido permitir el viaje a Londres para ver al quinteto c¨®mico, habr¨¢ un plan alternativo. El pr¨®ximo 20 de julio a las 20.00 horas lo nuevo de los Monthy Python podr¨¢ disfrutarse en 36 salas de cine espa?olas. La emisi¨®n ser¨¢ en versi¨®n original subtitulada.
Las ciudades que acoger¨¢n esta retransmisi¨®n en directo ser¨¢n Barcelona (8 salas), Madrid (7), Valencia (3), M¨¢laga (2), adem¨¢s de ciudades como Alicante, Bilbao, Granada, Zaragoza o Santiago de Compostela. Las entradas -por ahora la web es mundial-? se pueden adquirir en www.montypythonlive.com y en las webs de los cines.
La aclamaci¨®n con la que el p¨²blico recibi¨® a los Python, cuando John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones y Michael Palin comparecieron en un auditorio trastocado en escenario de music hall, ya anunciaba carta blanca. Lo que sigui¨® fue una cadena de los conocidos sketches que a finales de los 60 les erigi¨® en los grandes innovadores de la comedia, con un humor surrealista e irreverente hacia el establishment de entonces, e interpretados por sus protagonistas de anta?o en un mero calco de las glorias del pasado. La escena del pub (¡°Codazo, codazo¡±) en la que se juega con el doble sentido buscando implicaciones sexuales, la ¡°loca entrevista de trabajo¡± que utiliza el absurdo como dardo contra las miserias de la vida laboral, la irrupci¨®n de la ¡°Inquisici¨®n espa?ola¡± en las salitas de la clase media inglesa, las parodias de la iglesia o de los militares¡
En definitiva, lo mejor del antiguo repertorio, jaleado en cada uno de los chistes por unos espectadores que se divirtieron mucho y celebraron especialmente la reproducci¨®n de algunas de las grabaciones originales del legendario programa de la BBC El Circo Volador. Y que permitieron recuperar el recuerdo de Graham Chapman, el sexto Python, fallecido en 1989. Un ojo cr¨ªtico se?alar¨ªa que la comparaci¨®n entre el ayer y el hoy, adem¨¢s de no sumar enteros, subray¨® la falta de una frescura que ha borrado el paso de los a?os. El particular universo visual de Terry Gilliam, sus correosas y geniales animaciones proyectadas en la pantalla, jalonaron los sucesivos n¨²meros de un espect¨¢culo que las mayor¨ªa sigui¨® a trav¨¦s de las pantallas colocadas a ambos lados de un escenario demasiado grande para lo que all¨ª acontec¨ªa. Una veintena de j¨®venes bailarines rellenaron el espacio a lo largo de la velada con una sucesi¨®n de n¨²meros musicales destinados a convertir en funci¨®n teatral lo que en realidad fue un show m¨¢s propicio al formato televisivo, a los primeros planos de las estrellas de la funci¨®n.
Las novedades prometidas por los Python fueron pocas, y se resumieron en un hilarante duelo dial¨¦ctivo entre el Papa (Cleese) y Miguel ?ngel (Idle), junto a un breve cameo del popular actor Stephen Fry y la proyecci¨®n de un clip que tuvo como protagonista estelar al cient¨ªfico Stephen Hawking. Corto y muy divertido. Pero quiz¨¢ el momento estelar de la noche, aquel en el que los cinco c¨®micos recuperaron la mejor forma, fue el engarce del celebrado sketch gal¨¢ctico con los de la tienda de los quesos y el del loro muerto, todos ellos sobradamente conocidos del p¨²blico que los esperaba a pesar de sab¨¦rselos ya de memoria. Ese fue el verdadero leif motiv de la velada, recuperar por una noche el antiguo goce que procuraran los Python a sucesivas generaciones de brit¨¢nicos. ¡°Mira siempre el lado brillante de la vida¡±, cantaron todos al un¨ªsono, los cinco c¨®micos y los espectadores, en el brev¨ªsimo bis que todos esperaban de antemano para rememorar la famos¨ªsima escena final de la pel¨ªcula La vida de Brian. El circo no vol¨® anoche por ¨²ltima vez, porque todav¨ªa restan otras nueve funciones a lo largo de este mes de julio. Un n¨²mero calculado (m¨¢s, probablemente no ser¨ªa aconsejable) para agotar definitivamente la veta. Fueron los m¨¢s grandes, y por ello incluso el cr¨ªtico m¨¢s acerado se resistir¨¢ a censurar a quienes son hoy considerados un tesoro nacional. Pero hasta ellos mismos aceptan que les ha llegado la hora de la definitiva jubilaci¨®n, pasando eso s¨ª antes por caja.
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